Refrescante aire de comedia
Volver a Dario Fo es casi un deber, porque en muchos sentidos est¨¢ por descubrir. No sus obras, desde luego, pero s¨ª esa forma tan especial, tan directa, inmediata, en que es necesario montarlas. No en vano el suyo es un teatro que deriva directamente de la commedia dell'arte sin la cual ser¨ªa imposible explicar el fen¨®meno Fo, un premio Nobel cuando menos inusual, anticonvencional, un clown en Suecia. Es un teatro que a nosotros se nos escapa, hecho de trucos antiguos, de complicidades con el p¨²blico establecidas de siglos, salidas previsibles y, sin embargo, eficaces, golpes c¨®micos inveros¨ªmiles pero aceptables porque la convenci¨®n lo consiente.
Tambi¨¦n Mort accidental d'un anarquista sigue los mismos par¨¢metros, una receta tan italiana como los espaguetis. Teatro concebido como panfleto, con temas de estricta actualidad. Pese a ello, Morte accidentale di un anarchico, una pieza ya de 1974, es de las obras de Dario Fo que parecen llamadas a superar la barrera del tiempo. Tal vez porque en esta ocasi¨®n el objeto de su comicidad punzante, pol¨ªtica y socialmente agresiva, es la polic¨ªa, perrazo asesino del poder, y el anarquista se ha acabado convirtiendo hoy en paradigma de toda lucha, cualquiera que sea su nombre, por la libertad. Est¨¢, adem¨¢s, la figura del loco, el buf¨®n, que larga verdades como pu?os.
Volar desde comisar¨ªa
De hecho, el loco es el verdadero protagonista de esta pieza. Un loco que se cuela en comisar¨ªa y se hace pasar por un juez que investiga el caso de la muerte accidental de un anarquista que sali¨® volando -en un raptus, seg¨²n dicen los informes ama?ados- por una de las ventanas de la comisar¨ªa. El loco, de locura lucid¨ªsima, har¨¢ bailar la marimorena a los comisarios involucrados en esta muerte... accidental.
La dificultad de montar esta pieza est¨¢, en todo caso, en traducirla a nuestro lenguaje esc¨¦nico, que nada tiene que ver con los generosos excesos de los c¨®micos italianos que reservan, precisamente, el gesto apenas apuntado para remarcar los momentos m¨¢s significativos. As¨ª est¨¢n concebidos los di¨¢logos, a golpe de gesticulaci¨®n, tan ¨¢giles que no consienten ni un segundo de introspecci¨®n, de duda. Algo que Pere Planella resuelve sin titubeos, d¨¢ndole a la obra de Fo un ritmo ajustado, preciso, para desatar la comicidad.
Y est¨¢n los actores, Josep Minguell haciendo de loco. Joan Massotkleiner y Carles Mart¨ªnez son dos comisarios de aire inconfundiblemente facha, a los que se suma un tercero, Oriol Gen¨ªs, que acabar¨¢, junto con M¨ªriam Alemany, desenredando el embrollo. Joan Cus¨® es un simple polic¨ªa, algo ingenuo, casi tonto, que cae en todos los lazos que el loco le tiende. Minguell ha encontrado en esta ocasi¨®n el punto justo para arrastrar hacia su juego delirante a los polic¨ªas en esta obra que se mantiene fresca, desternillante, como el primer d¨ªa.
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