Terremoto Padilla
Juan Jos¨¦ Padilla siempre la arma. Es el torero ideal para las plazas de pueblo o las de capital donde s¨®lo dan toros en feria y el p¨²blico, de toreo, pasa -que se suele decir- pues prefiere divertirse, y lo que le divierte son las carreras, el bullicio, el tremendismo, la sal gorda. Y en todo esto se entreg¨® Juan Jos¨¦ Padilla hasta convertir el coso pamplon¨¦s en un terremoto.
No le falt¨® de nada a Juan Jos¨¦ Padilla: desde la larga cambiada a porta gayola a su primer toro hasta el estoconazo entrando a la velocidad del rayo o m¨¢s bien saliendo pues se ech¨® fuera. Y, muerto el toro, hubo petici¨®n de oreja que el presidente no concedi¨® lo cual produjo un conato de rebeli¨®n contra la autoridad leg¨ªtimamente constituida, un estallido de ira por parte del p¨²blico como si le hubiesen acabado de robar la cartera.
Cebada / Liria, Padilla, Mill¨¢n
Toros de Herederos de Jos¨¦ Cebada Gago, de irreprochable trap¨ªo aunque varios eran justos de romana, armados; con casta y en su mayor¨ªa dificultosos por esta condici¨®n; 2?, bravo. Pep¨ªn Liria: estocada, ruedas insistentes de peones, descabello -aviso- y dos descabellos (silencio); estocada y descabello (silencio). Juan Jos¨¦ Padilla: estocada (petici¨®n y vuelta); cuatro pinchazos bajos, bajonazo descarado y rueda de peones (palmas). Jes¨²s Mill¨¢n: estocada corta trasera contraria perdiendo la muleta y saliendo perseguido (ovaci¨®n y salida al tercio); tres pinchazos, otro hondo y cuatro descabellos (silencio). Plaza de Pamplona, 9 de julio. 5? corrida de feria. Lleno.
Es propio de las plazas de pueblo y de las capitalinas donde s¨®lo celebran toros por feria que los p¨²blicos concedan mayor importancia a la oreja del toro que al toro entero. A estos p¨²blicos, el toro -su trap¨ªo, su integridad f¨ªsica, su casta- les trae sin cuidado mientras por una de sus orejas peludas ser¨ªan capaces de armar la revoluci¨®n y de inmolarse a lo bonzo.
Lo que acaeci¨® para que se produjese la vehemente petici¨®n -no mayoritaria, por cierto- tuvo sus momentos cumbre. La larga cambiada a porta gayola para empezar -que fue determinante, por supuesto-, una ensalada de revoleras, medias ver¨®nicas y largas de imprecisa ejecuci¨®n y, sobre todas las cosas, un par de banderillas en la modalidad del viol¨ªn. El par de banderillas en la modalidad del viol¨ªn sorprendi¨® al p¨²blico y produjo un delirio que dur¨® la corrida entera.
Antes del viol¨ªn Juan Jos¨¦ Padilla hab¨ªa puesto dos pares que llaman 'de la moviola' - pues corre para atr¨¢s y parece como si estuvieran rebobinando la imagen-, uno de ellos dando veloces giros sobre s¨ª mismo lo que ya constituye un alarde casi sobrenatural para un ser normalmente constituido.
Con semejantes precedentes es obvio que la faena de muleta que pudiera hacer Juan Jos¨¦ Padilla carec¨ªa de relevancia. Le correspondi¨® un toro bravo, con una embestida pronta y agresiva, al que apenas pudo dominar en el transcurso de su afanoso trastear por derechazos y naturales; no lo templ¨®, hubo de librar achuchones, sufri¨® un desarme, disimul¨® improvisando un molinete, se tir¨® a cazarlo y lo consigui¨® al primer intento.
El toro se resist¨ªa a doblar, aguant¨® la larga agon¨ªa apoy¨¢ndose en las tablas y muri¨® de pie. Esta muestra de bravura se homenaje¨® con una ovaci¨®n que Juan Jos¨¦ Padilla recogi¨® como suya y ah¨ª vino lo de la petici¨®n de oreja, la negativa del presidente pues no era mayoritaria, la bronca, la vuelta al ruedo de Padilla dej¨¢ndose anudar pa?uelicos sanfermineros.
La corrida no tuvo ning¨²n otro jubiloso acontecer porque los toreros no pod¨ªan con los toros de Cebada Gago. Que sacaron casta y eso los taurinos lo consideran indicio de criminalidad. Pep¨ªn Liria les pegaba a sus toros unos trallazos en tandas vertiginosas, y acababa avisando las codiciosas embestidas. El propio Juan Jos¨¦ Padilla, que cambi¨® el tercio de varas del quinto toro porque le daba la gana, sin esperar a que el presidente sacara el pa?uelo, tampoco pudo con este ejemplar, de corto recorrido, que le desbord¨® en todos los frentes.
Y Jes¨²s Mill¨¢n estuvo muy pundonoroso, si bien no bastaba para hacer frente a las dificultades de los ¨¢speros toros que le correspondieron. El que hizo tercero le peg¨® una voltereta y luego en el suelo le empiton¨® con sa?a hasta dejarle la taleguilla in¨²til para cualquier compostura. El sexto apenas ten¨ªa arrancada y no permiti¨® el lucimiento. Sali¨® Mil¨¢n a torearlo encorsetado con un enorme vendaje que tapaba los desperfectos y tambi¨¦n las verg¨¹enzas. Parec¨ªa que ven¨ªa de la guerra el valiente Jes¨²s Mill¨¢n. Y, sin embargo, en el caletre de la gente a¨²n estaban Juan Jos¨¦ Padilla y su par del viol¨ªn. Lo que es la vida.
Babelia
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