El mito resistente de Jim Morrison
Su figura sigue alimentando la industria, pero a los 30 a?os de su muerte menos 'fans' de los esperados visitaron su tumba
Treinta a?os despu¨¦s de su muerte, la tumba de Morrison en el P¨¨re-Lachaise parisiense sigue siendo un lugar de peregrinaci¨®n, los discos de su grupo se reeditan, aparecen nuevos libros sobre su vida, se publican por primera vez grabaciones -en v¨ªdeo- de algunos de sus conciertos, varios grupos hacen versiones de sus ¨¦xitos y algunos de sus antiguos amigos o colegas viven de dar conferencias especulando sobre los aspectos misteriosos del fallecimiento del cantante. El mito aguanta. En 1991 ya sobrevivi¨® incluso a una biograf¨ªa cinematogr¨¢fica firmada por Oliver Stone.
Ayer, en Par¨ªs, fue el antiguo teclista de The Doors, Ray Manzarek, quien quiso capitalizar la desaparici¨®n de Morrison. Una serie de canciones que hasta ahora s¨®lo exist¨ªan publicadas en diversos ¨¢lbumes piratas o que se encontraban gracias a Internet aparecen ahora reunidas en el disco Bright midnight / Live in America, entre ellas Baby please don't go y St James infirmary. En su p¨¢gina en la Red, Manzarek afirmaba: 'En Par¨ªs seremos m¨¢s de 50.000 los que iremos a inclinarnos ante la tumba de Jim cuando se cumplen 30 a?os de su muerte'. Exageraba. En el momento en que pareci¨® haber m¨¢s gente reunida ante la tumba n¨²mero 30 del barrio 6 del cementerio no eran m¨¢s de 1.000 los devotos de este culto especial.
'No hay que hablar de peregrinaci¨®n, porque mi admiraci¨®n por Jim no tiene nada de religioso', dec¨ªa una segoviana venida expresamente a Par¨ªs este 3 de julio. La madrile?a Amanda aseguraba: 'No sab¨ªa que era el aniversario de la muerte, pues de haber ca¨ªdo en la cuenta de ello no hubi¨¦ramos venido hoy'. Para Marco, un alsaciano, lo importante era aprovechar la oportunidad para hacer p¨²blica su admiraci¨®n leyendo un poema: 'Quiz¨¢s era un dios, quiz¨¢s era un hombre...' .
Sin incidentes
Manzarek acudi¨® al cementerio sobre las cuatro de la tarde. All¨ª se encontr¨® con mucha gente de su edad, pero tambi¨¦n con algunos adolescentes o j¨®venes de poco m¨¢s de 20 a?os. Phil, un brit¨¢nico locuaz, le propuso cantar un himno a la cerveza, pero tuvo que hacerlo blandiendo una botella de agua. La polic¨ªa imped¨ªa la entrada de alcohol o de guitarras. Los incidentes de 10 a?os atr¨¢s, cuando hubo que cerrar las puertas del recinto porque se tem¨ªan actos de satanismo o que otras tumbas sufrieran da?os, no se repitieron. Un japon¨¦s, Yoshida, explicaba: 'Desde hace diez a?os viajo a Par¨ªs cada 3 de julio para traerle unos cigarrillos a Jim'.
En el teatro de las Bouffes du Nord, alrededor de las siete de la tarde, se descubrieron otros elementos que a partir de ahora van a alimentar el culto al l¨ªder de The Doors. Se trata de filmaciones de conciertos, uno de ellos en Dinamarca; una pel¨ªcula supuestamente experimental -Hwy, dicen que realizada por Jim- y libros en los que el propio Manzarek, entonces adepto a la meditaci¨®n trascendental, expone la evoluci¨®n de su pensamiento y, sobre todo, se explica sobre el destino tr¨¢gico del cantante. Nada nuevo como no sea seguir ech¨¢ndole carb¨®n al fuego del mito.
En otros lugares b¨¢sicos para los especialistas en los cuatro meses parisienses de Morrison no hubo ning¨²n tipo de concentraci¨®n. En la Rue de Beautreillis, junto al apartamento en que Jim fue encontrado agonizante, la antigua tienda de vinos -Aux Vins des Pyren¨¦es- ha sido transformada en restaurante. El mismo destino ha conocido el Rock'n'Roll Circus, el club en el que Jim Morrison se emborrachaba mientras esperaba para comprarle hero¨ªna a su compa?era. Fue ah¨ª donde descubri¨® el vino rosado corso, que le llev¨® a viajar hasta la isla mediterr¨¢nea con una sed capaz de acabar con toda la producci¨®n anual de los vi?edos del sitio. Ni en Beautreillis ni en la Rue Mazarine hubo reuni¨®n de devotos y, de momento, tampoco el Ayuntamiento se ha decidido a instalar placa alguna que recuerde el paso fugaz del cantante.
El poeta del caos
Cuando muri¨®, Jim Morrison ten¨ªa 27 a?os. Su compa?era sentimental de entonces, Pamela Courson, muri¨® de sobredosis pocos a?os despu¨¦s. ?l, sobre el papel, no se drogaba, al menos con coca¨ªna ni hero¨ªna. Prefer¨ªa el alcohol, del que inger¨ªa cantidades ingentes. Era un gran admirador de Rimbaud y Baudelaire. Jim quer¨ªa ser poeta -en realidad, escribi¨® algunas buenas canciones, y temas como The end se han convertido en himnos generacionales- y cre¨ªa haber encontrado en Par¨ªs la libertad que le negaban las autoridades americanas. Adem¨¢s, para un grupo como The Doors, que cantaba temas de Kurt Weil-Bertolt Brecht, que compon¨ªa textos en honor de Edipo o que hab¨ªa elegido su nombre a partir de un ensayo de Aldous Huxley, la cultura europea era la ¨²nica de verdad. Dado que el m¨¦dico que certific¨® la muerte de Morrison se limit¨® a constatar la 'parada cardiaca', hoy la leyenda sigue creciendo. Unos hablan de la nariz ensangrentada de Jim y sugieren una sobredosis; otros creen que muri¨® en el Rock'n' Roll Circus y fue llevado por los amigos hasta la ba?era de su casa; Pamela Courson habl¨® de problemas respiratorios y de enorme cogorza; el mundillo rockero asoci¨® la muerte de Jim a las de Hendrix y Joplin para deducir de ah¨ª que el FBI o la CIA hab¨ªan emprendido una campa?a de exterminio de m¨²sicos contestatarios. Todas esas dudas y rumores han servido para alimentar otro: que la tumba de P¨¨re-Lachaise est¨¢ vac¨ªa y Jim vive hoy en ?frica, en el terreno escogido por Arthur Rimbaud para desaparecer de Occidente. Todas esas hip¨®tesis hubieran hecho feliz a Jim Morrison, no en vano se autodefin¨ªa como 'poeta del caos', y parece dif¨ªcil poder probar alguna de ellas, pues hoy su tumba est¨¢ permanentemente vigilada por c¨¢maras ocultas detr¨¢s de farolas.
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