Hermanos de sangre
En tierra vasca no faltan iglesias, monumentos religiosos ni monasterios dedicados a v¨ªrgenes y santos. Pero los monumentos civiles son bastante m¨¢s escasos. A uno de ellos he acudido esta vez en peregrinaci¨®n laica. Se trata de Itzea, el caser¨®n de Vera de Bidasoa que adquiri¨® P¨ªo Baroja en 1912 y desde entonces qued¨® vinculado a su historia y a su familia.
Creo que P¨ªo Baroja habr¨ªa querido dedicarse a conspirar, pero se equivoc¨® de siglo y tuvo que limitarse a servir de acompa?ante a los personajes de sus novelas. Sin embargo, nunca se conform¨®. Y aunque fue el vasco m¨¢s le¨ªdo de Espa?a, no le faltaron enemigos, especialmente entre el clero y los que entonces se llamaban euskaros. Le fascinaba la primera mitad del siglo XIX; y un d¨ªa, al asomarse a una ventana de esta casa, se encontr¨® con los carlistas de un siglo atr¨¢s reencarnados bajo las mismas boinas rojas de anta?o. No deb¨ªan ser producto de su imaginaci¨®n, porque al reconocer en ¨¦l al 'imp¨ªo D. P¨ªo' a punto estuvieron de fusilarlo. Pero le soltaron; y ¨¦l, antes de que se arrepintiesen, se dirigi¨® a la frontera pr¨®xima a su casa. -?Se puede pasar? -pregunt¨® a dos carabineros. -Usted s¨ª, don P¨ªo; y lo mejor que puede hacer es irse.
Recorriendo estas estancias he llegado a una zona que, en tiempos, llamaron el 'museo', porque sus paredes estaban atestadas de grabados de las guerras carlistas que el novelista hab¨ªa ido reuniendo. En uno de los vaivenes de la historia los grabados abandonaron por precauci¨®n estas paredes y fueron a refugiarse a unas carpetas. Hoy me han permitido amablemente hojearlas y, para mi sorpresa, me he encontrado con mi familia. All¨ª estaba mi inefable antepasado, fotografiado en la partida del cura Santa Cruz. Me he quedado contempl¨¢ndole un buen rato, intentando adivinar si sus ojos se atrev¨ªan a mirarme. Y le he preguntado -Pachi Parre, cuando te hicieron esta foto ?hab¨ªas fusilado ya a mi otro tatarabuelo? ?A¨²n te sientes orgulloso de tu haza?a? -Pero no me ha contestado. Se ha quedado mirando al vac¨ªo en silencio. Entonces, para molestarle, le he susurrado mientras le encerraba de nuevo en la carpeta: -'Viva el liberalismo'.
Soy una liberal y lo confieso. El due?o de esta casa me habr¨ªa replicado con sorna: -Una liberal que ense?a euskera... -Pues s¨ª, D. P¨ªo, una liberal llena de contradicciones y de dudas; como usted.
Tataranieta de hermanos incapaces de convivir, e incluso incapaces de matarse de frente; que por eso se marchaban y volv¨ªan luego por la noche para destruir al otro con impunidad; siglo y medio despu¨¦s a¨²n no hemos sabido liberarnos de la maldici¨®n de Ca¨ªn. Alguien podr¨ªa haberme avisado de que me guardase de nacer 'entre una Euskadi que muere y otra Euskadi que bosteza...'. Pero como no me dijeron Euskadi sino Espa?a, no entend¨ª el aviso. Y no he descubierto hasta hace muy poco que todas las patrias se nos suelen enfermar. En cambio s¨ª aprendimos, de Sabino Arana, a cubrir con velos de hipocres¨ªa nuestras propias miserias.
Hace unos d¨ªas, la fundaci¨®n Miguel ?ngel Blanco organiz¨® un acto en Vitoria. Asisti¨® Juan Jos¨¦ Ibarretxe, que acababa de descubrir que la violencia no tiene que ver con el conflicto pol¨ªtico y que los vascos siempre hemos sido pac¨ªficos y nada violentos. Este hombre no deja de sorprenderme. Seguramente no conoci¨® a Pachi Parre, pero sin duda ha conocido a m¨¢s de un etarra. Deber¨ªa haberles visto c¨®mo se part¨ªan de risa al escuchar semejante exhibici¨®n de desconocimiento hist¨®rico.
As¨ª que, en el acto de Vitoria, el profesor Azurmendi se dirigi¨® a ¨¦l: '-Mire, lehendakari, voy a explicarle lo que son las v¨ªctimas...'. Cosas sencillas, como que una v¨ªctima es la que sufre la explosi¨®n de una bomba que le han colocado; no la que ¨¦l mismo ha colocado a otros. Cosas que en otros lugares saben hasta los ni?os, pero que aqu¨ª se necesita un antrop¨®logo que las explique. Es lo que dec¨ªa Hegel, no hace falta ser zapatero para saber d¨®nde le aprieta a uno el zapato. El interpelado soport¨® con estoicismo la lecci¨®n; con ese mismo gesto de aguantar el chaparr¨®n en velatorios y funerales, que ya nos empieza a resultar familiar. M¨¢s tarde, unos presentes comentaban: '-Esta ha sido la te¨®rica. En septiembre le aguarda el examen pr¨¢ctico'.
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