Al-?ndalus
Siempre es de agradecer cualquier pretexto para volver a C¨®rdoba, y para admirar de nuevo las ruinas de lo que fue aquella majestuosa y exquisita Medina Azahara. Bienvenida sea, pues, la exposici¨®n sobre los Omeyas, pese al calor y pese a que la pobreza y escasa novedad de sus contenidos apenas hagan justicia a la elevad¨ªsima civilizaci¨®n que aquella dinast¨ªa hizo fructificar en Al-?ndalus. Hay que destacar, sin embargo, que los paneles explicativos son claros, completos y precisos, y que cumplen su finalidad de informar adecuadamente al variopinto p¨²blico de la exposici¨®n. Y hay que alabar, adem¨¢s, que sus autores no hayan ca¨ªdo en la tentaci¨®n de apropiarse de la historia de la Al-?ndalus omeya.
Hace a?os, en historiadores cuya ideolog¨ªa, por liberal que fuera, ca¨ªa en lo que podr¨ªa llamarse el 'esencialismo hisp¨¢nico', las gentes de Al-?ndalus eran vistas como 'espa?oles', continuadores de una Espa?a ya presente en las tribus celt¨ªberas o lusitanas, y que continuar¨ªa siendo, con diferencias accidentales, la misma bajo Alfonso X, los Reyes Cat¨®licos, Felipe II... Hoy los historiadores suelen ser muy cr¨ªticos ante estas esencias eternas, y para los m¨¢s objetivos, Al-?ndalus no fue sino una civilizaci¨®n ¨¢rabe y musulmana que miraba al Oriente y ve¨ªa como absolutamente ajenos a los b¨¢rbaros cristianos que les molestaban en su frontera Norte, y que a veces les quitaban alg¨²n territorio.
Pero lo que sale por la puerta entra por el corral: la necesidad de inventar, como fuera, una ideolog¨ªa basada en la historia, provoc¨® la apropiaci¨®n de Al-?ndalus, no ya para Espa?a, sino para Andaluc¨ªa. Hab¨ªa, claro, una relativa casualidad en la forma de la palabra: 'Andaluc¨ªa' deriva de 'Al-?ndalus', pero la realidad que una y otra refieren es completamente distinta. Y hab¨ªa, adem¨¢s, el recuerdo petrificado en mezquitas y giraldas. De ah¨ª, el hablar de nuestro pasado '¨¢rabe' y la obsesi¨®n de hallar las huellas del mundo andalus¨ª en la Andaluc¨ªa de hoy, olvidando, por supuesto, que Al-?ndalus siempre fue, o m¨¢s, mucho m¨¢s, que Andaluc¨ªa (Tortosa, Valencia, Zaragoza, Toledo...), o mucho menos (Granada).
Ciertos andaluces han actuado, pues, de forma un tanto imperialista, al pretender apoderarse de un pasado que no les corresponde en exclusiva. Pero, adem¨¢s, para acabar de empeorarlo, se ha revestido a Al-?ndalus de una larga lista de embellecimientos retrospectivos que hoy circulan como moneda com¨²n, est¨¢n bien vistos y pocos se atreven a refutar: en especial, la creencia de que Al-?ndalus fue un oasis de tolerancia y de 'pac¨ªfica convivencia de culturas y religiones'.
Nada nuevo bajo el sol: hace siglos nuestros romances cantaban al moro refinado, mientras los moros de verdad, los moriscos, s¨®lo conoc¨ªan la represi¨®n, la muerte o la expulsi¨®n. Hoy, la maurofilia historicista de tanto cantor a la violeta vuelve a contrastar violentamente con la morofobia tan hondamente grabada en andaluces en particular y espa?oles en general (y ni tan siquiera sirve para erradicarla).
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