Sant Medir, 25 a?os de libertad sindical
En 1976, 700 delegados de CCOO eludieron a los 'grises' y celebraron en Barcelona su asamblea constituyente
La polic¨ªa barcelonesa estaba alertada de que algo gordo se coc¨ªa en una parroquia barcelonesa aquel caluroso julio de 1976 y procedi¨® al registro de unas cuantas iglesias entre las que afortunadamente no se encontraba la de Sant Medir. El teatrillo de esta parroquia, de la que era titular Mos¨¦n Vidal, fue elegido por los dirigentes de CC OO para acoger alrededor de un millar de sindicalistas venidos clandestinamente de toda Espa?a, para asistir al acto en el que se sentaron las bases del nacimiento formal del sindicato m¨¢s combativo durante el franquismo.
Veinticinco a?os atr¨¢s hab¨ªa que armarse de valor para participar en una reuni¨®n tan significada, que acab¨® celebr¨¢ndose en Barcelona para zafarse del cerco de los grises en Madrid en torno al l¨ªder Marcelino Camacho y a otros miembros de la c¨²pula de la organizaci¨®n sindical m¨¢s temida por el r¨¦gimen. Se trataba de aprovechar la coyuntura de cierta tolerancia que empezaba a respirarse en Catalu?a. El temor a que la jornada hist¨®rica acabara con detenciones masivas indujo a los organizadores a inclinarse por Barcelona y reducir a 10 horas la asamblea general, que inicialmente se hab¨ªa pensado que durara tres d¨ªas. Demasiada brevedad para unos hombres que llevaban 40 a?os aguardando la libertad sindical y pol¨ªtica por la que perdieron la vida centenares de compa?eros y otros muchos segu¨ªan encarcelados. El responsable de organizar el evento, de la seguridad y de las relaciones con la prensa fue el sindicalista del textil Manuel Mart¨ªnez, quien recuerda, como si fuera de ayer, hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle.
El acto cost¨® 1.000 pesetas, que se gastaron en pintura y pancartas; la tela fue un regalo
Aquel 11 de julio de 1976 se metieron con calzador un millar de personas en la parroquia. Ni las altas temperaturas que animaron a muchos asistentes a quitarse la camisa, ni el riesgo que corr¨ªan tentaron a nadie a marchar. Todos deseaban o¨ªr a Marcelino Camacho y al joven Nicol¨¢s Sartorius, que empezaba a granjearse fama de lumbrera. El moderador era el dirigente comunista Cipriano Garc¨ªa, que un a?o m¨¢s tarde, en las primeras elecciones democr¨¢ticas, dar¨ªa cara al PSUC con el famoso cartel que rezaba: 'Mis manos, mi capital'.
En las horas previas a la asamblea fueron llegando delegaciones de toda Espa?a. Nadie se explica todav¨ªa c¨®mo la polic¨ªa no se percat¨® de la llegada de 700 delegados. Las representaciones m¨¢s numerosas eran las de Andaluc¨ªa y Castilla. La contrase?a era llevar la revista Derecho social, que editaba el grupo de abogados laboralistas madrile?os y que dedic¨® su portada a los detenidos del Proceso 1001. Manuel Mart¨ªnez recuerda ahora que para reconocer a los compa?eros reci¨¦n llegados no hac¨ªa falta fijarse en la revista, 'bastaba con mirarles, con sus barbas, sus patillas, la indumentaria y hasta sus andares'. Tras los saludos pertinentes las delegaciones m¨¢s numerosas, integradas por 60 o incluso 80 personas, se mov¨ªan en grupo.
Al recuerda los detalles, Mart¨ªnez no puede evitar exclamar: 'Tuvimos suerte de que no nos detuvieran, ?cu¨¢ntas imprudencias cometimos!'. El veterano sindicalista que sustituy¨® en la organizaci¨®n del acto a Armando Var¨®, debido a los frecuentes desplazamientos de ¨¦ste, guarda como oro en pa?o las ¨²nicas fotograf¨ªas que se conservan de la asamblea, en las que ¨¦l mismo aparece a la derecha, tomadas por un periodista de la televisi¨®n alemana, la ¨²nica autorizada a asistir. Por motivos de seguridad no se avis¨® a los medios de comunicaci¨®n barceloneses, con la ¨²nica excepci¨®n del periodista Xavier Vinader de Mundo Diario.
En un tiempo en el que el arrojo personal se med¨ªa por los despidos, las detenciones y los meses pasados en la c¨¢rcel, no es de extra?ar que durante 10 horas a nadie se le ocurriera proponer parar ni para comer. A la mayor¨ªa les bastaba o¨ªr las voces de algunos de los hombres m¨¢s odiados por el r¨¦gimen para olvidarse de las estrecheces y del calor intenso.Cuando Marcelino Camacho arranc¨® hablando de 'las decenas de miles de despedidos y encarcelados, adem¨¢s de los compa?eros que perdieron la vida en el empe?o como el tributo que nos ha tocado pagar a CC OO' no se o¨ªa ni una mosca. Al acabar su intervenci¨®n parec¨ªa que el teatrillo se ven¨ªa abajo con los gritos de las consignas pol¨ªticas que exig¨ªan aminist¨ªa y libertad. Nicol¨¢s Sartorius fue el encargado de informar sobre la situaci¨®n socio-pol¨ªtica del pa¨ªs y de lo que ¨¦l defin¨ªa como 'una econom¨ªa a la deriva que ning¨²n gobierno fascista podr¨¢ enderezar jam¨¢s'.
El hist¨®rico acto en el que se lleg¨® al acuerdo de avanzar hacia el proceso constituyente del sindicato, cost¨® a los organizadores 1.000 pesetas, que se emplearon en pintura para las pancartas y algunos desplazamientos. La tela de las pancartas sali¨® gratis porque una tienda de retales la regal¨® al decirles que eran para la AA VV del barrio. La cantidad que ahora parece insignificante no se lo pareci¨® entonces tanto a Manuel Mart¨ªnez, que la pag¨® de su bolsillo en un momento en el que estaba en paro.
El actual presidente de la AA VV de Sant Mart¨ª, Manuel Mart¨ªnez, a¨²n recuerda el vuelco que le dio el coraz¨®n cuando iba a encontrarse con la delegaci¨®n de Poblenou y vio varias furgonetas de grises aparcadas en el lugar de la cita. Cuenta que se le nubl¨® la vista pensando que los hab¨ªan detenido a todos. Unos metros m¨¢s adelante respir¨® aliviado al encontrar a sus compa?eros y constatar que el despliegue policial se deb¨ªa a que los trabajadores de Motor Ib¨¦rica hac¨ªan huelga.
De los actos conmemorativos del 25 aniversario los m¨¢s emotivos ser¨¢n sin duda los que tendr¨¢n lugar en la iglesia del Pi porque Mos¨¦n Vidal est¨¢ ahora en esta parroquia. Quieren agradecerle la ayuda prestada entonces al movimiento obrero. No es casual que fuera este sacerdote -que tan buenos servicios prest¨® a la lucha antifranquista- el que hace unos meses abri¨® su parroquia a centenares de inmigrantes, que se encerraron all¨ª para exigir su regularizaci¨®n.
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