Vacas ( I )
El proyecto de la Fundaci¨®n Bilbao 700-III Milenium Fundazioa para que se pintaran 175 vacas de fibra de vidrio, que luego quedar¨ªan instaladas por las calles de Bilbao, no empez¨® con buen pie, a juicio de muchos artistas. De entrada, se dieron como participantes a algunos artistas sin contar con su consentimiento. Vino despu¨¦s la presentaci¨®n del contrato de participaci¨®n voluntaria. Cada artista ced¨ªa a la Fundaci¨®n organizadora los derechos que le correspondieran como autor, e incluso todos los derechos de reproducci¨®n que la imagen de la vaca pod¨ªa generar. En el texto del contrato, adem¨¢s de memorar reiteradamente lo de decoraci¨®n de la vaca -cosa poco alentadora para todo artista que se precie-, proh¨ªben rigurosamente la exhibici¨®n de consignas de car¨¢cter pol¨ªtico, religioso, sectario y alg¨²n etc¨¦tera m¨¢s.
Con esas premisas, no era extra?o que un buen n¨²mero de artistas no quisiera entrar en semejante historia. Consideraban que una vez m¨¢s se les trataba como a pingajos. Eran y son conscientes que quienes son tenidos por bobos ¨²tiles en p¨²blico no ser¨¢n tenidos por listos en privado.
Sin embargo, algunos artistas accedieron participar. Lo han hecho a trav¨¦s de determinados patrocinadores que la Fundaci¨®n ha conseguido involucrar. El patrocinador ha pagado por cada vaca doscientas mil pesetas. En una plaquita azulenca van impresos el nombre del artista y el del patrocinador. Para que se animaran a participar en calidad de patrocinadores, la Fundaci¨®n aseguraba a cada uno de ellos que le llegar¨ªa 'la correspondiente certificaci¨®n que le permita la recuperaci¨®n, v¨ªa fiscalidad, de una parte del valor invertido'.
No entramos a valorar los compromisos que hubiere entre los artistas y quienes ejercieron de patrocinadores. Lo que hemos percibido es que la mayor¨ªa de esos artistas se han limitado a cubrir el expediente. De ah¨ª que entre esa falta de entrega pl¨¢stica, de los que pod¨ªamos considerar consagrados, y el excesivo amateurismo reinante, en lo que ata?e al resto de esas ciento setenta y tantas vacas, el resultado, salvo contadas excepciones, en t¨¦rminos art¨ªsticos no es demasiado esplendente.
Pero si no como arte, al menos cabe tomarlo bajo el aspecto l¨²dico. En ese punto hay coincidencia casi total. Se ha convertido esa vaquidad coloreada -perm¨ªtaseme la expresi¨®n- en cosa simp¨¢tica, adem¨¢s de trocarse en un acontecimiento fe¨¦rico en toda regla. Se ha erigido en un asombro para los ni?os, en especial, y para mayores, sin dejar de estar de estar en boca (sonriente) de la mayor¨ªa de los ciudadanos. Muchos de ellos fotograf¨ªan a sus ni?os al lado de tal o cual vaca pintarrajeada. Un acierto pleno en ese sentido.
No obstante aqu¨ª entra en escena un pero sumamente grande. Un pero no especulativo, sino real. Veamos. Despu¨¦s de hacer un recorrido entero por cada uno de los lugares donde 'apacentan' esas 175 vacas, contabilizamos cuatro ubicadas en Santutxu, dos en la Campa Basarrate y dos en la Plaza del Carmelo. No hace falta ser un experto en sociolog¨ªa para plantearse, siquiera con un m¨ªnimo de rigor, un hecho comparativo. Como por ejemplo: que haya en Santutxu, que es un populoso Bilbao dentro de Bilbao, s¨®lo cuatro vacas, en tanto en la plaza El¨ªptica, por ser lo m¨¢s c¨¦ntrico de la ciudad, se exhiban doce, ?no resultan desproporcionadamente injustas esas cifras? Dice Santutxu y puede aludirse a otra zona de gran enjambre de habitantes como Rekaldeberri, con s¨®lo dos vacas, o San Ignacio, enclave asimismo multitudinario, con otras dos...
?No tienen derecho a sonre¨ªr y a sentirse 'visitados' por un buen n¨²mero de vacas color¨ªsticas los ni?os de esas zonas, de por s¨ª degradadas y olvidadas a lo largo de demasiados a?os?
Seguiremos indagando, desde la levedad de la sonrisa hasta lo profundo del ser, admitiendo que en esa levedad pueda encontrarse lo m¨¢s profundo.
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