La necedad del arte contempor¨¢neo
Cuando ya ten¨ªa mi art¨ªculo escrito sobre la necedad en el arte contempor¨¢neo me lleg¨® la invitaci¨®n de un tal Santiago Sierra, artista, bajo el t¨ªtulo: Encierro de veinte trabajadores en la bodega de un barco. Puerto de Barcelona. Julio 2001.
Antes, el artista era aquel que se destacaba del resto por ver con mayor percepci¨®n la realidad, devolvi¨¦ndonosla de tal forma que nos hac¨ªa reflexionar sobre el mundo y la condici¨®n humana. Ahora, algunos de los que se hacen llamar artista (incluso con buena intenci¨®n, no hay duda de ello) no ven nada m¨¢s all¨¢ de lo que ve el resto de seres humanos. Lo que priva ahora es este arte de la pura constataci¨®n que halla sus avales en lo pol¨ªticamente correcto, por una parte, y en un buen n¨²mero de j¨®venes comisarios sin ninguna cultura que operan en bienales por todo el mundo. ?stos se han convertido en parques tem¨¢ticos con un ligero barniz cultural, lo cual a?ade prestigio al asunto, y son una sencilla y eficaz forma de promover el turismo en las ciudades perif¨¦ricas.
Esto es lo que Paul Ardenne, en un l¨²cido art¨ªculo titulado Bienal de Venecia, un parque de atracciones destilando aburrimiento, acaba de denunciar respecto a la ¨²ltima edici¨®n de la Bienal italiana, aunque ya empieza a ser una opini¨®n generalizada, incluso entre profesionales -entre los que me cuento- que siempre han defendido un arte no convencional.
No se trata, pues -no nos confundan-, del consabido argumento de aquellos que, miopes respecto a cualquier medio nuevo, se erigen en defensores de la pintura como ¨²ltimo reducto de lo 'que tiene que ser'. Se trata de una nueva situaci¨®n derivada de la posmodernidad en donde el arte es uno de los ingredientes medi¨¢ticos de la industria cultural.
A lo que ¨ªbamos: ahora lo convencional es esto. Un sociologismo barato que se plasma en innumerables im¨¢genes de adolescentes deprimidos o simplemente aburridos en sus habitaciones de turno. O bien la denuncia, en primer grado, de situaciones de opresi¨®n por raza o sexo (ya no se lleva tanto lo de la clase social, pues ya casi no existen). O bien sencillamente la nader¨ªa m¨¢s total, el imperio del vac¨ªo. Esto ¨²ltimo se presenta siempre como algo enigm¨¢tico, cr¨ªptico o absurdo. Y ya se sabe, lo incomprensible siempre corre el riesgo de parecer inteligente.
La idea del se?or Sierra no es muy brillante; tampoco es, a estas alturas, radical. Yo no soy ninguna artista y se me ocurre enseguida que podr¨ªamos soltar 1.000 cerdos en la calle de Ferran de Barcelona para que los ciudadanos tomaran conciencia sobre la fiebre porcina, un tema que a¨²n no ha encontrado su expresi¨®n, digamos, pl¨¢stica. El jaleo ser¨ªa horroroso, el olor inmundo y el efecto entre los turistas del mes de julio, quiz¨¢ devastador. Saldr¨ªamos en la prensa, tan parca de noticias en verano.
Pero no todo es tan sencillo. La calidad o no de una propuesta depende de m¨²ltiples variables. Una de ellas es hist¨®rica. ?Es lo mismo aislar un hecho cotidiano ahora que cuando lo estipul¨® Duchamp, har¨¢ pronto 100 a?os? Evidentemente, no es lo mismo. A finales de la d¨¦cada de 1950, las llamadas acciones y happenings aislaron retazos de vida para, entre otras cosas, que el espectador tomara conciencia sobre acciones cotidianas b¨¢sicas -comer, dormir, respirar, hacer el amor-. En aquella ¨¦poca, aquellas acciones provocaban y desconcertaban, hoy simplemente se han convertido en el contenido del Gran Hermano, la cumbre del arte experimental. Los protagonistas de aquellas acciones, enfrentados a un mundo fuertemente jerarquizado en lo pol¨ªtico y muy conservador en las costumbres, iban a parar a la c¨¢rcel: hoy rellenan la secci¨®n estival de un peri¨®dico y hacen arquear una ceja del lector distra¨ªdo, nada m¨¢s. De hecho, aquellas acciones de los a?os cincuenta y sesenta del siglo XX cambiaron de tal modo nuestra percepci¨®n y nuestro comportamiento que hoy ciertas estrategias pol¨ªticas y ciertos s¨ªmbolos de contestaci¨®n son deudores de aquellos gestos: los ganaderos sueltan sus vacas y los rebeldes de toda causa se desnudan en p¨²blico porque hubo artistas que hicieron algo semejante har¨¢ 40 a?os.
Lamentablemente, siempre habr¨¢ quien, por ignorancia, descubra Mediterr¨¢neos, y nunca lo vac¨ªo ser¨¢ inocente. Cuanto m¨¢s vac¨ªo es, y menos se pertenezca a s¨ª mismo, m¨¢s materia ofrece a la instrumentalizaci¨®n. Seguiremos.
Victoria Combal¨ªa es cr¨ªtica de arte y directora de Tecla Sala.
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