CONDONES
Leo que el art¨ªculo m¨¢s vendido entre los j¨®venes noct¨¢mbulos es el preservativo y, la verdad, me alegro. En pocas d¨¦cadas hemos pasado de la castradora represi¨®n sexual heredada del puritanismo que someti¨® a nuestros pobres antepasados a un festival de promiscuidad que har¨ªa enrojecer incluso a las m¨¢s lanzadas de mi generaci¨®n. Nuestros padres sal¨ªan a bailar los s¨¢bados por la noche y, aprovechando los vericuetos r¨ªtmicos de un bolero o de un foxtrot, intentaban inocular ese veneno llamado amor con las peque?as euforias e infamias del sexo.
A nosotras, en cambio, nos toc¨® ponerlo todo patas arriba y, gracias a la revoluci¨®n que supuso la p¨ªldora, instauramos un desmadre liberador de guateque en el que a menudo se probaban cosas m¨¢s por ignorancia que por convencimiento o esp¨ªritu transgresor.
Dicen que el sida acab¨® con el avance de la promiscuidad, y yo a?adir¨ªa que, con sus terribles y dolorosas secuelas, instaur¨®, de un modo antinatural y provisional, la fidelidad por motivos profil¨¢cticos. A los ¨²nicos que les fue bien con el sida fue a los fabricantes de preservativos, que convirtieron su producto en un arma que, pese a sus cr¨ªticos, sigue siendo, junto a la abstinencia que recomienda la curiosa ginecolog¨ªa vaticana, la m¨¢s barata y eficaz para combatir las enfermedades de transmisi¨®n sexual, una expresi¨®n que siempre me ha sonado a calambre ven¨¦reo.
Observo c¨®mo, en efecto, entre los j¨®venes que salen de noche abunda, adem¨¢s del ya indispensable tel¨¦fono m¨®vil, la esperanza del ligue r¨¢pido, fugaz, sue?o fugaz o pesadilla de una noche de verano. Lo relacionan con esta filosof¨ªa de ocio de usar y tirar, con un modo de vida que adapta el cl¨¢sico carpe diem al ritmo del nuevo siglo con resultados digamos que opinables.
Y es cierto que, si registr¨¢semos las carteras de nuestros hijos y los bolsos de nuestras hijas encontrar¨ªamos preservativos de variada calidad, textura, tama?o y dise?o. Pero me queda una duda. ?Qui¨¦n les asegura que, por el hecho de llevarlo, conseguir¨¢n sus l¨²bricos prop¨®sitos?
A veces nada es lo que parece, y puede que esos chicos previsores que se toman la molestia de llevar el preservativo a cuestas sean, en el fondo, los que menos lo usen. La estad¨ªstica seg¨²n la cual el preservativo es tan popular entre los j¨®venes me recuerda las listas de libros m¨¢s vendidos. Que sean los m¨¢s vendidos no significa que sean los m¨¢s le¨ªdos.
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