Nuestra fatalidad
Casi todos podemos contar una historia de la Guerra o una historia en la que se ve al Pueblo como una v¨ªctima inocente de unos sucesos pol¨ªticos o econ¨®micos que no ha provocado y que no solo padece sino que adem¨¢s el r¨¦gimen de turno le declara culpable de ellos. Tal forma de tratar al Pueblo como idiota viene dada por una falta de respeto del Poder establecido que considera a los ciudadanos ignorantes, incultos y f¨¢ciles de manipular. El instrumento natural de los valencianos para entendernos con el Poder Central (Estado=oligarqu¨ªa econ¨®mica) cuando est¨¢ fuera de nuestro ¨¢mbito y es por tanto for¨¢neo es precisamente la presencia en ¨¦l de pol¨ªticos valencianos.
Pero seamos claros. Desgraciadamente, el Pueblo Valenciano perder¨¢ todas las 'batallas' y todos los reg¨ªmenes. No tenemos los valencianos pol¨ªticos competentes que realmente sepan y quieran defendernos por la sencilla raz¨®n de que nuestros poderes econ¨®micos tienen su voluntad castrada despu¨¦s de m¨¢s de un siglo de campa?as en contra, desde la acci¨®n m¨¢s extrema representada por el canovismo, pasando por el lerrouxismo y acabando en la actual 'doctrina Aznar'. De las revoluciones populares hay que reconocer que el movimiento obrero desapareci¨® pr¨¢cticamente por la represi¨®n franquista. El obrerismo posterior fue y es otra cuesti¨®n que ni naci¨® de los proletarios ni fue genuinamente valenciana. Si bien es cierto que desde inicios del siglo XIX se intenta hacerlo madurar, pero se ha fracasado por la incapacidad de vertebrarse del mismo como por la acci¨®n prevalente de los movimientos antivalencianistas: pancatalanismo y pancastellanismo espa?olista. En conclusi¨®n: si la Sociedad Valenciana no aprende a desarrollar proyectos propios, genuinos, aut¨®ctonos, jam¨¢s decidir¨¢ libremente su destino o futuro. Mientras, pasan el tiempo y las oportunidades de madurar definitivamente como pueblo diferenciado que se supone tiene suficiente personalidad propia.
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