H¨¦roe a la fuerza
Todos conocemos a un Lucky Luke sereno, m¨¢s amante de la inteligencia que de los pu?os. Pero este vaquero parco en palabras vivi¨® la evoluci¨®n de los tiempos que hicieron de ¨¦l un h¨¦roe a la fuerza. En sus inicios, Lucky Luke era un personaje r¨²stico y con marcada tendencia a la bronca. Su perfil respond¨ªa a la fijaci¨®n de su creador por las historias de vaqueros. Pero la f¨¦rrea censura impuesta por Francia en 1949, ideada para proteger sus publicaciones frente a las que proced¨ªan del extranjero, hizo que el dibujante belga tuviera que cambiar la orientaci¨®n de la serie. Los duelos, por ejemplo, ten¨ªan que ser incruentos.
Un paso m¨¢s en el refinamiento de Lucky Luke se produjo con la incorporaci¨®n como guionista del genial Ren¨¦ Goscinny. Lo hizo hasta su muerte, en 1977, y de ¨¦l dijo Morris: 'Dio m¨¢s sofisticaci¨®n al personaje, ya que anteriormente era mucho m¨¢s primitivo'.
Pero el salto definitivo a la correcci¨®n pol¨ªtica lo dio cuando sustituy¨® su inseparable cigarrillo por una brizna de hierba. Las presiones llegaron de Estados Unidos, cuando la compa?¨ªa Hanna-Barbera se hizo cargo de las adaptaciones en dibujos animados para cine y televisi¨®n. El ejemplo de Lucky Luke le vali¨® a Morris el honor de recibir la medalla de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud en 1988, pero le cre¨® una nueva dificultad en el trabajo. 'Para m¨ª fue un gran problema porque el cigarro formaba parte de su propia silueta', dijo.
Pero esas concesiones a la correcci¨®n del personaje no lo diluyeron ni infantilizaron totalmente: siempre conserv¨® la complicidad del lector adulto con sus gui?os cinematogr¨¢ficos y un humor que combinaba el clasicismo del gag del cine mudo con una sutilidad ir¨®nica poco habitual en producciones tan populares. Otro de los motivos importantes por los que Lucky Luke envejeci¨® con salud es que Morris siempre estuvo abierto a la colaboraci¨®n con guionistas.
A diferencia de personajes como Ast¨¦rix, con su adaptaci¨®n cinematog¨¢fica de post¨ªn, Lucky Luke se tuvo que conformar con Terence Hill para su adaptaci¨®n en la peque?a pantalla. Tampoco tiene un parque de atracciones, a lo sumo una hamburgueser¨ªa en Angulema, que ya cerr¨®. Pero su c¨¦lebre sombra es alargada. Esa longitud tipo Gary Cooper que sab¨ªa hacer del western un g¨¦nero de miradas, picard¨ªas y palabras justas. Y eso es lo que consigui¨® hacer con la serie Morris. Aunque fuera a pesar de las circunstancias.
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