'Veamos las caras de los dem¨¢s'
Armstrong mand¨® a Rubiera subir a la cabeza del pelot¨®n, mirar el gesto de sus rivales y atacar
Se sub¨ªa la Madeleine, el primer gran puerto del Tour 2001, el primer acto de los tres que reservaba la etapa. Igual que cualquier obra de teatro cl¨¢sico. El Telekom mandaba en el pelot¨®n y por detr¨¢s, tras los corpulentos alemanes, se asomaban unos cuantos rostros conocidos: Beloki, Garzelli, Botero, Sevilla, Mancebo, Igor Gonz¨¢lez de Galdeano... Todos arriba, alerta a cualquier movimiento. La obligaci¨®n de todo l¨ªder de equipo. Pero faltaba uno, el rostro m¨¢s popular del Tour de los dos ¨²ltimos a?os. La cara de un americano de Texas que, adem¨¢s de ser un campe¨®n, tener mejores piernas que las de sus rivales y dominar la mercadotecnia como nadie, tambi¨¦n posee una habilidad hasta ayer desconocida: es un gran artista.
La televisi¨®n francesa enfoc¨® a la parte trasera del pelot¨®n y apareci¨® en pantalla una vi?eta de Chenez, el dibujante que ha contratado para amenizar este Tour. El improvisado dibujo mostraba a un agotado americano y rezaba: 'Armstrong usa pilas usadas'. No era una frivolidad, sino lo mismo que pensaban muchas personas al ver al l¨ªder del US Postal sacando la lengua en la Madeleine, mirando hacia atr¨¢s colocado en las ¨²ltimas posiciones. 'Lo que debi¨® dibujar', aclara Rubiera, su compa?ero de equipo, 'es que Armstrong es un buen actor'.
La imagen del Armstrong rezagado hizo sonar las alarmas de todo el Tour. R¨¢pidamente, una moto de la televisi¨®n acudi¨® al coche de Johan Bruyneel y le pregunt¨® qu¨¦ ocurr¨ªa. La respuesta fue: 'No lo s¨¦. No es normal que Lance vaya tan atr¨¢s. Ha tenido problemas con los auriculares'. Chenez volvi¨® a hacer de las suyas. Dibuj¨® al director con una nariz pinochesca.
La verdad de la etapa es la que sigue. Armstrong s¨ª que tuvo algunos problemas con los auriculares, pero los pudo solucionar sin necesidad de haber bajado ¨¦l mismo hasta la parte trasera del pelot¨®n. Para eso ya ten¨ªa un ayudante, Rubiera. De hecho, fue el asturiano quien se retras¨® hasta el coche de Bruyneel, recogi¨® una radio nueva y se la entreg¨® al americano. ?ste se la coloc¨®, pero segu¨ªa dando problemas, as¨ª que Rubiera repiti¨® la operaci¨®n, s¨®lo que esta vez le entregaron un cable nuevo. Lo subi¨® a su jefe y Armstrong por fin pudo escuchar alto y claro.
Partida de p¨®quer
Pero Armstrong vio el escenario y maquin¨® su propia estrategia: 'Como todos los directores llevan televisi¨®n en el coche, sab¨ªa que estar¨ªan vi¨¦ndome atr¨¢s. He decidido jugar una partida de p¨®quer mentiroso', explic¨® en la meta el hombre fuerte del Tour. Muchos cayeron en la trampa, por mucho que en la meta, con el resultado ya conocido, todos dec¨ªan que ya sab¨ªan que Armstrong disimulaba. El americano despert¨® sospechas entre sus enemigos, y lo mismo pod¨ªa abrir dudas entre los suyos. ?l se las despej¨® en secreto durante la carrera. 'Nos dec¨ªa que iba muy bien, as¨ª que no me he asustado. No ten¨ªa ninguna preocupaci¨®n', asegura Rubiera.
Lleg¨® el Glandon. El segundo acto de la comedia, o tragedia seg¨²n c¨®mo se mire. El US Postal estaba dispuesto a seguir con su t¨¢ctica del despiste. El Telekom segu¨ªa a lo suyo. Ten¨ªa a seis corredores, por s¨®lo tres el equipo americano (Armstrong y los dos espa?oles). As¨ª que permitieron pensar a los dem¨¢s que Armstrong no ten¨ªa fuerzas ni equipo. Sin embargo, en el US Postal entr¨® algo de nerviosismo. Soplaba el viento de costado y una posici¨®n tan trasera era peligrosa. 'Lance, ?subimos un poco?', le preguntaron los espa?oles y la respuesta fue categ¨®rica: 'Aqu¨ª, aqu¨ª; seguimos aqu¨ª'.
El americano llevaba la pel¨ªcula de la etapa estudiada. Sab¨ªa d¨®nde y cu¨¢ndo iba a destrozar el pelot¨®n. Por la ma?ana, en la salida, hab¨ªa jugado tambi¨¦n al despiste. Hab¨ªa dicho a las cadenas de televisi¨®n que Alpe d'Huez es el lugar m¨¢s conocido por los aficionados americanos, pero que era una m¨¢s de las cinco de monta?a, que no marcar¨ªa demasiadas diferencias. Su teor¨ªa, en cambio, era otra. Tras haberse subido al podio, por la tarde, la confes¨®: 'Alpe d'Huez es la subida m¨¢s famosa del ciclismo y quer¨ªa ganar aqu¨ª. He puesto todo mi esfuerzo en el empe?o. No pod¨ªa ir m¨¢s r¨¢pido. Quiz¨¢s lo pague en la cronoescalada y pierda dos minutos'. ?Dos minutos? Al parecer, Armstrong le ha cogido el gusto al p¨®quer y los disimulos.
Lleg¨® el momento de la verdad. El estadounidense explic¨® a Heras y Rubiera exactamente lo que quer¨ªa: 'Vamos para adelante. Veamos las caras de los dem¨¢s'. Dicho y hecho. Coincidiendo con el momento en que a Beloki se le sali¨® la cadena de la bicicleta, Rubiera gan¨® posiciones en el pelot¨®n. Y oy¨® por detr¨¢s una voz que le orden¨®, autoritaria: 'Dale, Chechu'. Rubiera cerr¨® los ojos y ejerci¨® por primera vez en su vida de lanzador de un sprint, s¨®lo que en plena monta?a y a falta de 13 kil¨®metros para la meta. 'Fui a muerte durante 500 metros', relata el espa?ol. Vi que s¨®lo me segu¨ªa Armstrong. Que Ullrich y los dem¨¢s se quedaban atr¨¢s'. Termin¨® ese tramo y se qued¨® sin aire. Su jefe vio que flaqueaba y se fue solo hacia arriba. Fue la ¨²ltima vez que le vio en carrera. Rubiera no pudo dar una sola pedalada m¨¢s a ese ritmo. 'Si en vez de 500 metros hago tres kil¨®metros a esa velocidad, entonces har¨ªa podio'. El espa?ol se qued¨® roto, pero vio que su l¨ªder ya se bastaba y sobraba.
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