El preso n¨²mero 39
Podr¨¢ hablar siete minutos diarios por tel¨¦fono con su familia. Podr¨¢ cocinar si lo desea. Incluso le dar¨¢n un masaje si lo solicita. En caso de necesitarlo, tambi¨¦n podr¨¢ visitar a un psiquiatra. Y a un m¨¦dico. A la orilla del mar, a dos kil¨®metros de La Haya, el centro de detenci¨®n de Scheveningen espera ya a su preso n¨²mero 39: Slobodan Milosevic. All¨ª, el antiguo presidente de Yugoslavia se reunir¨¢ con algunas caras amigas. Entre ellas, la de la antigua presidenta de la rep¨²blica serbobosnia, Viljana Plavsic, ¨²nica mujer detenida.
Detenido tambi¨¦n en Scheveningen est¨¢ el general serbobosnio Radislav Krstic, que comand¨® la cruenta toma de Srebrenica durante la guerra de Bosnia. Con la toma de la ciudad comenz¨® la mayor matanza colectiva de toda la guerra. Krstic era la mano derecha del general Ratko Mladic, por entonces m¨¢ximo jefe de las fuerzas serbobosnias, y asesor del l¨ªder de los serbios de Bosnia, Radovan Karadzic. A estos dos ¨²ltimos los busca y los reclama por genocidio la fiscal general del Tribunal, Carla del Ponte.
Para Del Ponte, la mayor de sus preocupaciones es el largo periodo de tiempo que los acusados permanecen detenidos a la espera de ser juzgados. Tan s¨®lo cuatro de los acusados cumplen hoy penas de prisi¨®n. El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia fue creado en mayo de 1993 por el Consejo de Seguridad de la ONU y representa el primer organismo internacional de este tipo desde los creados en N¨²remberg y Tokio tras la Segunda Guerra Mundial.
Los acusados no sufren un r¨¦gimen estricto en Scheveningen. Disponen de celdas individuales de unos siete metros cuadrados, en las que adem¨¢s de una cama, una mesa, una silla y un armario, tienen televisi¨®n, lavabo, retrete y una ventana que da a un patio interior. All¨ª pueden pasear hasta dos veces al d¨ªa. Entre paseo y paseo, les sirven tres comidas.
Los carceleros se muestran orgullosos de proveer una buena calidad de vida tanto a serbios, croatas como musulmanes, que, paradojas de la vida, ahora se ven obligados a convivir bajo el mismo techo.
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