Territorio maqui
Sobre este paisaje tan mineral del Maestrazgo el viento ha distribuido muchas leyendas de maquis, pero ninguna infunde tanto miedo como la de La Pastora. Y sin embargo es la m¨¢s falsa de todas. Aun as¨ª, este apodo saturado con el bucolismo de Garcilaso todav¨ªa provoca sudor fr¨ªo en algunos pescuezos y no pocos sobresaltos nocturnos. A pesar de haber muerto, La Pastora pervive en algunas malas conciencias enraizada como una sabina. ?se es su h¨¢bitat, y all¨ª su nombre es sin¨®nimo de sangre desparramada. Su sello mort¨ªfero, que est¨¢ impreso sobre varias decenas de n¨²meros de la Guardia Civil, siete alcaldes y un ermita?o, sigue siendo el santo y se?a de un grupo de forajidos conocido como el 23 Sector cuya misi¨®n es sembrar el p¨¢nico. Sin embargo esta alima?a tan feroz fue incapaz de matar a una mosca. Tan s¨®lo fue una v¨ªctima de una malformaci¨®n cong¨¦nita.
Hab¨ªa nacido en 1917 en el Mas de La Pallissa, una casa de pastores de Vallibona no muy distinta a la de la imagen, y un amigo de la familia advirti¨® a su padre del apuro que pod¨ªa suponer para este ni?o cumplir el servicio militar con una anomal¨ªa en el sexo. Entonces su padre lo inscribi¨® en el registro civil como Teresa Pla Meseguer. S¨®lo fue a la escuela 15 d¨ªas, y sin embargo se entendi¨® a la perfecci¨®n con terneras, carneros, lagartijas y cern¨ªcalos. A diferencia de las cabreras, que llevaban una cesta, su instinto le dict¨® que ten¨ªa que llevar un zurr¨®n como los pastores. Y cuando se le llen¨® la cara de pelos empezaron las murmuraciones en Vallibona. Era tan hombruna que enseguida le colgaron el cartel de marimacho. Pero una noche so?¨® una c¨®pula con la T¨ªa Rosa La Coca, y cuando despert¨® no tuvo ninguna duda sobre su virilidad.
Una tarde de nieve de 1947 se encontr¨® en un camino con seis guardias civiles, un teniente y dos somatenes a los que hab¨ªa vendido tordos, que ven¨ªan de incendiar la casa de El Cabanil con dos maquis dentro. A estos dos tipos, que eran de Herbeset y Torremir¨®, les falt¨® el aire para ir al teniente Mangas con la pamplina de su sexo, y ¨¦ste orden¨® que lo desnudaran y lo pusieran de cuclillas para hozar en su secreto. La Pastora nunca se hab¨ªa sufrido una humillaci¨®n tan honda. A la ma?ana siguiente detuvieron al propietario de la casa incendiada, un ganadero para el que trabajaba Teresa, y por miedo a las represalias huy¨® para siempre hacia el monte. Teresa se convirti¨® en Florencio y fue un maqui durante veinte meses, hasta que sus compa?eros pasaron a Francia y ¨¦l se qued¨® en Andorra guardando ganado en dos mas¨ªas y haciendo contrabando de tabaco y nil¨®n.
Pero mientras tanto, un tribulete de El Caso, Enrique Rubio, hab¨ªa confeccionado y divulgado esa leyenda amarilla a instancias de una propaganda oficial que necesitaba justificar muchos expedientes abiertos. A Florencio, por la singularidad de su sexo, le colgaron el mochuelo de todo lo que hab¨ªan hecho otros y le pusieron precio a su cabeza. Tras el chivatazo de un contrabandista que le deb¨ªa dinero, La Pastora fue conducida primero a la c¨¢rcel de mujeres y luego, tras un examen forense, a la de hombres. Estuvo 20 a?os entre rejas y ya nadie puede asegurar si vive en un chal¨¦ de Marines, donde Marino Vinuesa, un funcionario de prisiones, le dio cobijo y dos perros o si ha muerto. Sin embargo el viento del Maestrazgo, junto al olor de excremento de vaca, hace rugir su mito para continuar vivo en el interior de las malas conciencias y vengar su afrenta.
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