Salmos y nubes

Bernstein y Weill dieron lustre a este concierto incluido en la programaci¨®n del Grec y lo hicieron entre salmos y nubes. Los primeros eran de Bernstein, sus Chichester Psalms, un encargo del dean de la catedral de Chichester para su festival musical del a?o 1965. La obra, aunque no sea del mejor Bernstein, tiene su atractivo y posee sus mejores bazas en la ¨²ltima de sus tres partes, cuando la m¨²sica se hace m¨¢s l¨ªrica y cantable.

Las nubes eran las de Kurt Weill y su obra El vuelo de Lindbergh. Y no s¨®lo porque por ah¨ª naveg¨® el precursor piloto, sino porque la partitura tambi¨¦n es algo nebulosa, sin el ¨¢cido impacto, el desenfado y el vigor r¨ªtmico de muchas otras obras del mismo autor. El texto de Brecht aprovecha la gran impresi¨®n que en su ¨¦poca produjo la experiencia acometida por Lindbergh, que en algunos pasajes comenta puntualmente, para abocar a un final m¨¢s reflexivo y personal.

Sobre la ejecuci¨®n de ambas obras, lo primero que conviene significar es que qued¨® adulterada completamente por la inexplicable utilizaci¨®n de la amplificaci¨®n, cuesti¨®n inadmisible en un concierto y en un recinto que no la hacen en absoluto necesaria. Y para postre, esa amplificaci¨®n tampoco estaba muy cuidada (se o¨ªan m¨¢s las mujeres que los hombres del coro, el teclado estaba a la derecha y sonaba por la izquierda, tuvieron que esperar a que el tenor Pizarro abriese la boca para corregir el volumen...).

Por cuanto antecede, no se puede juzgar con garant¨ªas a los int¨¦rpretes. S¨®lo en el terreno de las deducciones podr¨ªa decirse que el coro F¨°rum Vocal actu¨® con voluntad y entrega, que la direcci¨®n de Llu¨ªs Vila fue eficaz, que los instrumentistas mostraron profesionalidad y que los solistas estuvieron a muy buen nivel, incluido el ni?o Juli Carn¨¦ Martorell y un Josep Pizarro a quien habr¨¢ que seguir los pasos y escucharlo en otras condiciones.