Un toro cae encima de un mozo en un encierro peligroso
En la romana, Segador da 550 kilos. Es un burel guapo, vestido con una capa que los taurinos tienen registrada con el rumboso nombre de jabonero. Cuando pasea por el campo, dicen, las vacas enloquecen (en el buen sentido). Le gusta pavonearse, como a todos los bravos, con la testuz bien alta. Guarda la barriga, saca los costillares y deja que la badana, prominente como las barbas de Barrab¨¢s, se cimbree con una gracia que para s¨ª quisiera el n¨²mero 88.
Pues bien, ayer, este pesado jabonero de nombre Segador, en pleno encierro y con las c¨¢maras de medio mundo enfocando a su soberbia testuz, tom¨® una decisi¨®n: adelgazar. Hizo suyos los pesares de otras especies y se puso a dieta (eso s¨ª, s¨®lo le dur¨® unas horas). ?Casi medio minuto tard¨® en levantar el orondo trasero del fr¨ªo adoquinado pamplon¨¦s! Claro que si ¨¦l se vio por primera vez gordo, no digamos nada del parecer del joven que durante unos segundos qued¨® aplastado por la mole brava. El valenciano Alejandro Hernandis, de 30 a?os, se vio de repente sorprendido, no por una cornada, sino por una aplomada. Segador le cay¨® encima casi al final de la calle Estafeta a la altura de la bajada de Javier.
De la presi¨®n y el primer golpe le qued¨® un trauma craneal banal. Por la tarde, estaba en casa. ?l y el madrile?o David Guti¨¦rrez, que en la entrada a la plaza fue literalmente arrollado por otro de los toros de la ganader¨ªa de Santiago Domecq, fueron los heridos m¨¢s serios del peligroso quinto encierro de sanfermines. Una contusi¨®n en el abdomen y un pitonazo superficial fue el resultado del encuentro que en un principio se antoj¨® tragedia densa. El resto de los tres traslados a los hospitales se fueron en golpes, despistes y trastazos.
La manada sale del corral de Santo Domingo y, con buen paso, alcanza la plaza del Ayuntamiento. De aqu¨ª a Estafeta, la primera ca¨ªda. La segunda, ya cl¨¢sica, se la apunta la endemoniada curva que abre la larga recta camino de la plaza. En este primer tramo, carreras explosivas, cuerpos que se mueven como l¨¢tigos enfermos de fiebre. Los seis toros se separan. Se abren huecos y en ellos se cuelan las espaldas sedientas de pitones. El aire vibra. La tensi¨®n se hace esquirlas.
Y, al final, all¨ª donde Estafeta cruza con la bajada de Javier, Segador deja caer su media tonelada de carne brava (y en pocas horas incinerada). Tropieza con Mariano Santiago, de 21 a?os, y... ?patapl¨¢s!, su lomo deja inm¨®vil a Alejandro. En ese momento, cuentan los que le conocen, el mundo se le vino encima. Por primera vez en su historia, la D coronada de Santiago Domecq pisaba Pamplona y la estrella de la manada, el jabonero guapo, obeso, inm¨®vil e indefenso durante 30 largos segundos. Ser¨ªa por eso que, por fin, se levant¨® y enfurecido del papel¨®n realizado embisti¨®, cargado de kilos y de razones, contra el corredor experimentado Alberto Guillam¨®n. Marr¨®, pero ah¨ª qued¨® eso: su peso, por primera vez en sus cuatro a?os de vida, le pes¨®.
![El encierro de Domecq entra en la calle Estafeta.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/RXLFBTZRVBP2OIPKEQGPACBIYA.jpg?auth=7f220253fd3ddd99d28ff3fb0d642936f30ae4bb4a0e215eea415c9989657881&width=414)
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