La larga mano de Manero
Deliciosa Smith me miraba con los codos apoyados en la mesa. Era un tipo grande, con el pelo largo y una voz profunda y extremadamente seria. Nos hall¨¢bamos en la sede de Virgin Records en Barcelona. Aquel era un d¨ªa de promo, y los componentes de la Fundaci¨®n Tony Manero se distribu¨ªan por las diversas salas recibiendo a los periodistas. Aquello ten¨ªa todo el aire de un grupo consolidado y con poderes, pero unos meses atr¨¢s poca gente los conoc¨ªa. Una chica de la productora nos ofreci¨® algo de beber, pero tanto Deliciosa como yo lo rechazamos. Nos mov¨ªamos ambos en un terreno de voluntariosa profesionalidad.
Hab¨ªa contactado con la banda a trav¨¦s de M¨®nica, mi brillante informadora. Gracias a ella ten¨ªa el n¨²mero del m¨®vil de uno de sus componentes. Dos d¨ªas atr¨¢s le hab¨ªa telefoneado despu¨¦s de la cena para encontrarme con que una fiesta se colaba en mi casa a trav¨¦s del auricular. La m¨²sica de fondo era ensordecedora. 'Hola, hola, hola, ?hola?, hola, hola, ?hola?', repet¨ªa mi interlocutor una y otra vez, sin darme tiempo a intentar explicarme. Esper¨¦ a que agotara el saludo, y s¨®lo entonces, aunque a duras penas, pudimos entendernos. Me pidi¨® que llamara a Virgin y preguntara por Nuria. A la ma?ana siguiente, nada m¨¢s hablar con ella, comprend¨ª que aquella chica era capaz de cualquier cosa: introducir armas ligeras en el gueto o convivir diariamente con artistas. Ella me hab¨ªa citado en aquel lugar y me hab¨ªa presentado a Deliciosa, el bajista del grupo.
Deliciosa parec¨ªa preocupado. Finalmente se sincer¨®: 'En realidad nosotros no somos as¨ª. Normalmente decimos palabrotas'
Al poco se nos uni¨® uno de los cantantes, Paquito Sex Machine, e iniciamos una larga conversaci¨®n acerca de los a?os setenta, la guerra fr¨ªa, las pel¨ªculas de James Bond, la m¨²sica de entonces y los discoadictos. Fue como un salto en el tiempo de la mano de esta banda nacida de Fiebre del s¨¢bado noche. Creada en 1995, la Fundaci¨®n Tony Manero comenz¨® a tocar abigarr¨¢ndose en el peque?o escenario del London Bar. Luego, a lo largo de dos a?os, estuvieron de residentes en Bikini, hasta que la grabaci¨®n de su disco Looking for la fiesta los ech¨® a la carretera. En la actualidad viajan sin descanso en un autocar con microclimas -delante calor, fr¨ªo detr¨¢s- y cuando se despiertan no saben bien en qu¨¦ ciudad se encuentran. Deliciosa y Miguelito se lamentaban de que el exceso de trabajo no les dejaba encerrarse en su local a ensayar y hasta les imped¨ªa correrse una juerga, pero ambos reconoc¨ªan que estaban haciendo lo que realmente les gusta: re¨ªrse de ellos mismos sin dejar nunca de tomarse en serio la m¨²sica. Cuando me acompa?aron a la puerta, Deliciosa parec¨ªa preocupado por algo. Finalmente, me dijo en tono confidencial: 'Oye, en realidad nosotros no somos as¨ª. Normalmente decimos palabrotas y todo eso'. A pesar de esta ¨²ltima declaraci¨®n, me dieron la mano con una formalidad exquisita.
La noche siguiente me encontraba a las puertas del Poble Espanyol. La infalible Nuria hab¨ªa enviado un fax anunciando mi presencia, pero el mensaje se hab¨ªa extraviado por el camino y, en la entrada de prensa, una dama de hierro me imped¨ªa el acceso al concierto. La Fundaci¨®n tocaba con un telonero de lujo: Maceo Parker. Yo estaba un poco desesperado ante la alternativa que se me ofrec¨ªa si finalmente no me dejaban entrar. Un rato antes hab¨ªa quedado con Micky Puig, l¨ªder de Los Sencillos, en una cafeter¨ªa del paseo de Gr¨¤cia. El cantante no se hab¨ªa presentado, y yo, harto de esperar, hab¨ªa llamado por tel¨¦fono a M¨®nica por si sab¨ªa algo de ¨¦l.
-Claro que s¨¦-, me contest¨®-. Pincha en el Apolo en el concierto de Tamara. Se habr¨¢ olvidado de la cita contigo. La verdad es que se ha metido en unas pruebas de teatro, y est¨¢ atacado.
Pod¨ªa acercarme al Apolo en busca del olvidadizo cantante de Los Sencillos, pero la idea de ver a Tamara resultaba superior a mis fuerzas. Con todo, presenciar aquel previsible horror pod¨ªa resultarme ilustrativo acerca del fe¨ªsmo que invade ciertas ¨¢reas de la m¨²sica y de su dise?o gr¨¢fico, como, por poner un caso alarmante, la publicidad que se hizo para el S¨°nar 2001: una familia entera que se hab¨ªa orinado encima posaba sonriente ante la c¨¢mara. Me debat¨ªa, pues, con aquella idea nefanda cuando la dama de hierro, harta de verme pasear ante sus narices con cara de perro apaleado, me permiti¨® entrar, salv¨¢ndome as¨ª de tan extremo sacrificio.
El recinto estaba lleno de un p¨²blico bastante menos joven que el que hab¨ªa acudido a o¨ªr a Dr. Calypso. De hecho, me encontr¨¦ a varios amigos deambulando con el gesto, entre torvo y desamparado, de la gente a la que le quedan a¨²n un par de semanas para las vacaciones. Todos eran seguidores de Maceo Parker. El d¨ªa anterior, Deliciosa Smith me hab¨ªa confesado su temor de que, al despedirse el saxofonista norteamericano, el p¨²blico se apresurase a volver a sus casas dejando a los Manero solos ante las latas tiradas por el suelo. No fue as¨ª. Pero tanto debieron de temer una desbandada que, ya en el escenario, al dirigirse a los presentes entre tema y tema enviaban a todo el mundo a la cama, como si necesitaran jugar peligrosamente con la cat¨¢strofe que no se hab¨ªa cumplido.
La Fundaci¨®n Tony Manero suena asombrosamente bien. Y, lo que es m¨¢s importante si cabe, sus composiciones propias est¨¢n a la altura de los grandes cl¨¢sicos que versionan. S¨®lo cabe reprocharles la poca gracia con que le hablan a su p¨²blico, y ¨²nicamente porque enfr¨ªan el ambiente que ellos mismos han caldeado. Pero esto, el carisma de esas pocas frases que se sueltan entre canci¨®n y canci¨®n, es algo que sin duda arreglar¨¢n con m¨¢s tablas de las que ya han echado a sus espaldas. Lo importante es que las voces, tanto la de Paquito Sex Machine como la de Miguelito Superstar, tienen una altura que no abunda por estos lares, y que la banda entera funciona como un mecanismo de relojer¨ªa. El bueno de Tony Manero puede estar orgulloso de sus ac¨®litos.
Felizmente, cuando sal¨ª del Poble Espanyol ya era tarde para ir a ver a Tamara. Puestos a agotar mi capacidad auditiva, prefer¨ªa mil veces enfrentarme al d¨ªa siguiente a los Skatalites en la sala Bikini. El Sheriff pinchaba antes del recital de los viejos jamaicanos, y ya era hora, o eso cre¨ªa, de hablar de los disc-jockeys.
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