La soledad del cuarto
No s¨¦ que mecanismo utiliza nuestro cerebro para elaborar los recuerdos, pero todos tenemos una colecci¨®n de im¨¢genes que se van archivando en la memoria. Una de las secuencias que guardo de los pasados Juegos de Sydney, es la llegada de Valent¨ªn Massana en la jornada de 50 kil¨®metros marcha. Todos sus seguidores esper¨¢bamos verle entre los tres primeros y entraba cuarto, ?cuarto! El consuelo al cabreo de los que est¨¢bamos en la grada lleg¨® de la pista cuando Valent¨ªn mostraba su alegr¨ªa por el puesto conseguido. Si hubiera un detector de alegr¨ªas en el mercado, ver¨ªamos c¨®mo los niveles de satisfacci¨®n no guardan proporcionalidad con la clasificaci¨®n lograda.
La valoraci¨®n sobre el comportamiento de un atleta en la alta competici¨®n se puede contemplar desde dos puntos de vista: la del atleta y la de los dem¨¢s. El ¨¦xito rotundo o el fracaso estrepitoso los hacen coincidir, pero es en la zona intermedia donde estos dos puntos de vista difieren.
Un buen d¨ªa, quiz¨¢s por problemas de espacio, falta de material, o por razones est¨¦ticas, alguien decidi¨® que al podio s¨®lo subir¨ªan tres. Ese d¨ªa se creo el cuarto, el puesto del casi y del mecag¨¹en. Sin foto, ni himno, ni bandera. Y adem¨¢s no contabiliza en el medallero. Ese d¨ªa se marc¨® la raya divisoria entre el fracaso y el ¨¦xito.
T¨¦rminos conceptualmente tan distantes pueden estar separados por un miserable cent¨ªmetro o una mil¨¦sima de segundo. Ese d¨ªa se cre¨® el argumento para ser juzgado por los dem¨¢s. El caso es que a estas alturas a uno le encantar¨ªa ser el cuarto del mundo en un campeonato de listos, guapos, sanos, buenos profesionales...
La posibilidad de ¨¦xito de un atleta est¨¢ en funci¨®n de lo que marque su c¨®digo gen¨¦tico y de lo que durante a?os de entrenamiento sea capaz de hacer con ¨¦l. Es precisamente este proceso, ag¨®nico y solitario en nuestro deporte, el que te abre las puertas del ¨¦xito. Es este proceso interiorizado en el atleta el que dignifica los cuartos puestos.
Desgraciadamente, todos los m¨¦ritos e ilusiones no caben en el podio, o al menos en el que el espectador ve.
Manolo Mart¨ªnez sabe que su cuarto puesto es muy meritorio y los que le seguimos tenemos que darle su l¨®gico valor. Simplemente no tendr¨¢ una medalla, ni habr¨¢ subido al podio, porque s¨®lo hay sitio para tres.
Una vez que los trofeos amarilleen y los resultados descansen en un ¨¢lbum de fotos, recortes de peri¨®dicos, y estad¨ªsticas atl¨¦ticas, a Manolo y todos los cuartos les quedar¨¢ la satisfacci¨®n de haber llevado a cabo este proceso.
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