Convulsiones
A la vez que la climatolog¨ªa nos sorprende con bruscos cambios inesperados, tambi¨¦n el curso pol¨ªtico agoniza entre convulsiones espasm¨®dicas. Una an¨¦cdota de muestra nos la ofrece Iberia, que en pocos d¨ªas ha padecido primero el abandono de sus puestos directivos por parte de un centenar de sus pilotos, menos leales a su empresa que a su gremio; luego un chantajista lock-out empresarial, y por fin el laudo dictado por el ¨¢rbitro que impuso una autoridad que se cree liberal.
Otra convulsi¨®n mucho m¨¢s llamativa ha sido la de G¨¦nova, donde han contendido dos bandos desiguales para representar al alim¨®n un espect¨¢culo poco edificante. De un lado, los oligarcas del planeta se han dignado ofrecer una recepci¨®n ante las c¨¢maras de todo el mundo, escenificando una inveros¨ªmil coordinaci¨®n de sus divergentes estrategias competidoras. Y al otro lado del escenario, la heterog¨¦nea internacional del turismo posrevolucionario ha congregado una ruidosa manifestaci¨®n, m¨¢s atra¨ªda por su festivo aire de carnaval que por su inexistente comunidad de intereses o su confuso programa reivindicador.
Por supuesto, los manifestantes est¨¢n en su perfecto derecho a oponer resistencia mediante luchas de violencia m¨¢s ritual que cruenta, pues no existen otros cauces a su disposici¨®n para movilizarse y formular demandas, dado el cierre consociativo del sistema olig¨¢rquico de partidos que gobiernan dictaduras o democracias. De este modo, al igual que el belicoso Romanticismo surgi¨® como protesta contra el fracaso de la racionalista Ilustraci¨®n (seg¨²n analiz¨® en tantas ocasiones el maestro Isaiah Berlin), tambi¨¦n hoy los neorrom¨¢nticos antiglobalizadores impugnan y contestan el fracasado desorden de la globalizaci¨®n.
La novedad es que hoy los poderosos se baten en retirada, una vez desacreditado el espejismo de la nueva econom¨ªa. El p¨¢nico financiero y la debacle de las empresas tecnol¨®gicas han pinchado el globo de la burbuja especulativa, convirtiendo la pasada fiebre del oro digital en el presente alarmismo recesivo. Y en consecuencia, las nuevas generaciones informatizadas, tras descubrir que el emperador est¨¢ desnudo, han encendido fogatas de protesta acampadas a las puertas de su palacio, en la sospecha de que ¨¦stas ya nunca se abrir¨¢n para ellos.
Pero un ejemplo peor de convulsi¨®n dom¨¦stica es el proporcionado por los dos partidos que aqu¨ª se alternan en el poder. A la vez que los socialistas celebraban una conferencia destinada a su regeneraci¨®n, simult¨¢neamente escenificaban con el partido del Gobierno un obsceno reparto por cuotas de aquellos poderes jurisdiccionales te¨®ricamente encargados de controlarles a ellos. Es verdad que por el momento el pasteleo no ha logrado consumarse, pero sin duda su arreglo se alcanzar¨¢ antes o despu¨¦s, dada la impl¨ªcita colusi¨®n partidocr¨¢tica que les permite compartir paritariamente la irresponsable impunidad del poder.
Es todav¨ªa pronto para saber qu¨¦ dar¨¢ de s¨ª el redise?o de la imagen socialista consensuado este fin de semana, hasta que sus bienintencionados compromisos se traduzcan en disposiciones efectivas. Pero en cambio, por lo que hace a su rival del Gobierno, s¨ª se puede ya establecer un preciso balance de fin de curso, sin espacio para poder entrar en mayores detalles. Hace medio a?o, cuando estall¨® la crisis de las vacas locas, me refer¨ª a la fatiga de Aznar. Pues bien, desde entonces su declive no ha hecho m¨¢s que agravarse, siendo ya p¨²blicamente reconocido incluso por los portavoces de sus medios afines.
Y la muestra m¨¢s evidente de su impasse la tenemos en la incapacidad para digerir su derrota en Euskadi, donde se ha producido la peor convulsi¨®n de todas. Por primera vez, el PNV ha ganado con un programa soberanista, y ahora Ibarretxe est¨¢ en su derecho de tomar la iniciativa imponiendo en la agenda el debate de autodeterminaci¨®n. ?Y c¨®mo responde Aznar ante semejante convulsi¨®n? Se limita a reiterar la obviedad de que no se puede ceder al chantaje de la violencia. Pero ¨¦sa no es raz¨®n, pues ahora el PNV ya no se apoya en el chantaje de ETA sino en los votos de Ibarretexe. ?Y qu¨¦ otra salida queda?
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