Imputancia
Me han llegado noticias alborozadas tras la decisi¨®n de los fiscales que adornaron al se?or Cardenal en sus augustas funciones. Todas eran de alivio, quiero decir que manifestaban alivio. El orden jur¨ªdico de un pa¨ªs es de mayor fuste que el Gobierno mismo de la naci¨®n. Los Gobiernos pasan, la justicia permanece. Nada hay m¨¢s inquietante que ver a la justicia cambiar de modos. Dir¨¦ m¨¢s. Cuando la justicia de un pa¨ªs apunta a renovarse, ese pa¨ªs entra en lo que anta?o se llamaba 'un periodo pre-revolucionario'. Por fortuna, la justicia espa?ola sigue adicta a su tradici¨®n de ser inequ¨ªvocamente espa?ola y s¨®lo de rebote justicia. As¨ª, diez fiscales han juzgado que el se?or Piqu¨¦ ten¨ªa toda la pinta de ser un manguis, y otros diez han dicho que los diez anteriores actuaban bajo al s¨ªndrome de Cointreau (menos un voto particular que hablaba del s¨ªndrome Grand Marnier). Nuestra justicia sigue siendo la que durante siglos ha logrado mantener a la poblaci¨®n feliz y lo m¨¢s apartada posible de una toga, birrete, mitra o cualquier otra prenda m¨¢gica.
Ya estaba yo inquieto, porque esta vez la cosa pod¨ªa haber acabado fatal. No es lo mismo empapelar a Gil y Gil, Javier de la Rosa, Mario Conde, Ruiz-Mateos y otros alegres prest¨ªmanos que meterse con un experto. Ah¨ª, me dije, se la juegan. Si empiezan a molestar, no al que roba, que es persona de gran predicamento en las instituciones, sino al que asesora con todas las de la ley, el tenderete se viene abajo. Por fortuna, la justicia espa?ola ha resuelto de un modo formidable. El se?or Piqu¨¦ no ha de ser inculpado porque, si entiendo bien el razonamiento final, cuando un ¨¢rbol da macarrones es que el cestillo de Pimentel no lleva higos porque su cu?ada bizca es de Cartagena.
Habituados a la coherencia del sistema jur¨ªdico espa?ol y a la irreprochable neutralidad de la judicatura (que le vali¨® salir indemne del ocaso de Franco), habr¨ªa sido una debacle que en este caso se perdiera la tradici¨®n. Las se?as de identidad son, hoy, el ¨²ltimo reducto de lo sagrado, as¨ª que nada de cambios. O la justicia sigue siendo espa?ola o no queremos ninguna. Y si alguno dice que es lo mismo, yerra. Y, adem¨¢s, pueden empapelarle.
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