Temario de investidura
LOS PERFILES m¨¢s marcadamente nacionalistas del acuerdo de gobierno hecho p¨²blico el viernes por el PNV y EA han suscitado no poca inquietud. Si bien las referencias al derecho de autodeterminaci¨®n est¨¢n ya recogidas -incluso con m¨¢s detalle- en el programa electoral de la coalici¨®n nacionalista que gan¨® las elecciones vascas, llama la atenci¨®n que su esquema de gobierno las coloque m¨¢s en primer plano que nunca y que el PNV deje al socio menor, Eusko Alkartasuna, poner la etiqueta a la nueva legislatura. Pero sorprende a¨²n m¨¢s que, transcurridos ya dos meses del 13-M, los discursos de ambos partidos y de Ibarretxe contin¨²en en el mismo punto de inconcreci¨®n en que quedaron la noche electoral.
Es cierto que el desenlace de los comicios ha tenido un efecto bals¨¢mico sobre la crispada escena pol¨ªtica vasca. Por otra parte, la desvinculaci¨®n del colectivo Aralar, que encabeza Patxi Zabaleta, de Batasuna -la en¨¦sima metamorfosis del mundo pol¨ªtico que gira alrededor de ETA-, revela que los efectos del batacazo electoral han sido mucho m¨¢s profundos de lo que pueden admitir sus portavoces. Desde el nacimiento de HB, en 1979, nunca se hab¨ªa producido un cuestionamiento interno tan frontal de lucha armada y del revolucionarismo primario que empapa la estrategia de Batasuna.
Se ha despejado tambi¨¦n la inc¨®gnita de la entrada de IU en el nuevo Ejecutivo de Ibarretxe. El deseo de incorporar al Gobierno una tercera fuerza que atenuara, al menos superficialmente, su tinte nacionalista no ha sido tan fuerte como para acceder a las compensaciones presupuestarias que solicitaba Javier Madrazo para su ¨²nica cartera. Por tanto, el PNV y EA se disponen a afrontar cuatro a?os con una orientaci¨®n monocolor y las solas fuerzas de su mayor¨ªa relativa reforzada (33 parlamentarios sobre 75). La pr¨¢ctica imposibilidad de que se produzca una confluencia de toda la oposici¨®n, donde conviven PP (19 esca?os), PSE (13), IU (3) y Euskal Herritarrok (7), le otorga a la minor¨ªa que encabeza Ibarretxe un horizonte de estabilidad suficiente. A ello se suma el compromiso moral de los partidos democr¨¢ticos de no buscar acuerdos con el brazo pol¨ªtico de ETA. Pero ni una cosa ni otra garantizan que el Gobierno nacionalista no pueda sufrir aprietos ocasionales.
Al margen de estos descartes, el resto es nebulosa. Se han dado por parte del lehendakari en funciones y alguno de sus colaboradores gestos de firmeza ante los violentos y de una tenue solidaridad con las v¨ªctimas que se echaron a faltar en la etapa anterior. Pero, m¨¢s all¨¢ de afirmaciones elementales y condolencias, poco se sabe sobre qu¨¦ va a hacer concretamente el nuevo Gobierno para proteger 'la vida y las libertades de todas las personas', que es la base de cualquier democracia. Por ejemplo, de aquellas que estos d¨ªas han sufrido el ataque de los terroristas callejeros por el simple hecho de ser familiares de pol¨ªticos no nacionalistas. O de ese 50% de los vascos que, seg¨²n el Euskobar¨®metro, tiene miedo a participar activamente en pol¨ªtica e incluso a hablar. Las pausas que se toma ETA en su empe?o criminal no pueden difuminar la realidad de que los 'derechos' efectivamente vulnerados en Euskadi son los de los ciudadanos amenazados por una violencia sectaria que discrimina a sus v¨ªctimas ideol¨®gicamente.
En su discurso de investidura de ma?ana, Ibarretxe debe aclarar c¨®mo va a conciliar la b¨²squeda de la paz a trav¨¦s del di¨¢logo, y sin mezclarla con reivindicaciones pol¨ªticas, con la necesaria deslegitimaci¨®n de quienes no admiten otro di¨¢logo que el que satisfaga sus posiciones totalitarias. O c¨®mo se conjuga la exigencia de la integridad del Estatuto de Gernika y la denuncia de sus incumplimientos con planteamientos de superaci¨®n que se sit¨²an al margen de los procedimientos institucionales establecidos en ¨¦l. Reclamar en nombre de la sociedad vasca el 'derecho' a 'ser consultada' sobre su futuro sin precisarle qu¨¦ se le va a proponer, cu¨¢ndo y c¨®mo, no contribuye a la 'normalizaci¨®n' predicada. El candidato del PNV-EA tiene el deber de aclarar si de verdad aspira a ser el lehendakari de todos los vascos, y no s¨®lo de los 604.000 que le dieron el voto.
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