El G-8 y las Naciones Unidas
En noviembre de 1975, las graves perturbaciones econ¨®micas que produce la crisis del petr¨®leo llevan a los seis mayores pa¨ªses industriales del mundo -Estados Unidos, Alemania, Jap¨®n, Francia, Reino Unido e Italia-, reunidos en Rambouillet, a intentar afrontar conjuntamente tan dif¨ªcil situaci¨®n. As¨ª nace el G-6, que en 1976 se convierte en G-7 con la incorporaci¨®n de Canad¨¢, y a cuyas reuniones, que tendr¨¢n en adelante car¨¢cter anual, se invitar¨¢, a partir de 1977, a la Uni¨®n -entonces Comunidad- Europea. La globalizaci¨®n financiera en los a?os ochenta, los procesos de mundializaci¨®n en todos los otros ¨¢mbitos en la d¨¦cada de los noventa y la patente ausencia de una gobernaci¨®n democr¨¢tica global acent¨²an la necesidad de concertar pol¨ªticamente el funcionamiento de la econom¨ªa mundial. Lo que da alas al G-7 y hace que a partir de la cumbre de N¨¢poles, en 1994, se piense en integrar a Rusia en el Grupo y que ¨¦ste se convierta en G-8 en las cumbres de Denver y Birmingham. Pero esa plataforma de las potencias pol¨ªticas del Norte necesita para completar su eficacia pol¨ªtico-econ¨®mica contar con los pa¨ªses del Sur. Y a dicho fin se lanza en Colonia, en junio de 1999, el G-20, formado por los ministros de Hacienda y los gobernadores de los bancos centrales -no por los jefes de Estado y de Gobierno-, para marcar el car¨¢cter subalterno en relaci¨®n con el G-8 de los grandes pa¨ªses del Sur. Ahora bien, estamos en plena apoteosis liberal-conservadora -Reagan, Thatcher y compa?¨ªa-, la receta m¨¢gica es la desregulaci¨®n, los Estados se acurrucan y achican su presencia interior y exterior, y las empresas, sobre todo las grandes multinacionales, se autoconstituyen en protagonistas principales, cuando no ¨²nicas, de la econom¨ªa y, en particular, de la organizaci¨®n de la esfera econ¨®mica mundial. Por el contrario, las Naciones Unidas, esa ¨²ltima esperanza internacional del siglo XX, ven incrementados, a?o tras a?o, sus cometidos y el n¨²mero de sus miembros, a la par que disminuyen sus recursos y su legitimidad. En los ¨²ltimos 20 a?os asistimos, adem¨¢s, a su desmantelamiento sistem¨¢tico, que no s¨®lo se ha traducido en una dr¨¢stica reducci¨®n de su personal y de su presupuesto, sino tambi¨¦n en una implosi¨®n de su mandato, cada vez m¨¢s parvo, en la neutralizaci¨®n de sus agencias m¨¢s combativas -CNUCED, UNEP, Unesco, UNDP, OIT, etc¨¦tera- y en la creaci¨®n de instancias alternativas, situadas fuera del ¨¢mbito de las Naciones Unidas, a las que se encargan las misiones que hasta ahora se les hab¨ªan confiado a ellas. Todo ello no sucede por azar, sino que es el resultado de un obstinado recelo de EE UU, que, a pesar del provecho que obtiene del marco institucional existente, sigue consider¨¢ndolo como un l¨ªmite a su poder y, en cuanto tal, como un obst¨¢culo a eliminar. De ah¨ª su negativa a pagar durante tantos a?os su cuota, la permanente tendencia a ningunear sus decisiones y normas y la entusiasta promoci¨®n de otras estructuras y foros. El G-8, muy en primer lugar, que, en virtud de la prioridad que concede a lo econ¨®mico-financiero -de hecho, los ministros de Hacienda y los gobernadores de los bancos centrales son los verdaderos gestores de las reuniones- y de su vinculaci¨®n con las organizaciones econ¨®micas internacionales, es el partenaire por antonomasia de las multinacionales.
En la ¨²ltima cumbre en Okinawa, el comunicado oficial del G-8 declara taxativamente que la globalizaci¨®n exige acci¨®n pol¨ªtica y postula que ¨¦sta debe ejercitarse mediante una nueva ronda de negociaciones dirigidas por la OMC. El G-8, arrog¨¢ndose competencias que no tiene, transfiere el mandato pol¨ªtico de las Naciones Unidas a instituciones econ¨®micas internacionales estrechamente ligadas con los grandes centros del poder econ¨®mico. En G¨¦nova, una vez m¨¢s, los se?ores que nos gobiernan abordar¨¢n los temas de la deuda, de la lucha contra la pobreza y el sida desde la opci¨®n liberal conservadora, eje del pensamiento ¨²nico. Frente a ellos, el Foro Social de G¨¦nova propone una manifestaci¨®n contra el racismo y por el derecho de los inmigrantes el 19; el 20, una jornada de debates y propuestas, y el 21, una gran manifestaci¨®n para la anulaci¨®n total de la deuda de los pa¨ªses del Sur. A la espera de la segunda edici¨®n del Foro Social Global de Porto Alegre, la mundializaci¨®n solidaria tendr¨¢ tambi¨¦n en G¨¦nova sus heraldos.
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