El oscuro pasado de un embajador en la ONU
Campa?a en EE UU para evitar la confirmaci¨®n de John Negroponte
A principios de los ochenta se dec¨ªa que tres personas mandaban en Honduras: el general Gustavo ?lvarez, el presidente Roberto Suazo C¨®rdoba y el proc¨®nsul, el embajador estadounidense en Tegucigalpa, John Negroponte. Entonces el pa¨ªs era una pieza clave de la guerra sucia de Estados Unidos contra el Gobierno sandinista de Nicaragua. El pasado febrero, el presidente George Bush nombr¨® a Negroponte embajador ante la ONU. Una campa?a de organizaciones defensoras de los derechos humanos trata ahora de impedir su confirmaci¨®n por el Congreso.
El Senado estadounidense examinar¨¢ este oto?o con lupa el pasado de Negroponte antes de dar su visto bueno. Muchos se preguntan c¨®mo convencer¨¢ al resto de los pa¨ªses de la ONU para que readmitan a EE UU en la Comisi¨®n de Derechos Humanos, donde hace dos meses perdi¨® su esca?o por primera vez en medio siglo. La prensa estadounidense ha subrayado adem¨¢s las coincidencias entre la fecha de nombramiento y la reciente expulsi¨®n del pa¨ªs de dos miembros del Batall¨®n 316, un grupo paramilitar hondure?o entrenado por la CIA responsable de torturas y asesinatos.
Los cr¨ªticos de Negroponte subrayan su silencio c¨®mplice con los abusos cometidos en Centroam¨¦rica. En sus casi cuatro a?os en Tegucigalpa, el diplom¨¢tico no inform¨® al Congreso sobre lo que estaba pasando en Honduras y obvi¨® cualquier dato sobre las actividades del Batall¨®n 316. En 1983, un informe del Departamento de Estado, preparado por la embajada estadounidense, aseguraba: 'No hay prisioneros pol¨ªticos en Honduras'. 'Parec¨ªa que habl¨¢bamos de Noruega', contar¨ªa luego un diplom¨¢tico destinado en Tegucigalpa. En una investigaci¨®n posterior, las autoridades hondure?as admitieron la existencia 184 desapariciones en esos a?os.
'Llama la atenci¨®n que alguien con las credenciales diplom¨¢ticas de Negroponte, y cuyos m¨¦ritos han sido reconocidos incluso por sus cr¨ªticos, haya permanecido tan fuera de la realidad', dice Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch America. '?l siempre ha mantenido que las violaciones de los derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad y el Batall¨®n 316 eran infundadas y que las organizaciones que protestaban ten¨ªan otros motivos'.
Negroponte no ha dicho nada desde su nombramiento. No es la primera vez que tiene que defenderse. En 1995, tras una serie de art¨ªculos del Baltimore Sun sobre violaciones de derechos humanos, el embajador afirm¨®: 'He recibido cuatro nombramientos presidenciales, tres desde mi tiempo en Honduras. No tendr¨¦ ning¨²n problema en defenderme con firmeza en el Senado y explicar mi papel. Creo que obtuvimos resultados muy positivos'.
En 1981, EE UU acababa de entrar en la era Reagan. Centroam¨¦rica era uno de los campos de batalla y Honduras se convirti¨® en plataforma de la lucha antisandinista. Durante la etapa de Negroponte, la ayuda de Washington a Tegucigalpa pas¨® de 760 a 14.706 millones de pesetas. Pero hac¨ªa falta el apoyo de un Congreso dem¨®crata muy dividido sobre la cuesti¨®n. Cualquier noticia sobre violaci¨®n de derechos humanos cerraba el grifo. El predecesor del proc¨®nsul, Jack Binns, asegur¨® que el Departamento de Estado le 'desaconsej¨®' mencionar los abusos del Gobierno hondure?o en sus infomes oficiales.
Con los a?os se han ido conociendo m¨¢s detalles. Una investigaci¨®n de la CIA en 1997, que Los Angeles Times ha mencionado en una serie de art¨ªculos contra Negroponte, afirma que la embajada estaba al corriente de la participaci¨®n de las fuerzas armadas, y del general ?lvarez, en la creaci¨®n del Batall¨®n 316, de su entrenamiento por la propia CIA y de sus torturas. 'Los senadores est¨¢n examinando este informe clasificado', asegura Vivanco. 'Va a ser interesante ver c¨®mo Negroponte se defiende'.
Diplom¨¢tico de carrera
De sus 61 a?os de vida, el estadounidense John Negroponte ha pasado 37 de ellos en la carrera diplom¨¢tica. Despu¨¦s de su estancia como embajador en Honduras durante casi cuatro a?os (de noviembre de 1981 a junio de 1985), fue nombrado para otros dos puestos id¨¦nticos, en M¨¦xico (1989) y en Manila (1993).
En los a?os ochenta fue ayudante del actual secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, quien entonces era viceconsejero del presidente Ronald Reagan en asuntos de seguridad.
En 1966 comparti¨® alojamiento con su predecesor en las Naciones Unidas, Richard Holbrooke, cuando ambos estaban destinados en Saig¨®n (Ciudad Ho Chi Min). En esta ¨¦poca aprendi¨® a hablar el vietnamita tan r¨¢pidamente que Henry Kissinger decidi¨® incluirle en la delegaci¨®n que llev¨® las conversaciones de paz de Par¨ªs, que se producir¨ªan dos a?os m¨¢s tarde. Esto no le impidi¨® abandonar el equipo del secretario de Estado en 1973 al estimar que hab¨ªa hecho demasiadas concesiones a Hanoi.
Despu¨¦s de negociar la retirada de las tropas estadounidenses de Panam¨¢, en 1997 John Negroponte decidi¨® retirarse del servicio diplom¨¢tico, para esperar la jubilaci¨®n trabajando para el sector privado, como vicepresidente de la editorial McGraw-Hill. Su retribuci¨®n era un confortable salario de casi un mill¨®n de d¨®lares (190 millones de pesetas) al a?o. Negroponte tiene facilidad para los idiomas: habla cinco. Sin embargo, todos sus colegas aseguran que es el tipo de persona que sabe cu¨¢ndo debe callarse.
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