La justicia debida a Srebrenica
Con su condena a 46 a?os de c¨¢rcel al general serbobosnio Radislav Krstic por delitos de genocidio, cr¨ªmenes de guerra y contra la humanidad cometidos en la localidad bosnia de Srebrenica, el Tribunal de La Haya para la antigua Yugoslavia ha impuesto, tras casi a?o y medio de juicio, la pena m¨¢s alta desde que comenzara sus trabajos; aunque ha evitado la cadena perpetua, m¨¢ximo castigo que puede decretar el ¨®rgano de la ONU creado en 1993. S¨®lo en un caso anterior, el del general bosniocroata Tihomir Blaskic, los jueces internacionales hab¨ªan acordado 45 a?os por cr¨ªmenes contra la humanidad.
No es f¨¢cil probar el genocidio, definido como intento de aniquilar a un grupo nacional, ¨¦tnico, racial o religioso, y ¨¦sta es la primera e hist¨®rica condena por este delito en La Haya. Pero los jueces parecen no haber tenido dificultades en el caso de Krstic, capturado en 1998 por las fuerzas de la OTAN en Bosnia. El que fuera mano derecha del general Ratko Mladic -comandante supremo serbobosnio, al que ha intentado hacer responsable ¨²nico de la tragedia- y como jefe del cuerpo de ej¨¦rcito del Drina estuviese en aquel julio de 1995 a sus ¨®rdenes directas en el enclave musulm¨¢n de Srebrenica, es culpable del asesinato de entre siete y ocho mil varones en edad militar, la mayor atrocidad cometida en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Ante la pasividad de los cascos azules holandeses encargados de defender una ciudad te¨®ricamente protegida por la ONU, las victoriosas tropas de Mladic y Krstic se libraron durante d¨ªas a la deportaci¨®n de mujeres y ni?os y a una org¨ªa de ejecuciones de hombres y muchachos indefensos. Las fosas colectivas acabaron de cerrar el muro de silencio.
Srebrenica marc¨® el punto m¨¢s alto del descr¨¦dito occidental en Bosnia, tras cuatro a?os de guerra en que los desencuentros entre Estados Unidos y sus aliados europeos y la inoperancia de las fuerzas de la ONU hicieron posible la infamia. Pero si por un lado el enclave musulm¨¢n represent¨® el ep¨ªtome de la verg¨¹enza y la mala conciencia para las potencias democr¨¢ticas, por otro fue el catalizador de la decisi¨®n del presidente Bill Clinton, un mes despu¨¦s, de ordenar los bombardeos de la OTAN, que concluyeron con la rendici¨®n serbobosnia -oficializada por Slobodan Milosevic en nombre de sus representados- y los acuerdos de Dayton. Milosevic, que se comprometi¨® entonces con su firma a cooperar con el Tribunal de La Haya, aguarda su turno en las celdas de Scheveningen.
La elevada condena de Krstic -la acusaci¨®n ped¨ªa cadena perpetua- es una l¨²gubre advertencia para los dos principales responsables de lo sucedido en Srebrenica, la pareja formada por el entonces l¨ªder serbobosnio, Radovan Karadzic, y su jefe militar, Mladic, un laureado carnicero que se ve¨ªa en los libros de historia como salvador de su pueblo. Ambos, acusados de genocidio, permanecen ocultos, presumiblemente en el santuario de la mitad serbia de Bosnia, y menos seguros que antes de la entrega de Milosevic. Las renovadas presiones de la fiscal Carla del Ponte han conseguido del Gobierno de Banja Luka la promesa de cooperar por ley con La Haya para que la Republika Srpska deje de ser un refugio de criminales en las listas del tribunal internacional.
En la misma semana en que sus tropas convert¨ªan el enclave en un matadero para la historia, y cuando todav¨ªa se ignoraba la magnitud de lo ocurrido, un euf¨®rico Karadzic declaraba en Pale a este peri¨®dico: 'En Srebrenica no ha habido depuraci¨®n ¨¦tnica, cualquiera que desee quedarse puede hacerlo... Nuestro Ej¨¦rcito nunca ha hecho nada que no sea lo adecuado, y despu¨¦s de esta guerra los serbios tendr¨¢n motivos para sentirse la parte m¨¢s orgullosa del conflicto'. Con su sentencia de ayer, la justicia internacional comienza a poner las cosas en su sitio.
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