El reloj ¨¢rabe-israel¨ª
Una leyenda jud¨ªa cuenta que un d¨ªa, en una aldea perdida, se estropearon todos los relojes. Los primeros d¨ªas, la gente trataba de ajustar los relojes en funci¨®n del sol o la luna, pero enseguida se cansaron. S¨®lo un hombre, el tipo m¨¢s raro de la aldea, no cej¨® en el empe?o y durante muchos d¨ªas sigui¨® ajustando su reloj, hora tras hora, intentando ajustar con precisi¨®n el reloj a la hora correcta. Cuando finalmente lleg¨® el relojero a la aldea consigui¨® ajustar todos los relojes ¨²nicamente gracias al extra?o comportamiento de aquel hombre que no se desesper¨® y no se cans¨®.
La semana pasada se reunieron en Ramala unas cincuenta personas entre israel¨ªes y palestinos, a las que mucha gente ve como unos tipos raros -incluso traidores- que, con una esperanza que muchas puede parecer ingenua, se obstinan todav¨ªa en 'ajustar los relojes' en medio de la locura de los combates.
Cincuenta intelectuales y escritores israel¨ªes y palestinos se reunieron para dialogar por primera vez tras nueve meses de desconexi¨®n casi absoluta.
En una habitaci¨®n no muy grande, en suelo bajo la Autoridad Palestina, cerca del puesto fronterizo con Israel, estuvieron conversando algunos de los principales representantes del movimiento pacifista israel¨ª con sus colegas palestinos. Juntos hablaron con toda sinceridad sobre lo que estaba pasando y sobre c¨®mo se sent¨ªan.
Los palestinos se quejaron de la crueldad de la ocupaci¨®n israel¨ª, de que la izquierda no consiguiera convencer a la mayor¨ªa de los israel¨ªes de lo justas que eran las reivindicaciones de los palestinos y, por ¨²ltimo, de que, en la cuesti¨®n de los refugiados, la izquierda israel¨ª siguiera la opini¨®n oficial y generalizada en Israel y, por ello, rechazase de lleno el 'derecho de retorno'.
Los israel¨ªes, por su parte, se quejaron de la incre¨ªble facilidad con la que Arafat, en septiembre pasado, pas¨® a la v¨ªa de la violencia, denunciaron el terror asesino e indiscriminado de los kamikazes e intentaron explicar el terror con que vive la sociedad israel¨ª, y no a causa del peque?o Estado palestino que pueda en un futuro surgir, sino debido a las expresiones de odio y las llamadas expl¨ªcitas al exterminio del Estado de Israel que se pueden oir en Irak, Libia o Ir¨¢n.
Las quejas, tanto de unos como de otros, no eran nada nuevas. Tan conocida como deprimente era esa sensaci¨®n de que cada uno de los lados est¨¢ absolutamente preso de sus miedos y de su historia, y que eso hace que le cueste tanto entender realmente al otro.
Muchos de los all¨ª reunidos han envejecido bastante tras tantos a?os de encuentros, deseos de di¨¢logo, esperanzas, decepciones, guerras, atentados, humillaciones... Es f¨¢cil suponer que, si yo hubiera sido palestino, habr¨ªa sentido y pensado seguramente como los palestinos que estaban conmigo en esa habitaci¨®n. Y, que si el portavoz del Gobierno de Arafat fuera israel¨ª, habr¨ªa argumentado como lo hizo Amos Oz: 'La izquierda en Israel ha luchado durante a?os para convencer de la legitimidad de la existencia de un Estado palestino, y ahora, cuando reclama¨ªs el 'derecho de retorno' para los refugiados, pone¨ªs en tela de juicio el derecho de la existencia del Estado de Israel'.
No obstante, fue un encuentro importante. En primer lugar, el hecho de que tuviera lugar era ya de por s¨ª importante, porque en estos d¨ªas en que casi el ¨²nico di¨¢logo entre israel¨ªes y palestinos se establece a trav¨¦s de disparos, en estos d¨ªas de odio y difamaci¨®n rec¨ªprocas, era importante escuchar otras palabras, palabras de prudente esperanza, de comprensi¨®n del dolor del otro; palabras, en definitiva, que denunciasen esos hechos horribles que cometen los m¨¢s ignorantes de entre tu pueblo. No menos importante fue ver el rostro del otro, salir de la trampa del terrorismo, de los clich¨¦s que asumimos arrastrados por el miedo, y recordar, por ejemplo, que hasta hace un a?o habl¨¢bamos con ellos de forma totalmente distinta y que, tras prolongados encuentros, en m¨¢s de una ocasi¨®n logramos hallar una f¨®rmula que nos permit¨ªa vivir uno junto al otro, en paz, confiando y respet¨¢ndonos mutuamente. Recordar tambi¨¦n que hace cinco meses, en Taba, se estuvo a punto de alcanzar un acuerdo global y preciso que hac¨ªa frente a los problemas m¨¢s graves de este conflicto. Pero, sobre todo, conseguimos recordar que la lucha entre israel¨ªes y palestinos no es, en realidad, ver 'qui¨¦n lograr¨¢ matar m¨¢s', o cu¨¢l de los dos pueblos es m¨¢s 'v¨ªctima', o qui¨¦n incumpli¨® mayor n¨²mero de veces los fr¨¢giles acuerdos que se han ido firmando. Las personas que se reunieron en esa habitaci¨®n de Ramala volvieron a recordar -y es muy posible quetambi¨¦n otros m¨¢s en ambos pueblos- el objetivo fundamental: la idea de la paz.
Es sorprendente lo f¨¢cil que se olvida la paz y lo pronto que uno se cansa de luchar por ella. Los inmensos brotes de odio y violencia han logrado que hoy d¨ªa sean muy escasos los palestinos y los israel¨ªes que recuerden qu¨¦ es lo que pueden esperar. En ambos lados se habla con una extra?a vehemencia de que no queda m¨¢s remedio que luchar uno contra otro, como si las numerosas guerras que hemos vivido hubiesen solucionado alg¨²n problema, siendo as¨ª que en realidad lo que hicieron fue alimentar m¨¢s el odio y la violencia.
En el encuentro del otro d¨ªa se oyeron las viejas acusaciones de siempre, pero de una forma que quiz¨¢ pueda servir de consuelo: no hubo s¨®lo acusaciones y recriminaciones mutuas. Los unos escucharon a los otros y, a veces, llegaron incluso a bromear juntos proponiendo un intercambio de dirigentes. El conflicto adopt¨® sus vertientes m¨¢s ¨ªntimas y dolorosas, y se pudo ver que parte de lo que se habl¨® cal¨® y traspas¨® la barrera del miedo. En las llamadas de tel¨¦fono que recib¨ª despu¨¦s, tanto de israel¨ªes como de palestinos, not¨¦ cierta suavidad en el tono, algo que llevaba nueve meses sin escuchar. Unos y otros descubrimos que no es cierta esa frase tan repetida en ambos lados de que 'no hay con quien hablar'; no s¨®lo hay de lo que hablar, sino que tambi¨¦n hay con quien.
No podemos dejarnos arrastrar por el optimismo. La voz de los m¨¢s moderados en los dos lados es hoy muy d¨¦bil. El ambiente que se respira en la zona es de preguerra. La contenci¨®n israel¨ª -que en el fondo no es tal- se parece a la contenci¨®n del arco cuando se est¨¢ a punto de tirar la flecha. A su vez, los palestinos rompen multitud de veces al d¨ªa el acuerdo Michel y el acuerdo de alto el fuego. Ni siquiera en la reuni¨®n de Ramala se consigui¨® firmar un documento donde se acordasen unos principios, debido fundamentalmente a que los palestinos se negaron a que en ¨¦l se recordase el derecho de Israel a ser el Estado de los jud¨ªos.
Con todo, en medio de esta inmensa oscuridad que va cayendo sobre nosotros ha brillado un peque?o rayo de luz. Un rayo aislado. Una ¨²nica acci¨®n, de momento, para tratar de 'ajustar los relojes'.
David Grossman es escritor israel¨ª
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