La felicidad es un polo de lim¨®n
La felicidad era rasparse la tripa tratando de subir al neum¨¢tico de un cami¨®n que alguien de la familia hab¨ªa decidido llamar nada mas y nada menos que La Kon-Tiki. Y as¨ª, todos a una, ir expulsando al mas d¨¦bil de aquel prodigio de embarcaci¨®n donde uno se sent¨ªa poco menos que un Cousteau de la bah¨ªa.
La trompeta de un meg¨¢fono color gris plomo anunciaba: 'En la caseta de informaci¨®n se encuentra un ni?o de unos cuatro a?os de edad que dice llamarse Manolito, viste ba?ador a rayas azul y blanco y se ha extraviado de sus padres. Se ruega a ¨¦stos que se personen urgentemente en esta caseta'.
Mientras, mis primos y yo jug¨¢bamos sentados en la arena al corro con unas piedras y cant¨¢bamos aquello de A San Pedro como era calvo / le picaban los mosquitos itos itos / y su madre le dec¨ªa / ten paciencia Periquito ito ito.
Mi padre roncaba a la sombra de las casetas, mi madre hac¨ªa punto con mis t¨ªas y, de vez en cuando, nos llamaba para probarnos ese jersey que nos librar¨ªa de los rigores del invierno pr¨®ximo. Nosotros protest¨¢bamos porque no hay cosa peor para la piel irritada (olv¨ªdese de las cremas protectoras, que a¨²n no exist¨ªan) que la lana gorda de mezclilla, que, se ve, estaba de moda por entonces.
Un recalm¨®n de levante al acecho se apoderaba de la tarde y el meg¨¢fono emit¨ªa los ¨²ltimos ¨¦xitos de Raphael o Los Brincos. Nosotros pregunt¨¢bamos por en¨¦sima vez si ya hab¨ªan pasado las dos horas de digesti¨®n que mandaban los c¨¢nones de la ¨¦poca, a lo que se nos contestaba con un tedioso 'todav¨ªa no, no deis m¨¢s la lata'. Los m¨¢s osados trepaban a las casetas y correteaban por los techos a toda velocidad con la consiguiente bronca, y, de pronto, un ahogado.
Toda la playa corr¨ªa despavorida hacia la caseta de la Cruz Roja donde no consegu¨ªamos ver nada o nos echaban con cajas destempladas. Era sorprendente la cantidad de gente que se ahogaba, as¨ª que ese d¨ªa ya no nos dejaban ba?arnos m¨¢s, no s¨¦ si ser¨ªa por solidaridad con el fallecido, pero acat¨¢bamos la orden de muy mala gana y ?hala!, andandito para casa, que ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa.
Una cosa as¨ª era la playa de La Puntilla, una especie de Puerto de Santa Mar¨ªa en ba?ador bajo casetas y toldos donde todos nos conoc¨ªamos y donde se pod¨ªa ser feliz con una arrop¨ªa o un polo de lim¨®n.
Jabier Ruibal es cantautor y naci¨® en El Puerto de Santa Mar¨ªa en 1955.
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