La piragua
Hay a nuestro alrededor tantas cosas en las que no hemos reparado que su descubrimiento nos produce una mezcla de extra?eza, pero tambi¨¦n de alegr¨ªa. La alegr¨ªa del remero, titulaba Arcadi Espada la cr¨®nica en este peri¨®dico de una de las etapas de su viaje por el Ebro. Hablaba con un tal F¨¦lix Marug¨¢n, pirag¨¹ista, de la pr¨¢ctica del pirag¨¹ismo, del car¨¢cter de la piragua cuando se vuelve parte del cuerpo de quien rema, del cuerpo cuando se vuelve parte del agua.
Si esto lo escribiera yo en Madrid con el estilo de hace unas d¨¦cadas, podr¨ªa titularlo: La piragua, esa gran desconocida; porque en el estanque del Retiro hay pirag¨¹istas: muy pocos, unos desconocidos remeros de secano. Los descubr¨ª una de esas ma?anas de agosto en que se necesita respirar. Me fui al Retiro, a respirar, a pasear, a sentarme sobre la hierba h¨²meda de aspersores (a mojarme el culo con mi soledad). Y vi el anuncio de un cursillo de pirag¨¹ismo. Entonces hice algo inesperado en alguien que jam¨¢s ha observado la naturaleza del deporte: me par¨¦ a leerlo, apunt¨¦ el n¨²mero de informaci¨®n, segu¨ª caminando. Pero m¨¢s tarde hice algo ya ins¨®lito en alguien a quien desconciertan los procesos de esa clase de acci¨®n: llam¨¦ y me apunt¨¦ al curso. ?Por qu¨¦? Quiz¨¢ por algo parecido a lo que escribe John Cheever en ?Oh, esto parece el para¨ªso!, refiri¨¦ndose a los cientos de personas que su personaje ha visto por el mundo practicando el jogging y a los que ha preguntado por qu¨¦ corren: 'Corro para encontrarme a m¨ª mismo, corro para adelgazar, corro porque estoy enamorado, corro para olvidar mis deudas, corro porque llevo tres semanas con la polla dura y espero calmarme, corro para huir de mi suegra, corro para mayor gloria de Dios'.
Yo decid¨ª hacer pirag¨¹ismo por el estanque del Retiro para mayor gloria de m¨ª misma. Ayer me ca¨ª al agua. Aprend¨ªamos a hundir la pala para hacer un giro r¨¢pido, y la piragua volc¨® (y eso s¨ª es mojarse el culo). Descubr¨ª varias cosas. La primera, que me hab¨ªa ca¨ªdo al agua porque ya me hab¨ªa ca¨ªdo previamente (hay tardes en las que uno se cae aunque su cuerpo no se d¨¦ de bruces con el suelo -y qui¨¦n lo apreciar¨ªa-); la segunda, que la frontera que nos separa de las cosas es la mayor parte de las veces una frontera mental, construida de aprensiones, de prejuicios y de miedo, vigilada por fantasmas: ese agua del estanque del Retiro que siempre nos ha parecido literalmente asquerosa, oscura de suciedades inclasificables, infestada de carpas enormes y amenazantes como monstruos, no es as¨ª. Puede que el agua sea turbia, incluso algo sucia, pero puedes caer en ella sin asco, con la valent¨ªa con la que caer¨ªas en la turbiedad de un cuerpo en el que hallar¨ªas (precisamente y s¨®lo a trav¨¦s de la zambullida) una calidad inocente e insospechada. Y las carpas no son monstruos, sino peces simp¨¢ticos que brincan a tu lado. El tercer descubrimiento de la ca¨ªda es la belleza de tu debilidad: 'Todas las respuestas le parecieron gratificantes y comprensibles, y ahora, siempre que al atardecer, en Bucarest o en Des Moines, en Venecia o en Calgary, ve¨ªa aparecer a los corredores, le parec¨ªan la sal de la tierra, le parec¨ªan la obstinada e irreductible prueba de la determinaci¨®n del hombre de superarse', dice Cheever.
Aaron, que nos instruye con una suavidad que parece contagiada del agua, defini¨® el primer d¨ªa el pirag¨¹ismo como un deporte de sensaciones. Mientras trat¨¢bamos de mantener recto el avance de la piragua, era nuestra espalda la que deb¨ªa encontrar un inusual equilibrio, los brazos un ritmo acompasado, el pensamiento una intenci¨®n adecuada al deslizamiento. 'Llegar, en una piragua, requiere la musculatura moral del corredor de fondo (...) Marug¨¢n hab¨ªa o¨ªdo decir que los que van muy r¨¢pido s¨®lo recogen viento'. Mientras nos muscul¨¢bamos moralmente, ca¨ªa la tarde sobre el Retiro desde la perspectiva nueva del centro del agua, y el cielo se hac¨ªa rojo y los ¨¢rboles se te?¨ªan de una oscuridad en la que se pod¨ªa confiar como s¨®lo puede confiarse en alguien de quien ya sabes sus zonas m¨¢s oscuras. Y no recoger viento significa ir con el viento, acompa?arle, dialogar, escuchar el movimiento, no ceder a la precipitaci¨®n ni rezagarte, seguir un comp¨¢s que te pertenece s¨®lo si formas parte de ¨¦l.
'Sol¨ªa decir, en especial por las ma?anas, al estrenar el r¨ªo, que cuando coges la piragua te saneas, lo que era una forma de vincular la piragua a la soluci¨®n de los problemas de la vida'. Cuando cogemos la piragua al atardecer en el estanque del Retiro, nos saneamos. Y yo vinculo la piragua a la soluci¨®n de los problemas de la vida porque a¨²n no he logrado que la piragua no se me tuerza. Y porque me caigo. Pero sigo buscando el ritmo de mis brazos, la postura adecuada de mi espalda, la alegr¨ªa. Para no recoger viento.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.