Vangelis proyecta el pasado m¨ªtico de Grecia hacia los espacios c¨®smicos
El compositor presenta su ¨²ltima obra, 'Mythodea', en el Templo de Zeus de Atenas
Vangelis es Vangelis, y sus composiciones llevan ya a?os cultivando registros muy similares. Grandes desarrollos sonoros de car¨¢cter ¨¦pico, que progresan a trav¨¦s de variaciones sobre unos cuantos temas que se acumulan y se derraman en cascadas y oleadas de sonidos. Mythodea es, hasta ahora, el ¨²ltimo cap¨ªtulo de una propuesta que cuenta con seguidores incondicionales, y que ha tenido en el cine -Carros de fuego o Blade Runner, por ejemplo- ¨¦xitos indiscutibles. En cierto sentido, la caracter¨ªstica fundamental de la m¨²sica de Vangelis es su capacidad de convocar im¨¢genes. Esta vez, en la que acaso es su obra m¨¢s ambiciosa, Vangelis ha elegido la iconograf¨ªa de la Grecia cl¨¢sica y el vac¨ªo c¨®smico de los paisajes celestes para ilustrar una obra sinf¨®nica que se propone como banda sonora de la actual misi¨®n espacial de la NASA en su camino hacia Marte.
El concierto empez¨® a las diez de la noche. Un aparatoso engranaje de veinte c¨¢maras y un ej¨¦rcito de t¨¦cnicos audiovisuales subrayaban el car¨¢cter televisivo del evento, un ¨²nico concierto rigurosamente planificado para ser filmado y proyectado, en oto?o, en todos los rincones del planeta. El Ministerio de Cultura griego se ha involucrado a fondo, junto a Sony Classical, el sello que publica Mythodea, en este evento, que ha incluido como parte de la Olimpiada Cultural que prepara el terreno para la gran cita de los Juegos Ol¨ªmpicos que se celebrar¨¢n en Atenas en 2004.
No llegan a veinte las gigantescas columnas que se han conservado de un templo que tuvo m¨¢s de cien en sus d¨ªas de esplendor. Detr¨¢s de ellas, una larga pantalla recog¨ªa la proyecci¨®n de las im¨¢genes. Delante, la variedad de los int¨¦rpretes. M¨¢s de veinte percusionistas, los Seistron y Typana Ensembles. Las 120 voces del Coro de la ?pera Nacional de Grecia, femeninas y masculinas a partes iguales: t¨²nicas blancas como denominador com¨²n. En el centro, Vangelis y sus teclados, flanqueado por la London Metropolitan Orchestra, dispuesta en dos escenarios laterales. En primer t¨¦rmino, y casi encima del p¨²blico, el espacio reservado al director, Blake Neeley, y a las sopranos, que s¨®lo se incorporaron al espect¨¢culo en el cuarto movimiento, de los once que tiene Mythodea.
La introducci¨®n del sintetizador de Vangelis inaugur¨® el concierto, que ya en el segundo movimiento, con su apote¨®sico desarrollo en crescendo, conquist¨® todas las parcelas del templo. Fueron, en cualquier caso, Kathleen Battle y Jessye Norman las aut¨¦nticas revelaciones de la noche. Sus voces, sus gestos y su magia esc¨¦nica se comieron literalmente cuanto ocurr¨ªa ah¨ª detr¨¢s en las pantallas. Una sucesi¨®n, un poco tosca, de esculturas, pinturas y relieves con toda la galer¨ªa de las m¨ªticas figuras de la Grecia cl¨¢sica, recortadas sobre una variedad de cielos estrellados y paisajes c¨®smicos.
Soledad o extra?eza, pero tambi¨¦n comuni¨®n fraternal y sosiego ¨ªntimo. Atm¨®sferas de peligro y ansiedad, de p¨¦rdida, de retos y esfuerzo. El hombre y su incansable lucha por conquistar la naturaleza. Todo eso procuraba transmitir la m¨²sica de Vangelis. Las figuras de Prometeo, Ulises u Orfeo, entre otros, ilustraban el reto. Las voces de las sopranos eran las que pon¨ªan la guinda en el pastel.
Poco antes del concierto, el espect¨¢culo tuvo lugar entre el p¨²blico. Los elevados precios de las entradas obligaron a los asistentes a vestirse de domingo. Joyas, escotes, espaldas al aire, elaborad¨ªsimos peinados. No se ech¨® de menos a una de las figuras europeas de referencia en esa batalla de empujar la cultura hacia el espect¨¢culo. Jack Lang, el ministro franc¨¦s de Cultura, tambi¨¦n estuvo all¨ª. Despu¨¦s del concierto, en una cena reservada, concedi¨® a Vangelis la condecoraci¨®n de Caballero de la Legi¨®n de Honor.
Babelia
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