Un tricornio en los Campos El¨ªseos
El 14 de julio, fiesta nacional francesa, la Guardia Real pase¨® la bandera espa?ola a lo largo de la avenida de los Campos El¨ªseos de Par¨ªs, en un desfile presidido por Jacques Chirac, presidente de la Rep¨²blica Francesa, y el rey Juan Carlos, su invitado de honor.
A los sones del pasodoble Espa?a ca?¨ª, los soldados del batall¨®n de honor de la Guardia Real abrieron el desfile a pie, mientras el escuadr¨®n de caballer¨ªa preced¨ªa a la Guardia Republicana en el cierre de la parada. 'Los briosos pura sangre andaluces arrancaron grandes aplausos de admiraci¨®n, incluido Chirac', leo en la prensa. Bien, pues, por nuestros briosos pura sangre -que se convirtieron en la estrella del desfile al no poder despegar, por las malas condiciones meteorol¨®gicas, los impresionantes birreactores Rafale, que iban a ser presentados por primera vez-, y bien tambi¨¦n por el rey de Espa?a, el cual, pese al chaparr¨®n, despreci¨® la gabardina de Chirac -que parec¨ªa un cura- y opt¨® por un paraguas, que le daba un aspecto de Borb¨®n constitucional y civilizado, y una pizca brit¨¢nico.
Pero, para m¨ª, la estrella del desfile no fueron ni los briosos pura sangre ni el paraguas del brit¨¢nico y campechano rey de Espa?a. Para m¨ª, la estrella fue el tricornio del capit¨¢n de la Guardia Civil Fernando Fondevilla, que encabez¨® en solitario el desfile de un pelot¨®n de alumnos de la escuela de oficiales de la Gendarmer¨ªa, donde participa como instructor en un programa habitual de intercambios entre ambos cuerpos militares.
Un Borb¨®n en la plaza de la Concordia, unos pura sangre trotando por los Campos El¨ªseos, unos soldaditos de zarzuela desfilando a los acordes de Espa?a ca?¨ª, no son, digan lo que digan, ninguna novedad de Francia; ahora bien, un tricornio de la Guardia Civil pase¨¢ndose militarmente, espada en ristre, por los Campos El¨ªseos, esto ya es otra historia.
En mi memoria, s¨®lo hay dos desfiles militares en los Campos El¨ªseos que me hayan hecho una impresi¨®n semejante o parecida a la del tricornio del capit¨¢n Fondevila. Uno es el desfile del ej¨¦rcito alem¨¢n, que entra, victorioso, en Par¨ªs en el mes de diciembre de 1941. Es la escena que abre el filme de Jean-Pierre Melville L'arm¨¦e des ombres (1968). Un plano que, a la saz¨®n, cost¨® 25 millones de francos. La avenida est¨¢ desierta. Los soldados marcan el paso -sonido en directo, pillado de un documental nazi- y, de repente, la banda militar empieza a ejecutar una m¨²sica wagneriana. Nadie, antes de Melville, hab¨ªa rodado una escena semejante. Ni Minnelli en Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1962). Al parecer, hab¨ªa una ordenanza, o una tradici¨®n oral, que prohib¨ªa desde 1919, es decir, despu¨¦s de la I Guerra Mundial, la presencia de actores llevando el uniforme alem¨¢n en los Campos El¨ªseos.
El segundo desfile lo vi tambi¨¦n en otro filme: ?Arde Par¨ªs? En ¨¦ste, los soldados alemanes son sustituidos por los tanques de la divisi¨®n del general Leclerc que libera Par¨ªs en 1944. En las torretas de esos tanques, soldados vascos, catalanes, y republicanos espa?oles que lucharon contra Franco para luego seguir la lucha contra los alemanes bajo bandera francesa.
En cuanto al desfile del capit¨¢n de la Guardia Civil visto el pasado s¨¢bado en la tele, confieso que me impresion¨®. Porque el tricornio fue, para los franceses, un s¨ªmbolo del franquismo. El tricornio es contra el que lucharon los vascos, catalanes, y espa?oles republicanos que liberaron Par¨ªs con la divisi¨®n acorazada del general Leclerc; los tricornios fueron los que asesinaron a Federico Garc¨ªa Lorca. Eso es lo que creyeron cientos de miles de franceses durante muchos a?os y siguen creyendo los que a¨²n conservan algo de memoria.
?Qu¨¦ pensar¨ªa Malraux, el camale¨®nico Malraux, del desfile del capit¨¢n de la Guardia Civil por los Campos El¨ªseos? Pues me imagino que el autor de L'Espoir lo justificar¨ªa, como lo justificamos todos, por unas razones estrat¨¦gicas, pero, en el fondo, le sentar¨ªa como un tiro.
?Y Chirac, qu¨¦ piensa el presidente Chirac? Al presidente Chirac, al margen de las razones estrat¨¦gicas de colaboraci¨®n entre las fuerzas armadas de ambos Estados, me imagino que el tricornio del capit¨¢n Fondevilla desfilando por los Campos El¨ªseos, espada en ristre, le debe dejar indiferente. A fin de cuentas, Chirac, como buen gaullista, debe de estar al corriente del viaje que el general De Gaulle realiz¨® a Espa?a en 1970 -ya no era jefe del Estado franc¨¦s- y de su encuentro con el general Franco en El Pardo. Durante la cordial entrevista de una hora de duraci¨®n -tres cuartos de hora m¨¢s que la visita del general franc¨¦s al museo del Prado-, De Gaulle le dijo a Franco: 'Au bout du compte, vous avez ¨¦t¨¦ positif pour l'Espagne!'. Franco, como buen gallego, se trag¨® el 'au bout du compte' y se qued¨®, encantado, con el 'positif'. No as¨ª Fran?ois Mauriac, quien escribi¨® en su Bloc-notes a prop¨®sito de la visita de De Gaulle al general Franco: 'J'en reste glac¨¦. Je l'ai subie comme une offense'.
El pasado 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla, el capit¨¢n Fondevilla, con tricornio y espada en ristre, desfil¨®, triunfal, por los Campos El¨ªseos. Las c¨¢maras de la televisi¨®n se lo comieron. No como un manjar ex¨®tico, sino por el glamour que desped¨ªa el charol que cubr¨ªa su cabeza. Glamour compartido con el rey de Espa?a, el rey con paraguas, rey por la gracia de Franco. Mientras el presidente Chirac, disfrazado de cura posconciliar, se conformaba pensando en que, con glamour o sin ¨¦l, todav¨ªa era el presidente de la Rep¨²blica Francesa, digan lo que digan los tribunales. Con sus 10.000 millones de pesetas anuales para gast¨¢rselas en unicornios, en bicornios, en tricornios, en paraguas y gabardinas. En todo el glamour que le venga en gana. Y sin dar cuentas a nadie. Vamos, que ni que fuera Borb¨®n (franc¨¦s, claro est¨¢).
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