Recuerdos de Crimea, diez a?os despu¨¦s
El 4 de agosto de 1991, Ra¨ªsa y Mija¨ªl Gorbachov aterrizaron en Simferopol, la capital de Crimea. Probablemente no eran conscientes de que ser¨ªa la ¨²ltima vez. Tampoco yo por entonces pod¨ªa imaginar que diez a?os m¨¢s tarde har¨ªa el mismo recorrido.
En la pista, como era obligado, les esperaban los m¨¢ximos dirigentes del PCUS en Ucrania: Leonid Kravchuk y el correspondiente l¨ªder comunista de Crimea, Leonid Graccht. Tras los primeros saludos se dirigieron al edificio de protocolo, donde todav¨ªa hoy se realizan los recibimientos oficiales. Muchos l¨ªderes mundiales fueron acogidos all¨ª durante los a?os de la guerra fr¨ªa con la consabida hospitalidad sovi¨¦tica. Desde Kruschov hasta Mao; de Breznev a Nixon.
Aquel d¨ªa, el edificio oficial estaba preparado para recibir a tan digno visitante. La mesa, bien servida, y el vodka, listo para los innumerables brindis propios de una bienvenida al secretario general del partido. Gorbachov no llegaba en sus mejores horas. D¨ªas antes, el Comit¨¦ Central hab¨ªa puesto en evidencia las dificultades crecientes de su pol¨ªtica y las facciones m¨¢s conservadoras del sistema le criticaban ya abierta y p¨²blicamente. El 2 de agosto hab¨ªa anunciado que tras el periodo de vacaciones presentar¨ªa el nuevo Tratado de la Uni¨®n, con el que pretend¨ªa evitar la disoluci¨®n de la URSS. Hab¨ªan sido d¨ªas duros. Estaba cansado y ansiaba los que iba a pasar en la dacha de Foros rodeado de los suyos. En esa dacha a la que Ra¨ªsa hab¨ªa dedicado tanto cari?o. La elecci¨®n del terreno -en el punto m¨¢s sur de la pen¨ªnsula desde donde el mar Negro parece extenderse al infinito- hasta el hermoso jard¨ªn dise?ado con mimo. Nunca se sintieron c¨®modos en la dacha n¨²mero 6, un poco m¨¢s al oeste, que utilizaron sus predecesores. Adoraban la suya, m¨¢s moderna, donde pod¨ªan recibir como quer¨ªa hacerlo el l¨ªder de la URSS del futuro.
En el sal¨®n de autoridades comenzaron los brindis de bienvenida. Leonid Kravchuk inici¨® la liturgia. Elogios al gran l¨ªder que dirige la URSS con pulso firme, que reforma el ayer y nos lanza al futuro. M¨¢s de veinte minutos con la copa en la mano alabando en tono melifluo y c¨ªnico lo que en el Comit¨¦ Central hab¨ªa criticado d¨ªas antes. Leonid Kravchuk, como nos cont¨® Shevardnadze, conoc¨ªa lo que estaba gest¨¢ndose contra Gorbachov y no le previno. Ra¨ªsa no aguant¨® m¨¢s, y de forma casi brutal, pidi¨® que acabara con tanta mentira e hipocres¨ªa. Se cortaba el aire. El secretario general de Crimea, el m¨¢s joven de todos, rompiendo el protocolo y lleno de valor, distendi¨® la atm¨®sfera con un emotivo brindis dirigido al amor entre Ra¨ªsa y Mija¨ªl. Los Gorbachov se besaron y, brindis tras brindis, como si nada hubiera pasado, recordaron su juventud, sus amores furtivos, el sost¨¦n que hab¨ªan sido el uno para el otro en las horas sombr¨ªas. Horas que en los d¨ªas siguientes no iban a faltar. Tras largos brindis, una atm¨®sfera de solidaridad se extendi¨® entre los m¨¢s informados alrededor de la mesa.
Cuentan que una vez en la dacha, entre los suyos, salieron poco. Visitaron Sebastopol, la ciudad 'doblemente heroica', prohibida para el p¨²blico, donde amarraba la Flota del Mar Negro, orgullo de la Uni¨®n. Fueron a Yalta, al palacio de Nicol¨¢s II, el lugar de reuni¨®n de la Conferencia en febrero de 1945, y visitaron de nuevo el palacio del pr¨ªncipe Vorontsov, en el que se hosped¨® Churchill aquellos d¨ªas. Se reuni¨® tambi¨¦n con algunos trabajadores metal¨²rgicos que, como recompensa a su trabajo, visitaban Crimea.
A partir de aqu¨ª, la historia es conocida. La noche del 18 de agosto se incomunic¨® la dacha y la familia qued¨® secuestrada. El 19, muy de ma?ana, dos presentadores de televisi¨®n visiblemente nerviosos anuncian el golpe. Leen un texto, firmado por el vicepresidente de la URSS, Guennadi Yanayev, en el que anuncian el estado de emergencia y la creaci¨®n de un 'comit¨¦ de emergencia nacional' formado por el propio Yanayev; el primer ministro, Pavlov; los ministros del Interior y Defensa, adem¨¢s del jefe del KGB, entre otros gerifaltes comunistas, que se hac¨ªa cargo de la gobernaci¨®n de la URSS. Mija¨ªl Sergeievich, enfermo, hab¨ªa dimitido y seguir¨ªa en Crimea, dijeron.
El d¨ªa siguiente se produjeron manifestaciones en Mosc¨². Yeltsin, encaramado en un tanque, se dirigi¨® a los concentrados produciendo una de las im¨¢genes que m¨¢s veces dieron la vuelta al mundo. La confusi¨®n no se esclareci¨® del todo hasta la madrugada del 21 de agosto, cuando los Gorbachov aterrizaron en Mosc¨², tras ser rescatados por el vicepresidente de Rusia, Alexandr Rutskoi; el primer ministro de Rusia, Iv¨¢n Silayev, y un hombre de confianza y amigo de Gorbachov, Vadim Bakatin, ex ministro del Interior, que hab¨ªa destacado por sus posturas pro-liberales.
Desde ese momento los acontecimientos se suceden a ritmo trepidante para terminar con una parte de la historia del siglo XX . El 24 de agosto, Gorbachov dimite de primer secretario del PCUS. El d¨ªa antes hab¨ªa sido humillado por el propio Yeltsin, quien le oblig¨® ante una acalorada sesi¨®n del Parlamento ruso a leer la suspensi¨®n de las actividades del Partido Comunista de Rusia. El mismo d¨ªa 24, Kravchuk, vista la derrota del golpe, declara la separaci¨®n de Ucrania de la URSS y convoca un refer¨¦ndum para su ratificaci¨®n, celebrado el 1 de diciembre. El 7 de septiembre se independizan las rep¨²blicas b¨¢lticas. El 8 de diciembre, en las afueras de Minsk, los presidentes de Rusia, Bielorrusa y Ucrania declaran la disoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. El d¨ªa 25, Gorbachov dimite de todos sus cargos. La Uni¨®n Sovi¨¦tica desaparece.
Diez a?os m¨¢s tarde, en los primeros d¨ªas de este mes de agosto, en viaje oficial a Ucrania, aterric¨¦ en Simferopol, invitado por el presidente de la rep¨²blica, Leonid Kuchma. En el aeropuerto me recibi¨® el presidente de la Autonom¨ªa de Crimea, Leonid Graccht, el mismo que diez a?os antes, como joven secretario del PCUS en Crimea, tuvo la osad¨ªa de iniciar un brindis por el amor del matrimonio Gorbachov y que vivi¨® con especial intensidad aquellos d¨ªas. Como entonces, el edificio de protocolo estaba preparado: la mesa servida y el vodka listo para los brindis. El primero de los cinco no lleg¨® a durar veinte minutos, pero fue largo y emotivo, con cuatro ideas fundamentales: la belleza de la pen¨ªnsula en verso de Neruda: 'Crimea como hermosa medalla en el pecho de la Tierra'. La patri¨®tica insistencia en que Crimea es Ucrania. El ferviente deseo de ser parte de Europa. La necesidad de ayuda de la Uni¨®n Europea. Cuatro temas que a partir de este brindis no se ausentaron de ninguna conversaci¨®n durante la visita.Terminada la ceremonia emprendimos viaje en coche hacia Foros, la hist¨®rica dacha de Gorbachov, donde iba a alojarme durante mi estancia en Crimea. Nada me defraud¨®. Todo lo que hab¨ªa escuchado e imaginado se hac¨ªa realidad. El paisaje hermos¨ªsimo, casi mediterr¨¢neo, a lo largo del arco sur de la pen¨ªnsula. La casa imponente, los jardines cuidados, el inmenso mar Negro tranquilo.
El presidente Kuchma tuvo la gentileza de venir a visitarme a la dacha para comenzar las sesiones de trabajo. Pasamos m¨¢s de seis horas de trabajo juntos. Analizamos la situaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica del pa¨ªs. Las medidas m¨¢s urgentes necesarias. Las complejas relaciones entre Ucrania y Rusia. La preparaci¨®n de la cumbre Ucrania-Uni¨®n Europea, que tendr¨¢ lugar en Yalta a mediados de septiembre. En nombre de la Uni¨®n insist¨ª en nuestro deseo de construir una s¨®lida relaci¨®n estrat¨¦gica, en que la estabilidad de su pa¨ªs es clave para la seguridad de Europa.
Me rog¨® que fuera a Sebastopol. Me impresion¨® su grandeza. Su emplazamiento. En su inmensa r¨ªa comparten a¨²n puerto la flota rusa de mar Negro y la flota correspondiente de Ucrania. No es de extra?ar que las relaciones entre los dos pa¨ªses sean complejas. Todav¨ªa recuerdo cuando Primakov me dijo con nostalgia que Sebastopol estaba muy pr¨®xima del coraz¨®n de todos los rusos. En la historia de Rusia, desde el siglo XIX, Sebastopol ha tenido un lugar glorioso. Es la ¨²nica ciudad 'doblemente heroica' para los rusos. Lo fue durante el asedio en la guerra de Crimea y de nuevo en la II Guerra Mundial. Con raz¨®n el alcalde actual me dijo con una cierta tristeza: 'Qu¨¦ dif¨ªcil es gobernar una ciudad cuyas mayores glorias est¨¢n ligadas a un pa¨ªs que no es el nuestro'.
Hoy Ucrania es un pa¨ªs soberano. Que se esfuerza por estabilizarse y por tener una visi¨®n y una perspectiva Europea. No podemos dejarle de ayudar. S¨®lo han pasado diez a?os.
Javier Solana es alto representante de la Uni¨®n Europea para la Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.