EL ?LTIMO TRAYECTO DE Horacio Dos
Resumen. Tras una ardua operaci¨®n de acoplamiento, por fin la expedici¨®n comandada por Horacio Dos pone pie en la Estaci¨®n Espacial Fermat IV. Contra todo pron¨®stico, el recibimiento, con el gobernador a la cabeza, no puede ser mejor, por lo que los temores de un ataque sorpresa se desvanecen. Horacio se instala en casa de Propercio Demoniaco, alias Flan de Huevo, quien procede a contarle su historia.
7 Jueves 6 de junio por la noche (continuaci¨®n)
Concluida la cena con que me ha obsequiado el ilustre gobernador de la Estaci¨®n Espacial Fermat IV, donde acabamos de desembarcar con fines de avituallamiento, el propio gobernador, hombre afable, aunque algo embotado por la edad, la poltroner¨ªa y, probablemente, el consumo habitual de bebidas alcoh¨®licas tan malas como la que me ha ofrecido, me conf¨ªa las causas de su desencanto.
Seg¨²n su propio relato, el gobernador inici¨® su carrera en la Administraci¨®n Interplanetaria bajo los mejores auspicios, pero al cabo de unos a?os, debido a una serie de suspicacias y malentendidos del todo ajenos a su voluntad, cay¨® en desgracia con la camarilla que a la saz¨®n controlaba la compleja trama de la burocracia y fue destinado a la Estaci¨®n Espacial Fermat IV, un puesto alejado de las principales rutas y, por este motivo, de cualquier posibilidad de ascenso o de enriquecimiento. En la Estaci¨®n Espacial no hab¨ªa nada que hacer, salvo paliar su inexorable deterioro y mantener la moral de unos habitantes cada vez m¨¢s desalentados y m¨¢s proclives a la molicie y la corrupci¨®n. En estas circunstancias, naturalmente, la existencia no le hab¨ªa resultado placentera ni estimulante, por lo que al cabo de un tiempo ¨¦l mismo se hab¨ªa hundido en una verdadera ci¨¦naga de molicie y corrupci¨®n. Al principio hab¨ªa luchado contra la apat¨ªa inherente al lugar y al cargo, hab¨ªa procurado mantener vivos sus intereses culturales e intelectuales e incluso hab¨ªa tratado de aliviar la soledad fundando una familia. Pero todos sus esfuerzos resultaron vanos. Incluso para contraer matrimonio hubo de recurrir a un servicio de proveedur¨ªa, de donde le enviaron una mujer con un oscuro pasado, analfabeta y llena de chancros, aunque no exenta de encantos personales y bondad de coraz¨®n, de la que acab¨® enamor¨¢ndose y de cuya p¨¦rdida, debida a un tr¨¢gico accidente, nunca pudo recuperarse.
De aquel matrimonio hab¨ªa nacido una hija a la que el gobernador, despu¨¦s de enviudar, hab¨ªa enviado a estudiar a la Tierra. Una vez concluidos sus estudios con brillantez, la hija del gobernador se hab¨ªa casado con un joven arist¨®crata de cuantiosa fortuna y se hab¨ªa quedado a vivir en Honduras. Con esta hija, a la que el gobernador adoraba, hab¨ªa ido perdiendo contacto con el transcurso del tiempo, al parecer por desinter¨¦s o desidia de ella. En la actualidad toda la relaci¨®n entre padre e hija se limitaba a una correspondencia espor¨¢dica y en extremo lac¨®nica.
Por todo lo expuesto, el gobernador pasaba ahora los a?os haciendo su trabajo con la m¨¢xima indolencia, a la espera de la jubilaci¨®n. Incomunicado con el espacio exterior a causa de las tolvaneras, su ¨²nico entretenimiento consist¨ªa en comer f¨¦culas y en ver v¨ªdeos, de los cuales hab¨ªa adquirido en su momento un amplio lote en el mismo servicio de proveedur¨ªa que le proporcion¨® esposa. Pero incluso estos v¨ªdeos hab¨ªan sufrido el implacable efecto del tiempo y en la actualidad s¨®lo se pod¨ªan o¨ªr y ver dos: una pel¨ªcula dram¨¢tica titulada La pensi¨®n Bah¨ªa y un documental titulado Tifus, con m¨²sica de Donizetti.
El amargo relato del gobernador, aunque poco o nada tiene que ver con mis circunstancias personales ni con el rumbo de mi vida, igualmente err¨¢tico y malogrado, pero por distintas razones, me ha acabado produciendo una invencible desaz¨®n. Mientras redacto este grato informe he de interrumpir de cuando en cuando la redacci¨®n para enjugarme los ojos y la nariz.
Cuando ya me dispongo a dormir me parece o¨ªr gemidos procedentes de la alcoba del gobernador, cercana a la m¨ªa. Al cabo de un rato oigo un extra?o ruido, como si un berbiqu¨ª horadase una plancha de metal, seguido de frases entrecortadas y rumor de pasos. Tambi¨¦n me ha parecido que alguien llamaba sigilosamente a mi puerta y daba calladas voces como en demanda de auxilio. Sin duda son imaginaciones m¨ªas, fruto de mi ¨¢nimo conturbado, por lo que decido no tomarlas en consideraci¨®n.
Viernes 7 de junio
A la hora del desayuno, aprovechando que mi asiento en el refectorio linda con el del doctor Agustinopoulos, le comento en voz baja, procurando no ser o¨ªdo por los restantes comensales, lo sucedido la noche anterior y le pregunto si tambi¨¦n ¨¦l ha tenido figuraciones. Cuando empieza a darme unas explicaciones algo confusas, como si no quisiera hablar del tema o como si, debido a su sordera, no hubiera entendido bien mi pregunta, es bruscamente interrumpido por el gobernador, que preside la mesa en su doble condici¨®n de anfitri¨®n y de primera autoridad en la Estaci¨®n Espacial Fermat IV, el cual, sin previo aviso, se pone en pie y, derribando su propia silla y el taz¨®n de f¨¦culas, abandona el refectorio con la cara oculta entre las manos y exclamando entre sollozos: '?No puedo m¨¢s! ?No puedo m¨¢s!'.
Este hecho me sorprende por cuanto yo ten¨ªa al gobernador por hombre circunspecto y l¨¢nguido, enemigo de gestos melodram¨¢ticos, y m¨¢s cuando nada de lo dicho o hecho hasta el momento parece justificar semejante reacci¨®n, salvo los epis¨®dicos accesos de v¨®mito verde de nuestro portaestandarte, que ha sufrido una recidiva en su indisposici¨®n. No obstante, como nos espera un d¨ªa de trabajo largo y arduo, decido pasar por alto el desaire del gobernador y aprovecho su ausencia para distribuir las actividades de la jornada entre los miembros de la tripulaci¨®n.
Mismo d¨ªa por la noche
La opini¨®n negativa del gobernador con respecto a la Estaci¨®n Espacial Fermat IV est¨¢ plenamente justificada por la realidad. Construida a finales del siglo pasado, la Estaci¨®n Espacial adolece de todos los defectos del dise?o industrial japon¨¦s de la ¨¦poca: abuso de materiales sint¨¦ticos, fragilidad de los ensamblajes, ordinariez de los acabados, est¨¦tica abigarrada y graves deficiencias en el sistema de ventilaci¨®n y eliminaci¨®n de excretas. Un error de origen en el c¨¢lculo de fuerza gravitacional provoca las intensas tolvaneras a las que ya he hecho referencia. Como el fuselaje de la Estaci¨®n Espacial es de aleaci¨®n de asbesto, que se disgrega continuamente, las tolvaneras son pulverulentas, lo que impide salir al exterior. Todo esto, unido a los efectos evidentes de un largo periodo de abandono, hace que toda la Estaci¨®n Espacial sea un lugar oscuro, sucio, insalubre, apestoso y carente de cualquier atisbo de comodidad o regalo. Las paredes y pilastras rezuman grasa, en los corredores se apila la basura, revolotean detritus y abundan las alima?as voladoras y reptantes. Como es natural, la poblaci¨®n de la Estaci¨®n Espacial acusa su entorno. Las mujeres son feas, reh¨²yen la higiene, visten con desali?o, usan expresiones procaces en el hablar y desde?an sin miramientos las insinuaciones que se les hacen, como si no les interesase el dinero. Los hombres son esquivos y propensos a la violencia verbal y f¨ªsica, y, al igual que las mujeres, responden a las proposiciones con repugnancia y desd¨¦n.
Por supuesto, el sombr¨ªo panorama que acabo de describir me traer¨ªa sin cuidado si la operaci¨®n de avituallamiento que es objeto de nuestra estancia en este aciago lugar se estuviera llevando a cabo de un modo satisfactorio, pero por desgracia no es as¨ª. Despu¨¦s de una porfiada y ¨¢spera negociaci¨®n entre el segundo segundo de a bordo por una parte y por la otra el administrador general o contralor y el proveedor de almac¨¦n, aqu¨¦l me informa de que ha conseguido adquirir dos dep¨®sitos enteros de agua semip¨²trida y cinco fanegas de dos toneladas c¨²bicas cada una de cascag¨¹eses, un h¨ªbrido sint¨¦tico de legumbre y fruto seco de alto valor nutritivo, pero de sabor ins¨ªpido y muy dif¨ªcil digesti¨®n, todo ello a un precio exorbitante. Tampoco las medicinas que necesitamos est¨¢n a la venta, y otro tanto sucede con los repuestos mec¨¢nicos. Seguir insistiendo es in¨²til, porque, al parecer, los almacenes de la Estaci¨®n Espacial est¨¢n vac¨ªos o poco menos.
Continuar¨¢
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