Guerra as¨¦ptica
El pasado 8 de julio, EL PA?S public¨® un art¨ªculo firmado por Mark Bowden que pretende poner al descubierto los planes militares de EE UU en Colombia a trav¨¦s de entrevistas a personajes del ¨¢mbito norteamericano, incluyendo al ministro de Defensa del presidente Pastrana y al jefe de las Fuerzas Armadas. Es un reportaje que tiene alg¨²n merito, a pesar de la superficialidad con que trata un tema tan decisivo para la regi¨®n. El 'arma secreta' que anuncia el t¨ªtulo es simple: la utilizaci¨®n de empresas militares privadas norteamericanas para entrenar y dirigir a las tropas colombianas.
Sin duda, la revelaci¨®n es un paso adelante para comprender el car¨¢cter de la intervenci¨®n de Washington, llamada Plan Colombia, en un conflicto dom¨¦stico armado que tiene algo m¨¢s de medio siglo. El espectro de Vietnam y, sobre todo, el sonado fracaso en Somalia han obligado al Pent¨¢gono a dise?ar lo que podr¨ªa llamarse una guerra as¨¦ptica. EE UU aporta el dinero para que el pa¨ªs receptor adquiera las armas estrat¨¦gicas -como los helic¨®pteros- por medio de una especie de leassing, maneja la inteligencia y las comunicaciones, y contrata con empresas privadas el entrenamiento de tropas y la direcci¨®n de las acciones militares. El espect¨¢culo de los militares envueltos en bolsas de polietileno que tanto teme el Departamento de Estado se evitar¨¢ as¨ª. Los que caigan ser¨¢n 'profesionales' que luchan a cuenta de su propio bolsillo y no podr¨ªan ser vinculados a una fuerza militar org¨¢nica. Una figura conocida en la historia como mercenarismo. Tampoco podr¨ªan esos 'asesores' ser acusados de violar los derechos humanos puesto que trabajan por su cuenta y riesgo. Aunque Bowden no hila tan delgadito, su trabajo permite sacar conclusiones que muestran que EE UU camina en direcci¨®n de un nuevo modelo de intervenci¨®n que maneja con eficacia la inteligencia, la movilidad y el dinero sin comprometer en las operaciones a sus cl¨¢sicos marines; e inclusive, sin necesidad de apelar a las tradicionales alianzas con otros pa¨ªses para disfrazar sus intervenciones militares.
Kissinger, en su ¨²ltimo libro, ?Necesita EE UU una pol¨ªtica exterior?, critica ¨¢cidamente el nuevo esquema. Argumenta que los EE UU no se dieron cuenta de que la intervenci¨®n en Vietnam fue creciendo imperceptiblemente haciendo imposible todo retroceso. Quiz¨¢s esta dial¨¦ctica se repita en Colombia, porque la guerra en ese 'atribulado pa¨ªs', como lo llama Bowden, y muy a pesar de los personajes que entrevista, s¨ª tiene ra¨ªces sociales y pol¨ªticas profundas, tal como impl¨ªcitamente lo ha reconocido la Uni¨®n Europea al desmarcarse de la iniciativa de Washington. Porque el Plan Colombia se funda en un silogismo: el narcotr¨¢fico es el enemigo, la guerrilla es el nuevo s¨²per-cartel; por tanto, es el s¨²per-enemigo. Detr¨¢s del narcotr¨¢fico y de la guerrilla no hay nada. No hay un conflicto de tierras basado en su concentraci¨®n, ni un problema de corrupci¨®n nacido en la ausencia de oposici¨®n pol¨ªtica, ni una pol¨ªtica econ¨®mica manejada por el Fondo Monetario Internacional, y ni siquiera un capital financiero rapaz respaldado por los EE UU. No hay nada de eso. Mas a¨²n, no hay historia ni ideolog¨ªa. Las guerrillas surgieron de la nada y no tienen programa pol¨ªtico; su lucha se limita a cuidar los cultivos de coca y amapola. Los paramilitares de extrema derecha nada tienen que ver con los militares ni, por tanto, con el Plan Colombia; el paramilitarismo representa para Bowden, como para la derecha colombiana, s¨®lo un interlocutor indispensable en las conversaciones de paz. Bowden hace una tangencial referencia al dominio de una 'peque?a ¨¦lite urbana al servicio de los terratenientes', pero no la vincula a procesos pol¨ªticos y econ¨®micos de exclusi¨®n, que son el verdadero origen del problema. Acusa, pero no explica. Y, claro, no se trata de explicar, sino de anunciar, y se dir¨ªa que de justificar la intervenci¨®n americana: Colombia es un pa¨ªs donde una 'c¨ªnica alianza' entre los guerrilleros, los paramilitares y los narcotraficantes tiene sitiado a un Estado que ha perdido el control del poder. Es lo que se llama en Colombia un sancocho y en Espa?a un cocido. Meter todo en una olla, cocinar, rebullir y servir.
El secreto de la tendenciosa mirada de Bowden sobre Colombia est¨¢ en un chiste fascista que trae al final del texto: Dios puso lo mejor de la creaci¨®n en Colombia; San Pedro le reclama la injusticia, Dios le responde: 'Pero vas a ver la gente que pongo ah¨ª'. Si algo tiene Colombia de noble y generosa es la gente de pueblo. Claro est¨¢, esa gente, Bowden no la conoci¨®, ni la conocen sus entrevistados, que miran el pa¨ªs desde carros blindados y que nunca se han tomado el trabajo de conversar con un colombiano de a pie. Por m¨¢s as¨¦ptica, la guerra que la intervenci¨®n norteamericana impulsa terminar¨¢ sacrificando a esa gente que tanto desprecia Bowden y que, seg¨²n ¨¦l, no merece las riquezas y bellezas que Dios puso en Colombia. ?sas est¨¢n destinadas, por designios del 'destino manifiesto', a otros.
Alfredo Molano Bravo es periodista colombiano.
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