Selectividad
La Selectividad puede ser como aquella vieja dama a quien nadie llor¨® a su muerte, y a quien s¨®lo se la record¨®, con fr¨ªa nostalgia, al conocerse al nuevo inquilino de la casona. La Selectividad, por la que este a?o han pasado algo m¨¢s de seis mil j¨®venes de nuestra comunidad, tiene sus d¨ªas contados. Y bien est¨¢ que as¨ª sea. No es, ni fue, sino un fastidioso e in¨²til trance para el aspirante universitario. Pero, ?qu¨¦ le viene a sustituir? Tal es la cuesti¨®n, por decirlo a la manera de Buero Vallejo. Porque no se trata solamente de con qu¨¦ o c¨®mo sustituirla. Lo que hoy se discute (no socialmente, por desgracia) es el modelo de ense?anza superior que nos vamos a dar, clave en una colectividad soportada en la informaci¨®n como la nuestra. La supresi¨®n de la Selectividad forma parte de todo un paquete de medidas del Ministerio de Educaci¨®n, entre las que destaca el nuevo proyecto Ley de Universidades. Sobre ¨¦ste cabe emitir juicios lapidarios: precipitaci¨®n e improvisaci¨®n, falta de consenso, diagn¨®sticos de situaci¨®n equ¨ªvocos, torpeza al abordar los verdaderos problemas o carencia de un verdadero modelo. En general, una confianza excesiva en las virtudes de la libre competencia (que aqu¨ª necesitamos) tras la implantaci¨®n del distrito abierto, y en la normativa europea que, claro, nos har¨¢ buenos. Todo ello es de importancia decisiva como para que requiera tratamiento aparte. Hablemos hoy, aqu¨ª, de la Selectividad.
De entrada, se debe insistir en que, prop¨®ngase lo que se proponga, se debe hacer: primero, bajo la comprensi¨®n general del modelo de ense?anza superior al que se aspira, y segundo, con mucho cari?o y sosiego, sopesando todo mucho (y sin pausa, claro). Esto segundo tiene su aquel. No conozco ning¨²n pa¨ªs, salvo el nuestro y, en parte, Francia, que haya dado la vuelta, como a un calcet¨ªn, a todo su sistema educativo. Y eso varias veces desde Villar Palas¨ª (1970).
Por otra parte, se requiere un modelo al que tender, pero hay que hacerlo desde lo que ya se tiene. No sirve importar los cr¨¦ditos de EE UU (sistema actual de titulaci¨®n en las universidades) si luego se han de aprobar las asignaturas una a una (como antes); no sirve la libre elecci¨®n de asignaturas si no hay tutor de alumnos que oriente esa elecci¨®n, o cursos y conferencias que a¨²nen riqueza y saber hasta hacer que el conocimiento brille. No, si se desmenuza el plan de estudios en un listado inacabable de asignaturas (pregunten al estudiante universitario de hoy, m¨¢s bien recaudador de cr¨¦ditos). Si alguna chispa de curiosidad exist¨ªa, pronto decae en la universidad actual. Se quieren activar nuevos mecanismos sin cambiar la grisura ambiente; imitar las maneras pero sin adoptar el esp¨ªritu.
Ci?¨¦ndonos a la Selectividad, ¨¦sta fue -como todo, o casi, en nuestra ense?anza- improvisada con el baby boom. En Espa?a se imparti¨® durante tiempo lo que se llam¨® el preuniversitario (curso de preparaci¨®n para un examen general en las cabeceras de distrito, examen final al viejo estilo). Prueba apta para opositores -todo se jugaba a una carta-, pero no para evaluar los conocimientos de una formaci¨®n equilibrada. En 1971 fue suprimido a favor del COU. Cada centro habilitaba a sus alumnos para la universidad. Ya no hab¨ªa prueba general. Bien. Pero eran demasiados los capacitados, y adem¨¢s los criterios eran muy heterog¨¦neos (las monjas, con perd¨®n, tend¨ªan a ser m¨¢s generosas, por ejemplo). Soluci¨®n: implantar la Selectividad (el regent americano).
Ahora, como la mili, se suprimir¨¢. Pero, ?qu¨¦ le sustituir¨¢? Cabr¨ªa sugerir sentido com¨²n. Y a?adir un par de casos que, eliminando vicios, estimulen el conocimiento en sentido amplio, clave del ¨¦xito de las sociedades. En primer lugar, no es mala cosa dejar que las propias facultades y escuelas seleccionen (como el alumno selecciona). Especialmente, teniendo en cuenta que, con la ca¨ªda demogr¨¢fica, ser¨¢n muy pocas las obligadas a ello. Pero deben existir referentes homologados (que impidan inflar la nota). El ejemplo alem¨¢n, con su Abitur (prueba de bachillerato hecha en cada centro dise?ada desde el ministerio), nos es pr¨®ximo y resulta utilizable. Por otro lado, el bachillerato LOGSE bien pudiera dise?arse en su fase final seg¨²n el modelo estadounidense de la graduation: cultura general equilibrada (de Dante a Freud) y elaboraci¨®n de ensayos, antes que formaci¨®n de grandes especialistas. Es el mejor modo de que no sintamos un d¨ªa nostalgia (fr¨ªa nostalgia, como de la dama de la casona) de la vieja Selectividad.
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