El s¨ªndrome del dolor
Disiento de mi amigo Juan Aranzadi en algo fundamental cara a realizar valoraciones sobre la situaci¨®n pol¨ªtica vasca. No estoy de acuerdo con ¨¦l en el diagn¨®stico que hace de eso que por comodidad llamamos Lizarra. En s¨ªntesis, Juan Aranzadi viene a decir que gracias a Lizarra el PNV consigui¨® una tregua de ETA, algo en s¨ª mismo bueno y que justificar¨ªa la estrategia seguida por ese partido. Bien, no voy a discutir la bondad de aquella tregua que ojal¨¢ estuviera a¨²n en vigor, pero cabr¨ªa objetar que, en efecto, aquello termin¨®, y que si el PNV la hizo posible habr¨ªa que pensar tambi¨¦n si no fue igualmente el PNV quien la hizo imposible. Por supuesto, no quiero atribuir responsabilidades a quien no las tiene, desde el momento en que considero que ETA carece de argumento alguno para matar y que, por lo tanto, es la ¨²nica responsable de sus acciones asesinas, sin que pueda justificarlas la actitud de ning¨²n otro partido, haya o no pactado con ella. El PNV no es responsable de los cr¨ªmenes de ETA. Su pol¨ªtica antiterrorista podr¨¢ ser m¨¢s o menos acertada, pero eso es otra cosa.
Lo que quiero decir es que si el PNV fue quien hizo posible la tregua, fue tambi¨¦n la actitud del PNV, un cambio de actitud para ser precisos, la que sirvi¨® de argumento para que esa tregua se rompiera. Naturalmente, yo aplaudo ese cambio de actitud, pero me pregunto si no tendr¨ªa que lamentarlo si la tregua era un bien en s¨ª misma y cualquier esfuerzo para mantenerla era bueno. Aunque lo que realmente me pregunto es por los motivos que le llevaron al PNV a cambiar de actitud y a dar un frenazo en eso que denominamos Lizarra. Estoy convencido de que si Lizarra fuera lo que Juan Aranzadi dice que fue, el PNV no hubiera cometido esa torpeza. 'La ETA que llega a Lizarra reconoce que lo m¨¢ximo que puede lograr es que el PNV y EA acepten abrir su estrategia autonomista a una estrategia autodeterminista'. Esos ser¨ªan los modestos objetivos de ETA, y su torpeza haber roto la tregua y con ello haber obligado al PNV a dar marcha atr¨¢s. Pero yo no estoy convencido de que los objetivos fueran tan modestos, y creo que la marcha atr¨¢s no fue posterior sino anterior a la ruptura de la tregua.
Creo, sinceramente, que la estrategia soberanista de ETA consist¨ªa en una primera fase en crear un Estado vasco de facto que en una segunda fase pedir¨ªa el reconocimiento. A ese objetivo responder¨ªa la creaci¨®n de toda una serie de instituciones paralelas que abarcar¨ªan los seis territorios de Euskal Herria, as¨ª como la instrumentalizaci¨®n con ese fin de las instituciones democr¨¢ticas existentes. Udalbiltza fue un primer paso en ese proceso que habr¨ªa de culminar en la creaci¨®n de una asamblea constituyente igualmente paralela y elegida seg¨²n criterios censitarios m¨¢s que dudosos. El proceso estar¨ªa tutelado en todo momento por la presencia intimidatoria de la organizaci¨®n armada, que no dej¨® de rearmarse y reorganizarse durante la tregua. Por supuesto, el PNV nunca crey¨® en la integridad de ese proceso, y siempre confi¨® en la virtud disuasoria de una tregua prolongada y en que la incorporaci¨®n a la pol¨ªtica normalizada del mundo de ETA acabar¨ªa modificando su din¨¢mica. Digamos que hasta ah¨ª actu¨® de buena fe, pero la buena fe no es una virtud en pol¨ªtica y puede que la ingenuidad y el desconocimiento del enemigo sean un defecto. Lo cierto es que con su cambio de actitud el PNV reconoci¨® que no estaba dispuesto a ir m¨¢s all¨¢, en suma, que se equivoc¨®. Y con el fin de la tregua ETA le demostr¨® que no estaba dispuesta a admitir ning¨²n cambio de actitud.
?Tuvieron algo que ver los partidos constitucionalistas en la ruptura de ese proceso? Por supuesto que s¨ª. En primer lugar, porque el voto constitucionalista se reforz¨® y el proceso se puso en marcha con un apoyo electoral m¨¢s d¨¦bil del esperado. En segundo lugar, porque por criticable que sea - y lo es- la pol¨ªtica llevada a cabo por los partidos constitucionalistas, supuso por primera vez la articulaci¨®n de una protesta: que no se puede construir nada a costa de aproximadamente la mitad de la poblaci¨®n, y la tregua exig¨ªa esa exclusi¨®n. Es muy posible que la protesta se hiciera con la insensatez propia de quienes padecen el s¨ªndrome del dolor, del que habla Juan Aranzadi. Pero si, como dice ¨¦l, no se debe hacer caso a quien padece ese s¨ªndrome, entonces ning¨²n pol¨ªtico, ninguna voz que representara a esa mitad excluida merecer¨ªa ser escuchada. No quiero sacar conclusiones al respecto. S¨ª quiero recordar que el nacionalismo democr¨¢tico ha ganado las elecciones, pero que, por primera vez las ha ganado a la defensiva y sin que se haya modificado la relaci¨®n de fuerzas. Y la gran paradoja: que, insensatez por insensatez, haya visos de que vaya a salir ganando la sensatez. Y que ETA ha salido debilitada de esta locura.
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