Cineclassics comienza hoy un ciclo con obras maestras de Rossellini
Seis pel¨ªculas del eminente cineasta italiano se emiten en julio y agosto
Junto a esas cuatro obras esenciales del cineasta, el ciclo que se emite en Canal Sat¨¦lite Digital incluye Ya no creo en el amor (1954), que es la ¨²ltima de las colaboraciones entre Roberto Rossellini y su segunda mujer, la actriz sueca Ingrid Bergman; y Rogopag (1963), que es una coproducci¨®n franco-italiana compuesta en sketchs de media hora de duraci¨®n, el primero de los cuales, titulado Castidad, es el dirigido por Rossellini. Ambos filmes tienen inter¨¦s, pero no alcanzan la enorme estatura moral y est¨¦tica, que aumenta con el paso de los a?os, alcanzada por las cuatro primeras pel¨ªculas programadas, que -junto a Viaje en Italia, Pa?sa, Francisco, juglar de Dios, El general Della Rovere y algunas otras- llenan la zona vertebral de la plenitud de Rossellini.
A estas alturas, y tras m¨¢s de medio siglo de existencia, Roma, ciudad abierta es -como El perro andaluz, de Luis Bu?uel, o El acorazado Potemkin, de Sergu¨¦i Eisenstein- m¨¢s que una pel¨ªcula, es un rasgo identificador de la vida moderna, adem¨¢s de uno de los filmes m¨¢s c¨¦lebres de la historia. Esta genial obra est¨¢ indisolublemente ligada a la forja, que en gran parte ella desencaden¨®, de la escuela del neorrealismo italiano, impulso creador de arte y libertad que tuvo como escenario las desoladas aceras de las fam¨¦licas ciudades italianas de los ¨²ltimos a?os de la II Guerra Mundial y primeros de la posguerra.
La total vigencia de este sobrecogedor, humilde pero colosal, canto a la libertad convierte a Roma, ciudad abierta en una cima de la imaginaci¨®n sublevada. Y hay misterio, por suerte irresoluble, en que el hondo celuloide de este filme hecho casi artesanalmente siga intacto, dando d¨¦cada tras d¨¦cada una lecci¨®n reci¨¦n dicha de cine universal. Y ese misterio se acent¨²a en la casi insoportable intensidad de Alemania, a?o cero, la m¨¢s dura, grave, comprometida y, sobre todo, apiadada y generosa mirada derramada por el cine sobre las huellas del horror de la guerra.
Y otras esquinas de ese enigma se iluminan tras ver Stromboli y Europa 51, dos encuentros en la cumbre de Bergman y Rossellini, obras incatalogables, formalmente libres y audaces, que abren camino a una mirada vivificadora, iluminadora, plenamente due?a de s¨ª misma, de la vida y su aventura diaria, esa epopeya de lo cotidiano que es la conquista suprema del cine moderno. La fuerza irradiadora de estos filmes llega intacta a nuestras d¨ªas y hoy son fuente de reconquista por el cine de su perdida capacidad para transformar el mundo.
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