I + d: una reflexi¨®n sobre la docencia en la Universidad
'La Universidad es algo sin¨®nimo de libertad. Libertad de pensar, libertad de contagiar y libertad, finalmente, de ser contagiados'.
Juli¨¢n Mar¨ªas
No se trata de un error tipogr¨¢fico. Con este t¨ªtulo pretendemos llamar la atenci¨®n, utilizando dos siglas muy al uso, sobre la concurrencia de dos actividades en los profesionales de la ense?anza universitaria. 'I', de investigaci¨®n, claro, con may¨²scula; y 'd', de docencia, con min¨²scula. Con min¨²scula porque quiz¨¢s as¨ª refleje mejor su situaci¨®n real en la instituci¨®n universitaria, en la que todos hablamos de nuestros proyectos de investigaci¨®n, pero muy poco de nuestra docencia diaria. Si repasamos los peri¨®dicos de los ¨²ltimos meses encontraremos un buen n¨²mero de art¨ªculos de opini¨®n sobre el problema de la investigaci¨®n en nuestro pa¨ªs. M¨¢s a¨²n, ahora que se discute el complejo tema de una nueva ley universitaria, los temas que afectan a la investigaci¨®n en la Universidad, a la organizaci¨®n de la misma y a la selecci¨®n del profesorado seguir¨¢n, sin duda, siendo los temas estrella de los titulares. Poco o nada acerca de la docencia universitaria.
Existe masificaci¨®n en nuestras universidades. La poblaci¨®n de estudiantes supera el mill¨®n y medio y, como indica Miguel ?ngel Quintanilla, ahora para la Universidad: '... el gran reto es c¨®mo hacer compatible esta dimensi¨®n social de servicio p¨²blico con las exigencias de calidad e incluso excelencia que le son propias...'. Esto se traduce en una magn¨ªfica excusa para explicar el fracaso de los estudiantes, sobre todo de los primeros cursos. Algo de verdad hay en ello, pero habr¨ªa que ser m¨¢s autocr¨ªticos y pensar si no hay alguna falta de capacitaci¨®n, organizaci¨®n y dedicaci¨®n por nuestra parte para recuperar gran parte de estos alumnos que, adem¨¢s, son la mayor¨ªa y corresponden al perfil del estudiante medio. Se nos olvida a menudo que las instituciones existen porque el hombre medio existe. Creemos, con Ortega y Gasset en su Misi¨®n de la Universidad, que es forzoso referir toda instituci¨®n al hombre de dotes medias; para ¨¦l est¨¢ hecha y ¨¦l tiene que ser su unidad de medida. Si nos ha tocado vivir tiempos de cambio vertiginoso, tiempos en los que la Universidad espa?ola ha demostrado su capacidad para hacer, en t¨¦rminos generales, una buena investigaci¨®n en un tiempo corto, creemos que sus profesores tambi¨¦n tienen capacidad para hacer una mejor docencia.
Las tareas que deben desarrollar los profesores universitarios comprenden labores docentes, investigadoras, de gesti¨®n y de extensi¨®n cultural. Estas tareas est¨¢n ¨ªntimamente relacionadas y han de ser inseparables, en especial la investigaci¨®n y la docencia. Pero es un hecho que, en muchos casos, existe una tensi¨®n evidente entre estas dos facetas. Decantada, sin duda, hacia la labor investigadora. Si fu¨¦semos capaces de conocer el n¨²mero real de horas que se dedica a la labor docente, incluyendo tutor¨ªas, seminarios e incluso horas de preparaci¨®n de las clases, tendr¨ªamos en muchos casos n¨²meros sonrojantes. Este abuso cotidiano, este desajuste entre la buena pr¨¢ctica docente e investigadora, ser¨ªa justificado por gran n¨²mero de profesores por la mayor gratificaci¨®n intelectual de la investigaci¨®n. Esto, en el mejor de los casos, es una p¨¦sima justificaci¨®n y puede presentar, a medio y largo plazo, connotaciones negativas. No existe, por otro lado, una concordancia entre los estudios que abordan la relaci¨®n docencia e investigaci¨®n que muestren una clara correlaci¨®n entre excelencia en investigaci¨®n y excelencia en docencia. Por supuesto que hay excepciones, pero el equilibrio entre ambas labores es dif¨ªcil conseguirlo.
Sin embargo, cuando nos preguntamos acerca de esta tensi¨®n entre investigaci¨®n y docencia encontramos m¨¢s analog¨ªas que diferencias. Hacer buena ciencia y docencia necesita de tiempo, de una buena dosis de trabajo personal y disciplina, de aprender a corregir errores para establecer criterios personales. Necesitan de una b¨²squeda constante, de un pathos creativo, de un deseo inteligente, como dir¨ªa Jos¨¦ Antonio Marina. Como afirmaba Ortega, 'la ciencia es creaci¨®n, y la acci¨®n pedag¨®gica se propone s¨®lo ense?ar esa creaci¨®n, transmitirla, inyectarla y digerirla'. Tambi¨¦n docencia e investigaci¨®n requieren de la generosidad de que nos habla San Agust¨ªn en sus Confesiones. Y, al igual que hay muchas formas de hacer ciencia, hay id¨¦nticas formas de ense?arla: con elegancia, con prepotencia, con avaricia, con ansiedad, con humildad, con cierta dosis de espiritualidad... No dudemos que nuestras pr¨¢cticas docente y cient¨ªfica son un fiel reflejo de nuestra lectura personal del mundo que nos rodea. Al igual que la interpretaci¨®n de una obra sinf¨®nica, el desarrollo del contenido de una clase y la gestaci¨®n de una hip¨®tesis cient¨ªfica son, esencial y necesariamente, actos irrepetibles. Adem¨¢s, hay que afirmar que alcanzar excelencia en investigaci¨®n y docencia necesitan tambi¨¦n dinero. Para mejorar las infraestructuras cient¨ªficas, pero tambi¨¦n para aulas, bibliotecas, servicios inform¨¢ticos y laboratorios de pr¨¢cticas dignos. Fondos para cubrir las plantillas desde criterios puramente docentes y as¨ª minimizar la ratio alumno/profesor y poder ofrecer una ense?anza te¨®rica y pr¨¢ctica m¨¢s personalizada. Hace falta aumentar los fondos para investigaci¨®n y desarrollo, pero tambi¨¦n hay que reclamar en foros p¨²blicos fondos para una mejor y m¨¢s digna infraestructura docente.
Mejorar la docencia implicar¨ªa construir para cada ¨¢rea de conocimiento del ¨¢mbito universitario un programa educativo reflexionado que responda a preguntas simples y cr¨ªticas: a qu¨¦ tipos de alumnos se va a ense?ar, c¨®mo se debe ense?ar, qu¨¦ pretendemos comunicar y c¨®mo controlar el proceso de aprendizaje de los estudiantes. Estamos de acuerdo con lo que en este sentido recoge el olvidado y criticado informe Bricall, que insist¨ªa en que la instituci¨®n educativa deber¨ªa hacer expl¨ªcitos sus objetivos espec¨ªficos, ya que ello supone un valioso elemento de orientaci¨®n para el aprendizaje de los estudiantes. Podemos ir m¨¢s lejos. La tan tra¨ªda y llevada evaluaci¨®n de la calidad docente, h¨¢gase e incent¨ªvase de una vez de forma seria, tendr¨ªa que ser extendida al departamento universitario como unidad b¨¢sica de la tarea docente. Pensamos que un aut¨¦ntico departamento universitario debe asumir, como tarea de equipo de profesionales, el control y seguimiento cr¨ªtico de la actividad docente. Con reflexiones peri¨®dicas sobre la consecuci¨®n de los objetivos concretos que se propongan. Tarea en la que deben involucrarse los profesores del mismo con distinta experiencia y cualificaci¨®n, junto con los ayudantes y licenciados j¨®venes en proceso de formaci¨®n. Aunando esfuerzos y asumiendo que la diversidad de lecturas, personalizada en cada uno de los miembros del departamento, es el mejor potencial del que disponemos. Tambi¨¦n creemos que el asesoramiento personalizado a los estudiantes deber¨ªa empezar a formar parte de nuestro trabajo cotidiano. Nuestra experiencia personal nos dice que el fracaso de un buen n¨²mero de estudiantes es parcialmente debido a la desorientaci¨®n de los mismos. Pensamos que forma parte de nuestro trabajo ofrecer al estudiante puntos de reflexi¨®n y v¨ªas de soluci¨®n a sus problemas.
Se avecinan tiempos de cambio para la Universidad. Aparecer¨¢n opiniones sarc¨¢sticas, prepotentes, poco constructivas. Esperemos que el tema de la docencia no quede al margen de este cambio. Perm¨ªtannos una ¨²ltima reflexi¨®n. En estos tiempo de globalizaci¨®n, de fr¨ªas realidades virtuales, hay, de nuevo con Ortega, que esforzarse en proporcionar a nuestros alumnos universitarios una educaci¨®n para la vitalidad, para el entusiasmo. Estamos seguros de que eso se consigue con una conducta y comunicaci¨®n directas, m¨¢s personales en nuestros pasillos, aulas y laboratorios, a menudo fortalezas secretas e inexpugnables. Como ha escrito George Steiner, una Universidad digna es sencillamente aquella que proporciona el contacto personal del estudiante con el aura y la amenaza de lo sobresaliente. Esto es cuesti¨®n de proximidad, de ver y de escuchar. No es sino lo que Fernando Savater, en su El valor de educar, nos dice: 'La verdadera educaci¨®n es aquella que proporciona m¨¢s educaci¨®n'. Nos preguntamos si acaso no es ¨¦ste el enigm¨¢tico significado de la sentencia tao¨ªsta: Conocemos el sonido de la palmada de dos manos, pero ?cu¨¢l es el sonido de la palmada de una sola mano?
Antonio Heredia Bayona es profesor titular de Bioqu¨ªmica y Biolog¨ªa Molecular de la Universidad de M¨¢laga, y Miguel ?ngel Quesada Felice es profesor titular de Biolog¨ªa Vegetal de la misma universidad.
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