Por sus polic¨ªas les conocer¨¦is
Por una vez que se ha abierto el debate, no desperdiciemos la oportunidad de discutir el modelo policial de quienes gobiernan y de reclamar a la izquierda que sea capaz de ofrecer una alternativa
La pol¨ªtica policial es un elemento central de la acci¨®n de un gobierno, y un factor clave para entenderla. Dime qu¨¦ polic¨ªa tienes y te dir¨¦ qu¨¦ pol¨ªtica haces. Si el Estado es el depositario del monopolio de la violencia -o lo era, porque lo est¨¢ cediendo alarmantemente-, la manera en que usa esta cuota tan determinante del ejercicio de la soberan¨ªa puede ser un indicador relevante de sus opciones de fondo. En estos d¨ªas, la pol¨ªtica policial ha sido noticia por dos razones distintas: por el modo en que la polic¨ªa gubernamental reprimi¨® la manifestaci¨®n antiglobalizaci¨®n del pasado d¨ªa 24 en Barcelona y por la decisi¨®n del Ayuntamiento de esta ciudad de poner c¨¢maras de vigilancia en la plaza de Orwell y en la calle de Escudellers.
A la primera me refer¨ªa ya el pasado martes. Sin embargo, durante la semana han aparecido argumentos a?adidos al debate. Desde la justicia se ha cuestionado que los polic¨ªas camuflados para infiltrarse en la manifestaci¨®n puedan intervenir en las cargas policiales, y m¨¢s con armas no reglamentarias. Desde los comerciantes afectados por los actos de vandalismo se ha expresado estupor por la pasividad de la polic¨ªa en la protecci¨®n de sus bienes. Desde la polic¨ªa, un comisario responsable del operativo nos sorprendi¨® con la afirmaci¨®n de que 'no se pod¨ªa prever este grado de violencia'. Desde los organizadores de la manifestaci¨®n se ha intentado el rearme argumental con una nueva manifestaci¨®n perfectamente pac¨ªfica. Con todo ello, los interrogantes sobre la acci¨®n policial siguen intactos. Si la acci¨®n policial es el espejo de la pol¨ªtica, todo suma en la misma direcci¨®n: hubo una estrategia deliberada para marcar con el estigma de la violencia al movimiento antiglobalizaci¨®n. Una cuesti¨®n, por otra parte, que estos grupos no tienen resuelta y que no est¨¢ claro que puedan resolver. Pero esto es tema para otro art¨ªculo.
Hoy quiero subrayar dos cosas de este debate que lleva cola y que esperemos que acabe teniendo las debidas comparecencias parlamentarias, si queremos que el Parlamento no sea ajeno a lo que pasa en la calle. Lo primero y positivo es que el debate existe. Hay una tendencia conservadora a querer sacar la pol¨ªtica policial del debate pol¨ªtico. Los cuerpos de seguridad -en una tradici¨®n que empalma directamente con la dictadura- deben ser el ¨²nico cuerpo del Estado que recibe calurosas felicitaciones de los partidos y de los medios de comunicaci¨®n cuando tienen un ¨¦xito en el cumplimiento de su deber. Es un privilegio que no tiene ning¨²n otro funcionario. Es el poder de la fuerza y de los riesgos que su uso comporta. Los gobiernos -sean de derechas o de izquierdas- quieren siempre que la polic¨ªa est¨¦ exenta de la cr¨ªtica democr¨¢tica. Y en las opiniones p¨²blicas de las acomodadas sociedades de la indiferencia no es dif¨ªcil que esta pretensi¨®n tenga eco. Siempre se siente cierto s¨ªndrome de Estocolmo respecto del que tiene la porra. Por tanto, es algo positivo que por una vez el debate sobre la pol¨ªtica policial exista y no se cierre en falso como desear¨ªan muchos; el Gobierno, por supuesto, pero tambi¨¦n parte de la oposici¨®n, que se siente siempre inc¨®moda en estos asuntos que alteran la comodidad del centrismo bienpensante. La izquierda no deber¨ªa tener ning¨²n miedo a defender un modelo policial distinto del de la derecha. Algo cada vez m¨¢s dif¨ªcil porque la concepci¨®n de la seguridad se va estrechando a medida que la inseguridad aumenta. Lo cual no deja de ser una contradicci¨®n porque este aumento indica que algo se est¨¢ haciendo mal.
Todav¨ªa al socaire del debate sobre la manifestaci¨®n del d¨ªa 24, hay un hecho que ha pasado inadvertido: la ausencia de la pol¨ªtica auton¨®mica. Que el Gobierno de la Generalitat ha demostrado una acreditada habilidad para estar presente donde puede haber r¨¦ditos de imagen y desaparecer donde puede haber desgaste es algo de todos conocido. Pero el af¨¢n de extender la presencia de la polic¨ªa aut¨®noma choca con el escaso inter¨¦s en aprovechar los resquicios legales en situaciones conflictivas. La ley que rige las fuerzas de orden p¨²blico permite que sea la polic¨ªa auton¨®mica la que lo garantice en casos como el que nos ocupa. Y as¨ª acostumbra a hacerse, por ejemplo, en los actos del Onze de Setembre. ?Por qu¨¦ no en la manifestaci¨®n antiglobalizaci¨®n? Quiz¨¢ as¨ª se entienda mejor la comprensi¨®n del Gobierno catal¨¢n con la actuaci¨®n policial.
Dejando ya la manifestaci¨®n, la reflexi¨®n sobre el modelo policial remite a la otra cuesti¨®n pol¨¦mica en materia de seguridad. Con autorizaci¨®n judicial, el Ayuntamiento ha decidido instalar c¨¢maras en una calle y una plaza de Barcelona. Hace tiempo que en nombre de la seguridad van restringi¨¦ndose derechos y libertades, casi sin darnos cuenta y con la t¨¢cita aceptaci¨®n de una ciudadan¨ªa muy formada en la paranoia. No vamos a sorprendernos ahora de que la seguridad tenga tanto poder obnubilador, al fin y al cabo ya nos cont¨® Hobbes que fue por seguridad que el hombre acept¨® ceder parte de sus libertades al Estado. Sin embargo, ?realmente las c¨¢maras tienen alguna eficacia que compense lo que se sacrifica o son simplemente un gesto para dar satisfacci¨®n al malestar ciudadano? Cabe dudar de que las c¨¢maras sirvan para algo m¨¢s que para hacer cambiar de calle a los delincuentes. Lo m¨¢s probable es que lo que ahora ocurre en una plaza se desplace a la vecina. Y entonces, ?qu¨¦? ?M¨¢s c¨¢maras? Los problemas policiales de Barcelona tienen mucho que ver con la situaci¨®n de los cuerpos de polic¨ªa: una transici¨®n entre el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa y la polic¨ªa auton¨®mica que hace que temporalmente queden plazas por cubrir y espacios por vigilar, y una larga crisis en la Guardia Urbana. Con c¨¢maras en las calles ni se resuelven los problemas de estos cuerpos ni los problemas de fondo de zonas de la ciudad que necesitan -y no siempre tienen- otros muchos mecanismos de intervenci¨®n urgente.
Por una vez que se ha abierto el debate sobre la pol¨ªtica policial, no desperdiciemos la oportunidad de discutir el modelo policial de quienes gobiernan y de reclamar a la izquierda que sea capaz de ofrecer un modelo policial. Est¨¢ muy bien que la izquierda quiera abandonar viejos prejuicios sobre la seguridad construidos de un modo algo fr¨ªvolo, pero ello no significa forzosamente asumir los prejuicios autoritarios de la derecha. Para hacer pol¨ªtica de mano dura, la derecha siempre ser¨¢ mejor.
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