Sali¨® el sol bajo la lluvia
San Sebasti¨¢n en verano, envuelto en la bruma y ba?ado por una lluvia insistente, ofrece una visi¨®n majestuosa, fantasmag¨®rica incluso, como de vieja historia de terror g¨®tico. Apetece pasear un rato por sus viejas calles o bordear la Concha desierta e imaginar historias incre¨ªbles. Lo que ya no apetece tanto es sentarse al raso bajo el aguacero a escuchar un concierto; ni de jazz ni de ninguna otra m¨²sica, por supuesto.
El viernes llovi¨® insistentemente durante todo el d¨ªa. En buena l¨®gica, y ante un panorama as¨ª, el concierto de las estrellas de la pel¨ªcula Calle 54 deber¨ªa haberse suspendido o, mejor todav¨ªa, haberse trasladado a lugar cubierto. Pero San Sebasti¨¢n es distinto: la plaza de la Trinidad no tiene alternativa con techo (deber¨ªa tenerla, pero no la tiene) y a nadie parece importarle demasiado. El p¨²blico donostiarra es casi heroico en cosas de jazz, no s¨®lo no se asust¨® por la tormenta que a las nueve de la noche (hora de inicio) descargaba sobre la ciudad, sino que abarrot¨® la plaza y aguant¨® estoicamente el chaparr¨®n durante las casi cuatro horas que dur¨® la velada. Y lo aguant¨® sin rechistar y dej¨¢ndose entusiasmar por cada uno de los tres grupos participantes. Esta vez se repartieron ponchos transparentes que evitaron la aparici¨®n de paraguas insolidarios y dieron a la plaza una curiosa uniformidad pl¨¢stica.
Con el p¨²blico bajo la lluvia, los m¨²sicos (que no se mojaban) no pod¨ªan quedarse atr¨¢s y la Trini se llen¨® de un jazz caliente y expansivo cocinado en la misma encrucijada que acerca-separa el flamenco de las sonoridades latinas. Incluso lleg¨® a salir el sol bajo la lluvia y, por momentos, lo calent¨® todo. La velada se presentaba bajo el manto protector de la sobrevalorada pel¨ªcula Calle 54 a la que est¨¢n intentando convertir en una marca que venda al estilo del Buenavista Social Club, y lo cierto es que este verano la est¨¢n exprimiendo hasta la saciedad. En realidad lo que se oy¨® en San Sebasti¨¢n poco tuvo que ver con lo que ofrece la pel¨ªcula. La frialdad y distanciamiento del celuloide, en la Trini fue calor y proximidad.
Abri¨® la noche el piano cada vez m¨¢s jondo de Chano Dom¨ªnguez. Sin aportar ni un ¨¢pice de novedad a sus recientes trabajos, el gaditano bord¨® un atractivo concierto en el que destacaron la voz de Kej¨ªo y el baile nervioso de Tomasito.
El segundo plato de la velada lo sirvi¨® Jerry Gonz¨¢lez, que ha dejado su Fort Apache Band hibernada en el Bronx y se ha embarcado con un grupo de flamencos en la sugerente aventura de acercar dos mundos aparentemente distantes, pero mucho m¨¢s cercanos en la realidad. La de Gonz¨¢lez y sus Piratas Flamencos no es fusi¨®n, se trata m¨¢s bien de una superposici¨®n inicial, y ya en este eslab¨®n tan primario resulta apasionante. Con la trompeta, el fiscornio o las tumbadoras, Gonz¨¢lez dio una lecci¨®n de poder¨ªo jondo, sin dejar nunca de lado ni su ritmo puertorrique?o ni sus referencias milesdavisianas, que se compenetr¨® a la perfecci¨®n con la siempre sabia voz de Dieguito, El Cigala. Tras lo visto en San Sebasti¨¢n, ser¨ªa una l¨¢stima que Gonz¨¢lez regresara a Nueva York dejando este barco a la deriva, sin llevarlo hasta un puerto lejano, pero que se intuye deslumbrante. A esperar.
Mientras Gonz¨¢lez llenaba la Trinidad de ritmo, la lluvia volvi¨® a arreciar, pero, una vez m¨¢s, nadie abandon¨® la plaza. El p¨²blico de San Sebasti¨¢n realmente se merece un monumento.
Con la lluvia en pleno apogeo, Bebo Vald¨¦s y su grupo, con la presencia del percusionista Patato, recorrieron los caminos de la m¨²sica cubana m¨¢s tradicional. Volvi¨® a brillar el sol con el toque bullicioso y saltar¨ªn del octogenario pianista y, sobre todo, con su saber mezclar las ra¨ªces m¨¢s profundas de la tradici¨®n de su isla natal con un sabio sentido del espect¨¢culo.
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