El golpe que aniquil¨® a la URSS
Diez a?os despu¨¦s del fallido intento de derrocar a Gorbachov, muchos rusos creen que si los golpistas hubieran triunfado ahora vivir¨ªan igual o mejor
Rusia conmemora ma?ana el episodio m¨¢s espectacular de la desintegraci¨®n de la URSS y del comunismo sovi¨¦tico: la aventura golpista de los dirigentes del Kremlin, que mantuvieron en vilo al mundo durante tres d¨ªas, desde la ma?ana del 19 de agosto de 1991, cuando la televisi¨®n despert¨® al pa¨ªs a los compases del Lago de los cisnes, hasta la madrugada del 22, cuando el presidente Mija¨ªl Gorbachov y su aterrorizada familia descendieron del avi¨®n que les tra¨ªa a Mosc¨² desde Crimea. Aquel preludio del fin del imperio, que el l¨ªder ruso Bor¨ªs Yeltsin tan bien supo aprovechar, provoca hoy sentimientos confusos entre los rusos y no ha tenido para ellos el mismo car¨¢cter liberador que la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn para los alemanes.
Bloquearon el acceso de Gorbachov al bot¨®n nuclear, y eso dej¨® incontrolado durante 73 horas el arsenal de la segunda superpotencia mundial
A la memoria vuelven las tres noches en vela en el Parlamento ruso (la Casa Blanca), los j¨®venes que arrastraban hierros hacia las barricadas, Yeltsin invitando a la resistencia desde lo alto de un tanque, las columnas de carros blindados apostadas en las avenidas, Mstislav Rostrop¨®vich avanzando a oscuras por un largo pasillo. A la memoria vuelve la madrugada del 20 al 21 de agosto, el momento de mayor tensi¨®n. Luego vino el p¨¢nico en el kolz¨® (el anillo de circunvalaci¨®n), cuando tres j¨®venes murieron v¨ªctimas de un encontronazo con los tanques. Y al final, un mitin multitudinario y una ef¨ªmera sensaci¨®n de libertad.
Los golpistas no eran torpes aficionados. Desde el punto de vista t¨¦cnico, el jefe del KGB, Vlad¨ªmir Kriuchkov, y el ministro de Defensa, Dmitri Y¨¢zov, hicieron un extraordinario trabajo entre el 5 de agosto, un d¨ªa despu¨¦s de que Gorbachov se marchara de vacaciones, y el 18 de aquel mes. Ese d¨ªa, una delegaci¨®n de los conspiradores, en la que figuraban el vicepresidente del Consejo de Defensa, Oleg Bakl¨¢nov; el jefe de la canciller¨ªa de Gorbachov, Valeri Boldin; el secretario del Comit¨¦ Central, Oleg Shenin, y el viceministro de Defensa, Valent¨ªn Var¨¦nnikov, volaron a Crimea para entrevistarse con el presidente. Doce eran los principales conjurados, pero s¨®lo ocho de ellos, incluidos el vicepresidente Guennadi Yan¨¢yev y el primer ministro Valent¨ªn P¨¢vlov, constituyeron el llamado Comit¨¦ Estatal del Estado de Excepci¨®n (GKCHP). Lukianov, presidente del Soviet Supremo y amigo de juventud de Gorbachov, se qued¨® fuera para maniobrar mejor, aunque ayud¨® a redactar los documentos que publicaron los golpistas. Yan¨¢yev se incorpor¨® a ¨²ltima hora y lo mismo sucedi¨® con el ministro del Interior, Bor¨ªs Pugo.
Los testimonios del acta de acusaci¨®n de los golpistas muestran que en pocos d¨ªas decenas de altos mandos del Ej¨¦rcito y del aparato de la seguridad del Estado fueron movilizados por todo el pa¨ªs. En la conjura, con distintos grados de implicaci¨®n, estaba la c¨²spide del KGB y del Ministerio de Defensa, analistas de ambas instituciones que exploraban conjuntamente las posibles consecuencias de un estado de excepci¨®n, el jefe de las tropas de paracaidistas, P¨¢vel Grachov (que despu¨¦s ser¨ªa ministro de Defensa con Yeltsin), los jefes de distintos departamentos del KGB y el jefe de las tropas del distrito militar de Mosc¨², entre otros. El Ministerio de Defensa hab¨ªa enviado enlaces a los jefes de los distritos militares, Kriuchkov hab¨ªa ordenado escuchar los tel¨¦fonos de Yeltsin, vigilar a los pol¨ªticos que pod¨ªan oponerse y hacer preparativos para arrestarlos a todos ellos y encerrarlos en diversas bases militares.
Cumpliendo ¨®rdenes de Kriuchkov, Viacheslav Gener¨¢lov, responsable de la escolta del presidente, mand¨® cortar las l¨ªneas telef¨®nicas a Gorbachov desde el avi¨®n en el que los golpistas viajaban rumbo a Crimea el 18 de agosto. Con ellos iba tambi¨¦n un grupo especial de oficiales de comunicaciones que ten¨ªa la misi¨®n de aislar al presidente. Aquella misma tarde fueron movilizadas las brigadas de vigilancia mar¨ªtima de las tropas fronterizas de la costa del mar Negro. Los golpistas bloquearon tambi¨¦n el acceso de Gorbachov al bot¨®n nuclear, lo que, seg¨²n su ex jefe de prensa Andr¨¦i Grachov, hoy profesor en Par¨ªs, dej¨® 'incontrolada' durante 73 horas la seguridad nacional de la URSS y el arsenal nuclear de la segunda superpotencia mundial.
Tras visitar a Gorbachov, Var¨¦nnikov reuni¨® a los jefes de tres distritos militares (Kiev, C¨¢ucaso del Norte y Transcarpatia), de la flota, de las tropas de misiles, de la artiller¨ªa y de la infanter¨ªa. A todos ellos les dijo que el presidente estaba enfermo y que Yan¨¢yev le sustituir¨ªa. Mientras sus colegas regresaban a Mosc¨², Var¨¦nnikov parti¨® hacia Kiev porque, seg¨²n cont¨® ¨¦l mismo a esta corresponsal, tem¨ªa que el movimiento nacionalista ucranio Ruj 'organizara un levantamiento que fuera una bomba para nosotros'. Y desde Kiev, en los d¨ªas que siguieron, mand¨® incendiarios telegramas a sus compa?eros exigi¨¦ndoles ser m¨¢s expeditivos con Yeltsin. 'Me irritaban con su indecisi¨®n', dice el veterano oficial, que califica al GKCHP como un 'protoplasma' y a sus colegas como 'calzonazos'. 'No es que fueran incompetentes, sino inconsecuentes y d¨¦biles', asegura el ¨²nico de los miembros del GKCHP que no acept¨® ser amnistiado en febrero de 1994 y que posteriormente convirti¨® su juicio en un proceso contra Gorbachov.
De la conversaci¨®n del 18 de agosto hay versiones diferentes. Los golpistas se?alan que fue la culminaci¨®n del trabajo que hab¨ªan estado haciendo por encargo de Gorbachov para preparar el estado de excepci¨®n en diversas zonas del pa¨ªs. Gorbachov sit¨²a la visita de los hu¨¦spedes en otro plano m¨¢s inquietante. Al despedirse, el presidente les llam¨® 'huevones', pero sus interlocutores, que interpretan a su modo las palabras del l¨ªder, no mencionan este detalle.
Tanto si Gorbachov les dio a entender que les daba luz verde para actuar como si no, el presidente no quiso acompa?arles para dirigir el movimiento y los conjurados volvieron al Kremlin, donde les esperaban Kriuchkov, Y¨¢zov y P¨¢vlov. Esa misma noche, los golpistas deber¨ªan haber contactado con Yeltsin, que regresaba de un viaje a Kazajst¨¢n. Pero el avi¨®n que llevaba al l¨ªder ruso, en contra de los planes de la conjura, no se desvi¨® al aeropuerto militar donde ten¨ªa que ir a esperarle el primer ministro P¨¢vlov. Sin sospechar lo que se estaba tramando, Yeltsin se march¨® a su dacha de Arj¨¢nguelskoe. All¨ª, Kriuchkov hab¨ªa reforzado la vigilancia con varias decenas de agentes del grupo Alfa, que nunca recibieron la orden de detener al l¨ªder ruso, para la que estaban preparados. Kriuchkov explic¨® a esta corresponsal que P¨¢vlov y Y¨¢zov ten¨ªan que haber ido a ver a Yeltsin a la dacha, pero que el primero se puso enfermo. A parecer, el jefe del Gobierno sovi¨¦tico se puso ¨¦l mismo fuera de juego, al mezclar alcohol con pastillas para la tensi¨®n, y tuvo que ser hospitalizado.
En la madrugada del 19, los tanques hab¨ªan entrado en Mosc¨², y sus mandos, entre ellos el general de paracaidistas Aleksandr L¨¦bed, vigilaban el Parlamento, porque no hab¨ªan recibido otra orden. Yeltsin obtuvo una victoria cuando el mayor Sergu¨¦i Evdok¨ªmov se pas¨® al lado ruso con 10 tanques. El diputado Sergu¨¦i Iushenkov, uno de los organizadores de la resistencia, sospecha que la nueva lealtad de Evdok¨ªmov pudo ser bien pragm¨¢tica. Al entrar en la Casa Blanca, el oficial de la divisi¨®n de ¨¦lite Tam¨¢nskaia, que llevaba horas en su carro blindado, pregunt¨® ansiosamente d¨®nde estaba el lavabo.
Por la tarde, los golpistas aparecieron ante la prensa. '?Comprenden que han perpetrado un golpe de Estado? ?Qu¨¦ analog¨ªa les parece m¨¢s exacta, la de 1917 o la de 1964?', pregunt¨® la perodista Tatiana M¨¢lkina, que llevaba un angelical vestido de cuadritos para celebrar su 24? cumplea?os. Diez a?os m¨¢s tarde, elegantemente vestida de negro, M¨¢lkina, hoy esposa de un alto funcionario financiero internacional, no recuerda la respuesta del 'pobre Yan¨¢yev', pero s¨ª sus manos temblorosas, que se interpretaron como un s¨ªntoma de la fragilidad de la conspiraci¨®n. Yan¨¢yev, que reside hoy en un piso de dos habitaciones y tiene una pensi¨®n de 1.500 rublos al mes, explica que temblaba por la responsabilidad de mentir sin tener todav¨ªa el certificado m¨¦dico falso de la supuesta dolencia. El documento iba a prepararse 'por el bien' de Gorbachov, ya que le permit¨ªa 'mantenerse al margen' mientras los otros hac¨ªan el trabajo sucio.
Y pod¨ªa haber sido bastante sucio si los oficiales de los grupos de operaciones especiales Alfa y Vimpel no se hubieran negado a emprender el asalto a la Casa Blanca que ya hab¨ªan preparado, pero que nadie orden¨®. V¨ªctor Karpujin y Sergu¨¦i Goncharov, los jefes del grupo, se negaron a la 'operaci¨®n militar' porque no consideraban su obligaci¨®n de oficiales 'disparar sobre gente desarmada y abrir un corredor para los tanques'. Los mandos golpistas se dividieron sobre la necesidad de seguir o dar marcha atr¨¢s y parece que fue el mariscal Y¨¢zov quien, de forma unilateral, decidi¨® sacar los tanques de Mosc¨² y se resisti¨® luego a las presiones de Kriuchkov, Shenin, Bakl¨¢nov y Luki¨¢nov.
Aquellos tres d¨ªas, Gorbachov se pase¨® ostentosamente por la playa. Quer¨ªa demostrar a los guardias fronterizos que le vigilaban desde el mar que no estaba enfermo y en alguno de los buques patrulla se lleg¨® a madurar la idea de liberar al presidente. Su esposa Ra¨ªsa temi¨® hasta el ¨²ltimo momento que los golpistas decidieran mostrar 'sobre el terreno' que Gorbachov estaba indispuesto, y que para ello le hicieran enfermar de verdad.
Yeltsin defini¨® aquellos tres d¨ªas como 'un acontecimiento planetario', pero las experiencias posteriores difuminaron los papeles de vencedores y vencidos y dividieron a los h¨¦roes del 91. En octubre de 1993, cuando Yeltsin se ensa?¨® a ca?onazos contra sus compa?eros del 91, el escenario que todav¨ªa se llama plaza de la Rusia Libre fue contaminado por un enfrentamiento fratricida y un centenar de muertos. Los lugares se han desvirtuado y tambi¨¦n las ideas. Despu¨¦s de octubre del 93, el presidente sigui¨® mandando coronas de flores a las conmemoraciones anuales de la muerte de los tres primeros h¨¦roes de Rusia, pero oscuros funcionarios sustituyeron a las figuras de primera fila que acudieron a los primeros funerales. Este a?o, tanto el presidente Vlad¨ªmir Putin como el alcalde de Mosc¨², Yuri Luzhkov, se han ido de vacaciones, y este ¨²ltimo de forma bastante precipitada.
De la euforia del 91 queda poca cosa y el discurso sobre 'Rusia libre' ha cambiado incluso entre sus ide¨®logos. 'El golpe no debe ser juzgado con la mirada arrogante de los vencedores, sino elaborado individualmente. Hoy debemos pensar cu¨¢les fueron los motivos de los golpistas para arriesgarse a parar la historia y ponerse en rid¨ªculo con su intento de restauraci¨®n, y debemos ver en qu¨¦ medida sus puntos de vista han mantenido su dinamismo y encontrado un terreno abonado en nuestro pa¨ªs durante estos a?os', me dice Guennadi B¨²rbulis, que fue el principal ide¨®logo de Yeltsin y que me recibe hoy en su despacho en la fundaci¨®n Estrategia. 'A consecuencia de su actitud ante el golpe, capas enteras de la vida intelectual rusa, escritores rusos de la talla de Valent¨ªn Rasputin, Yuri Belov, Yuri B¨®ndarev, se vieron marginados de la democracia, y los dem¨®cratas, a su vez, resultaron insensibles socialmente y dogm¨¢ticos con otro signo'.
B¨²rbulis, hoy vicegobernador provincial en N¨®vgorod, considera agosto de 1991 como el Chern¨®bil pol¨ªtico del sistema sovi¨¦tico. 'Cuando pas¨® el encanto, result¨® que muchos de los que se hab¨ªan concentrado en la plaza de la Rusia Libre ten¨ªan diferentes ideas sobre el futuro', se?ala. Efectivamente, unos se transformaron en combatientes en las regiones secesionistas del Transdni¨¦ster (en Moldavia) y Abjasia (en Georgia), o en Serbia, otros abrazaron el nacionalismo ruso radical e incluso murieron luchando contra Yeltsin en el 93. Entre las varias asociaciones de 'defensores de la Casa Blanca' que se formaron est¨¢ Zhivoe Kolz¨®, que ve agosto del 91 como el nacimiento del Estado democr¨¢tico ruso. Konstant¨ªn Tr¨²ievzev, uno de los fundadores, afirma que una gran cantidad de chechenos ingresaron inicialmente en Zhivoe Kolz¨®. La leyenda cuenta que entre los defensores estaba el guerrillero Shamil Bas¨¢yev.
Las encuestas del Centro Estatal de Estudio de la Opini¨®n P¨²blica (Tsiom) muestran que el golpe no ha cristalizado como un suceso claro. Un 32% de los rusos no sabe a¨²n si simpatizan m¨¢s con el GKCHP (al que apoya un 12% ), o con sus adversarios (a los que respalda un 30%). Un 43% no sabe qui¨¦n ten¨ªa raz¨®n, y un 45% considera aquellos sucesos como un episodio de lucha por el poder. Un 10% cree que Gorbachov estuvo entre los golpistas; un 43%, que Yeltsin aprovech¨® la confusi¨®n para tomar el poder, y un 13%, que actu¨® valientemente. S¨®lo el 17% cree que los rusos vivir¨ªan hoy peor si hubiera tenido ¨¦xito el GKCHP. Un 46%, en cambio, opina que vivir¨ªan mejor o como ahora.
Los dem¨®cratas del 91 entonan nuevas melod¨ªas. B¨²rbulis admite que 'la URSS se agot¨® desde dentro, pero el derrumbe tuvo lugar con una activa intervenci¨®n externa'. 'La desgracia es que el occidente americanizado se siente indiscutible vencedor de la guerra fr¨ªa y por ello son comprensibles los sentimientos de los ciudadanos rusos, y de parte de la ¨¦lite, que experimenta complejo de inferioridad y trata de reanimar los tonos imperiales', afirma.
B¨²rbulis reprocha a Occidente el no haber elaborado un Plan Marshall para Rusia. Los reformistas del 91 expresaban 'una confianza sin fronteras ante los norteamericanos y una falta de distanciamiento pr¨¢ctico'. 'Ahora comprendemos que los norteamericanos hicieron todo para que no se diera la forma de cooperaci¨®n ideal que permita a la econom¨ªa rusa ponerse en pie', afirma.
Sobre agosto del 91 quedan a¨²n muchas inc¨®gnitas. Esta semana, Gorbachov ha tenido que insistir en que realmente estuvo incomunicado en For¨®s. Curioso resulta, sin embargo, que, en privado, cercanos colaboradores del ex presidente divergen sobre este punto. Los miembros del GKCHP dicen que, para salvar el pa¨ªs, quer¨ªan impedir la firma del Tratado de la Uni¨®n, prevista para el d¨ªa 20, pero aquel tratado no ten¨ªa un sentido tan definitivo como el que pretenden darle hoy, ya que el proceso de desintegraci¨®n de la URSS no depend¨ªa de un documento y posiblemente hubiera cristalizado de una u otra manera. Adem¨¢s, podr¨ªa haber habido variantes peores. Seg¨²n Sergu¨¦i Yushenkov, las rep¨²blicas de la Uni¨®n hubieran podido formar estructuras de resistencia al GKCHP que, tarde o temprano, hubieran surgido tambi¨¦n en Rusia, y esto hubiera podido acabar en un escenario yugoslavo de desintegraci¨®n sangrienta de la URSS.
Desde el oto?o de 1990 exist¨ªan s¨ªntomas de la 'salida de las trincheras' de los defensores de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. No est¨¢ claro, sin embargo, si este estado de ¨¢nimo, que produjo la dimisi¨®n del ministro de Exteriores, Eduard Shevardnadze, en diciembre y los sangrientos sucesos de Vilnius en enero, se plasm¨® tambi¨¦n en la organizaci¨®n de una conjura antes del 5 de agosto. En primavera, la rivalidad entre Gorbachov y Yeltsin hab¨ªa remitido gracias al proceso de Novo Ogoriovo, la villa donde los l¨ªderes de las rep¨²blicas sovi¨¦ticas elaboraban el nuevo Tratado de la Uni¨®n. Fue en Novo Ogoriovo donde Yeltsin, el l¨ªder de Kazajst¨¢n, Nursult¨¢n Nazarb¨¢iev, y Gorbachov fueron escuchados por Kriuchkov mientras hablaban sobre los relevos de altos cargos que, de haberse llevado a cabo, hubieran dejado sin trabajo a la mayor¨ªa de los conspiradores. Cabe preguntarse c¨®mo con tanta preparaci¨®n psicol¨®gica, ambiental y t¨¦cnica, el golpe se desmoron¨® con tanta facilidad. Los golpistas esperaban un l¨ªder y confiaban en que ese l¨ªder fuera Gorbachov. Ten¨ªan tambi¨¦n la esperanza de llegar a un acuerdo con Yeltsin, posiblemente utilizando la animadversi¨®n del l¨ªder ruso por el presidente sovi¨¦tico, pero les fallaron ambas cosas.Rusia conmemora ma?ana el episodio m¨¢s espectacular de la desintegraci¨®n de la URSS y del comunismo sovi¨¦tico: la aventura golpista de los dirigentes del Kremlin, que mantuvieron en vilo al mundo durante tres d¨ªas, desde la ma?ana del 19 de agosto de 1991, cuando la televisi¨®n despert¨® al pa¨ªs a los compases del Lago de los cisnes, hasta la madrugada del 22, cuando el presidente Mija¨ªl Gorbachov y su aterrorizada familia descendieron del avi¨®n que les tra¨ªa a Mosc¨² desde Crimea. Aquel preludio del fin del imperio, que el l¨ªder ruso Bor¨ªs Yeltsin tan bien supo aprovechar, provoca hoy sentimientos confusos entre los rusos y no ha tenido para ellos el mismo car¨¢cter liberador que la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn para los alemanes.
A la memoria vuelven las tres noches en vela en el Parlamento ruso (la Casa Blanca), los j¨®venes que arrastraban hierros hacia las barricadas, Yeltsin invitando a la resistencia desde lo alto de un tanque, las columnas de carros blindados apostadas en las avenidas, Mstislav Rostrop¨®vich avanzando a oscuras por un largo pasillo. A la memoria vuelve la madrugada del 20 al 21 de agosto, el momento de mayor tensi¨®n. Luego vino el p¨¢nico en el kolz¨® (el anillo de circunvalaci¨®n), cuando tres j¨®venes murieron v¨ªctimas de un encontronazo con los tanques. Y al final, un mitin multitudinario y una ef¨ªmera sensaci¨®n de libertad.
Los golpistas no eran torpes aficionados. Desde el punto de vista t¨¦cnico, el jefe del KGB, Vlad¨ªmir Kriuchkov, y el ministro de Defensa, Dmitri Y¨¢zov, hicieron un extraordinario trabajo entre el 5 de agosto, un d¨ªa despu¨¦s de que Gorbachov se marchara de vacaciones, y el 18 de aquel mes. Ese d¨ªa, una delegaci¨®n de los conspiradores, en la que figuraban el vicepresidente del Consejo de Defensa, Oleg Bakl¨¢nov; el jefe de la canciller¨ªa de Gorbachov, Valeri Boldin; el secretario del Comit¨¦ Central, Oleg Shenin, y el viceministro de Defensa, Valent¨ªn Var¨¦nnikov, volaron a Crimea para entrevistarse con el presidente. Doce eran los principales conjurados, pero s¨®lo ocho de ellos, incluidos el vicepresidente Guennadi Yan¨¢yev y el primer ministro Valent¨ªn P¨¢vlov, constituyeron el llamado Comit¨¦ Estatal del Estado de Excepci¨®n (GKCHP). Lukianov, presidente del Soviet Supremo y amigo de juventud de Gorbachov, se qued¨® fuera para maniobrar mejor, aunque ayud¨® a redactar los documentos que publicaron los golpistas. Yan¨¢yev se incorpor¨® a ¨²ltima hora y lo mismo sucedi¨® con el ministro del Interior, Bor¨ªs Pugo.
Los testimonios del acta de acusaci¨®n de los golpistas muestran que en pocos d¨ªas decenas de altos mandos del Ej¨¦rcito y del aparato de la seguridad del Estado fueron movilizados por todo el pa¨ªs. En la conjura, con distintos grados de implicaci¨®n, estaba la c¨²spide del KGB y del Ministerio de Defensa, analistas de ambas instituciones que exploraban conjuntamente las posibles consecuencias de un estado de excepci¨®n, el jefe de las tropas de paracaidistas, P¨¢vel Grachov (que despu¨¦s ser¨ªa ministro de Defensa con Yeltsin), los jefes de distintos departamentos del KGB y el jefe de las tropas del distrito militar de Mosc¨², entre otros. El Ministerio de Defensa hab¨ªa enviado enlaces a los jefes de los distritos militares, Kriuchkov hab¨ªa ordenado escuchar los tel¨¦fonos de Yeltsin, vigilar a los pol¨ªticos que pod¨ªan oponerse y hacer preparativos para arrestarlos a todos ellos y encerrarlos en diversas bases militares.
Cumpliendo ¨®rdenes de Kriuchkov, Viacheslav Gener¨¢lov, responsable de la escolta del presidente, mand¨® cortar las l¨ªneas telef¨®nicas a Gorbachov desde el avi¨®n en el que los golpistas viajaban rumbo a Crimea el 18 de agosto. Con ellos iba tambi¨¦n un grupo especial de oficiales de comunicaciones que ten¨ªa la misi¨®n de aislar al presidente. Aquella misma tarde fueron movilizadas las brigadas de vigilancia mar¨ªtima de las tropas fronterizas de la costa del mar Negro. Los golpistas bloquearon tambi¨¦n el acceso de Gorbachov al bot¨®n nuclear, lo que, seg¨²n su ex jefe de prensa Andr¨¦i Grachov, hoy profesor en Par¨ªs, dej¨® 'incontrolada' durante 73 horas la seguridad nacional de la URSS y el arsenal nuclear de la segunda superpotencia mundial.
Tras visitar a Gorbachov, Var¨¦nnikov reuni¨® a los jefes de tres distritos militares (Kiev, C¨¢ucaso del Norte y Transcarpatia), de la flota, de las tropas de misiles, de la artiller¨ªa y de la infanter¨ªa. A todos ellos les dijo que el presidente estaba enfermo y que Yan¨¢yev le sustituir¨ªa. Mientras sus colegas regresaban a Mosc¨², Var¨¦nnikov parti¨® hacia Kiev porque, seg¨²n cont¨® ¨¦l mismo a esta corresponsal, tem¨ªa que el movimiento nacionalista ucranio Ruj 'organizara un levantamiento que fuera una bomba para nosotros'. Y desde Kiev, en los d¨ªas que siguieron, mand¨® incendiarios telegramas a sus compa?eros exigi¨¦ndoles ser m¨¢s expeditivos con Yeltsin. 'Me irritaban con su indecisi¨®n', dice el veterano oficial, que califica al GKCHP como un 'protoplasma' y a sus colegas como 'calzonazos'. 'No es que fueran incompetentes, sino inconsecuentes y d¨¦biles', asegura el ¨²nico de los miembros del GKCHP que no acept¨® ser amnistiado en febrero de 1994 y que posteriormente convirti¨® su juicio en un proceso contra Gorbachov.
De la conversaci¨®n del 18 de agosto hay versiones diferentes. Los golpistas se?alan que fue la culminaci¨®n del trabajo que hab¨ªan estado haciendo por encargo de Gorbachov para preparar el estado de excepci¨®n en diversas zonas del pa¨ªs. Gorbachov sit¨²a la visita de los hu¨¦spedes en otro plano m¨¢s inquietante. Al despedirse, el presidente les llam¨® 'huevones', pero sus interlocutores, que interpretan a su modo las palabras del l¨ªder, no mencionan este detalle.
Tanto si Gorbachov les dio a entender que les daba luz verde para actuar como si no, el presidente no quiso acompa?arles para dirigir el movimiento y los conjurados volvieron al Kremlin, donde les esperaban Kriuchkov, Y¨¢zov y P¨¢vlov. Esa misma noche, los golpistas deber¨ªan haber contactado con Yeltsin, que regresaba de un viaje a Kazajst¨¢n. Pero el avi¨®n que llevaba al l¨ªder ruso, en contra de los planes de la conjura, no se desvi¨® al aeropuerto militar donde ten¨ªa que ir a esperarle el primer ministro P¨¢vlov. Sin sospechar lo que se estaba tramando, Yeltsin se march¨® a su dacha de Arj¨¢nguelskoe. All¨ª, Kriuchkov hab¨ªa reforzado la vigilancia con varias decenas de agentes del grupo Alfa, que nunca recibieron la orden de detener al l¨ªder ruso, para la que estaban preparados. Kriuchkov explic¨® a esta corresponsal que P¨¢vlov y Y¨¢zov ten¨ªan que haber ido a ver a Yeltsin a la dacha, pero que el primero se puso enfermo. A parecer, el jefe del Gobierno sovi¨¦tico se puso ¨¦l mismo fuera de juego, al mezclar alcohol con pastillas para la tensi¨®n, y tuvo que ser hospitalizado.
En la madrugada del 19, los tanques hab¨ªan entrado en Mosc¨², y sus mandos, entre ellos el general de paracaidistas Aleksandr L¨¦bed, vigilaban el Parlamento, porque no hab¨ªan recibido otra orden. Yeltsin obtuvo una victoria cuando el mayor Sergu¨¦i Evdok¨ªmov se pas¨® al lado ruso con 10 tanques. El diputado Sergu¨¦i Iushenkov, uno de los organizadores de la resistencia, sospecha que la nueva lealtad de Evdok¨ªmov pudo ser bien pragm¨¢tica. Al entrar en la Casa Blanca, el oficial de la divisi¨®n de ¨¦lite Tam¨¢nskaia, que llevaba horas en su carro blindado, pregunt¨® ansiosamente d¨®nde estaba el lavabo.
Por la tarde, los golpistas aparecieron ante la prensa. '?Comprenden que han perpetrado un golpe de Estado? ?Qu¨¦ analog¨ªa les parece m¨¢s exacta, la de 1917 o la de 1964?', pregunt¨® la perodista Tatiana M¨¢lkina, que llevaba un angelical vestido de cuadritos para celebrar su 24? cumplea?os. Diez a?os m¨¢s tarde, elegantemente vestida de negro, M¨¢lkina, hoy esposa de un alto funcionario financiero internacional, no recuerda la respuesta del 'pobre Yan¨¢yev', pero s¨ª sus manos temblorosas, que se interpretaron como un s¨ªntoma de la fragilidad de la conspiraci¨®n. Yan¨¢yev, que reside hoy en un piso de dos habitaciones y tiene una pensi¨®n de 1.500 rublos al mes, explica que temblaba por la responsabilidad de mentir sin tener todav¨ªa el certificado m¨¦dico falso de la supuesta dolencia. El documento iba a prepararse 'por el bien' de Gorbachov, ya que le permit¨ªa 'mantenerse al margen' mientras los otros hac¨ªan el trabajo sucio.
Y pod¨ªa haber sido bastante sucio si los oficiales de los grupos de operaciones especiales Alfa y Vimpel no se hubieran negado a emprender el asalto a la Casa Blanca que ya hab¨ªan preparado, pero que nadie orden¨®. V¨ªctor Karpujin y Sergu¨¦i Goncharov, los jefes del grupo, se negaron a la 'operaci¨®n militar' porque no consideraban su obligaci¨®n de oficiales 'disparar sobre gente desarmada y abrir un corredor para los tanques'. Los mandos golpistas se dividieron sobre la necesidad de seguir o dar marcha atr¨¢s y parece que fue el mariscal Y¨¢zov quien, de forma unilateral, decidi¨® sacar los tanques de Mosc¨² y se resisti¨® luego a las presiones de Kriuchkov, Shenin, Bakl¨¢nov y Luki¨¢nov.
Aquellos tres d¨ªas, Gorbachov se pase¨® ostentosamente por la playa. Quer¨ªa demostrar a los guardias fronterizos que le vigilaban desde el mar que no estaba enfermo y en alguno de los buques patrulla se lleg¨® a madurar la idea de liberar al presidente. Su esposa Ra¨ªsa temi¨® hasta el ¨²ltimo momento que los golpistas decidieran mostrar 'sobre el terreno' que Gorbachov estaba indispuesto, y que para ello le hicieran enfermar de verdad.
Yeltsin defini¨® aquellos tres d¨ªas como 'un acontecimiento planetario', pero las experiencias posteriores difuminaron los papeles de vencedores y vencidos y dividieron a los h¨¦roes del 91. En octubre de 1993, cuando Yeltsin se ensa?¨® a ca?onazos contra sus compa?eros del 91, el escenario que todav¨ªa se llama plaza de la Rusia Libre fue contaminado por un enfrentamiento fratricida y un centenar de muertos. Los lugares se han desvirtuado y tambi¨¦n las ideas. Despu¨¦s de octubre del 93, el presidente sigui¨® mandando coronas de flores a las conmemoraciones anuales de la muerte de los tres primeros h¨¦roes de Rusia, pero oscuros funcionarios sustituyeron a las figuras de primera fila que acudieron a los primeros funerales. Este a?o, tanto el presidente Vlad¨ªmir Putin como el alcalde de Mosc¨², Yuri Luzhkov, se han ido de vacaciones, y este ¨²ltimo de forma bastante precipitada.
De la euforia del 91 queda poca cosa y el discurso sobre 'Rusia libre' ha cambiado incluso entre sus ide¨®logos. 'El golpe no debe ser juzgado con la mirada arrogante de los vencedores, sino elaborado individualmente. Hoy debemos pensar cu¨¢les fueron los motivos de los golpistas para arriesgarse a parar la historia y ponerse en rid¨ªculo con su intento de restauraci¨®n, y debemos ver en qu¨¦ medida sus puntos de vista han mantenido su dinamismo y encontrado un terreno abonado en nuestro pa¨ªs durante estos a?os', me dice Guennadi B¨²rbulis, que fue el principal ide¨®logo de Yeltsin y que me recibe hoy en su despacho en la fundaci¨®n Estrategia. 'A consecuencia de su actitud ante el golpe, capas enteras de la vida intelectual rusa, escritores rusos de la talla de Valent¨ªn Rasputin, Yuri Belov, Yuri B¨®ndarev, se vieron marginados de la democracia, y los dem¨®cratas, a su vez, resultaron insensibles socialmente y dogm¨¢ticos con otro signo'.
B¨²rbulis, hoy vicegobernador provincial en N¨®vgorod, considera agosto de 1991 como el Chern¨®bil pol¨ªtico del sistema sovi¨¦tico. 'Cuando pas¨® el encanto, result¨® que muchos de los que se hab¨ªan concentrado en la plaza de la Rusia Libre ten¨ªan diferentes ideas sobre el futuro', se?ala. Efectivamente, unos se transformaron en combatientes en las regiones secesionistas del Transdni¨¦ster (en Moldavia) y Abjasia (en Georgia), o en Serbia, otros abrazaron el nacionalismo ruso radical e incluso murieron luchando contra Yeltsin en el 93. Entre las varias asociaciones de 'defensores de la Casa Blanca' que se formaron est¨¢ Zhivoe Kolz¨®, que ve agosto del 91 como el nacimiento del Estado democr¨¢tico ruso. Konstant¨ªn Tr¨²ievzev, uno de los fundadores, afirma que una gran cantidad de chechenos ingresaron inicialmente en Zhivoe Kolz¨®. La leyenda cuenta que entre los defensores estaba el guerrillero Shamil Bas¨¢yev.
Las encuestas del Centro Estatal de Estudio de la Opini¨®n P¨²blica (Tsiom) muestran que el golpe no ha cristalizado como un suceso claro. Un 32% de los rusos no sabe a¨²n si simpatizan m¨¢s con el GKCHP (al que apoya un 12% ), o con sus adversarios (a los que respalda un 30%). Un 43% no sabe qui¨¦n ten¨ªa raz¨®n, y un 45% considera aquellos sucesos como un episodio de lucha por el poder. Un 10% cree que Gorbachov estuvo entre los golpistas; un 43%, que Yeltsin aprovech¨® la confusi¨®n para tomar el poder, y un 13%, que actu¨® valientemente. S¨®lo el 17% cree que los rusos vivir¨ªan hoy peor si hubiera tenido ¨¦xito el GKCHP. Un 46%, en cambio, opina que vivir¨ªan mejor o como ahora.
Los dem¨®cratas del 91 entonan nuevas melod¨ªas. B¨²rbulis admite que 'la URSS se agot¨® desde dentro, pero el derrumbe tuvo lugar con una activa intervenci¨®n externa'. 'La desgracia es que el occidente americanizado se siente indiscutible vencedor de la guerra fr¨ªa y por ello son comprensibles los sentimientos de los ciudadanos rusos, y de parte de la ¨¦lite, que experimenta complejo de inferioridad y trata de reanimar los tonos imperiales', afirma.
B¨²rbulis reprocha a Occidente el no haber elaborado un Plan Marshall para Rusia. Los reformistas del 91 expresaban 'una confianza sin fronteras ante los norteamericanos y una falta de distanciamiento pr¨¢ctico'. 'Ahora comprendemos que los norteamericanos hicieron todo para que no se diera la forma de cooperaci¨®n ideal que permita a la econom¨ªa rusa ponerse en pie', afirma.
Sobre agosto del 91 quedan a¨²n muchas inc¨®gnitas. Esta semana, Gorbachov ha tenido que insistir en que realmente estuvo incomunicado en For¨®s. Curioso resulta, sin embargo, que, en privado, cercanos colaboradores del ex presidente divergen sobre este punto. Los miembros del GKCHP dicen que, para salvar el pa¨ªs, quer¨ªan impedir la firma del Tratado de la Uni¨®n, prevista para el d¨ªa 20, pero aquel tratado no ten¨ªa un sentido tan definitivo como el que pretenden darle hoy, ya que el proceso de desintegraci¨®n de la URSS no depend¨ªa de un documento y posiblemente hubiera cristalizado de una u otra manera. Adem¨¢s, podr¨ªa haber habido variantes peores. Seg¨²n Sergu¨¦i Yushenkov, las rep¨²blicas de la Uni¨®n hubieran podido formar estructuras de resistencia al GKCHP que, tarde o temprano, hubieran surgido tambi¨¦n en Rusia, y esto hubiera podido acabar en un escenario yugoslavo de desintegraci¨®n sangrienta de la URSS.
Desde el oto?o de 1990 exist¨ªan s¨ªntomas de la 'salida de las trincheras' de los defensores de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. No est¨¢ claro, sin embargo, si este estado de ¨¢nimo, que produjo la dimisi¨®n del ministro de Exteriores, Eduard Shevardnadze, en diciembre y los sangrientos sucesos de Vilnius en enero, se plasm¨® tambi¨¦n en la organizaci¨®n de una conjura antes del 5 de agosto. En primavera, la rivalidad entre Gorbachov y Yeltsin hab¨ªa remitido gracias al proceso de Novo Ogoriovo, la villa donde los l¨ªderes de las rep¨²blicas sovi¨¦ticas elaboraban el nuevo Tratado de la Uni¨®n. Fue en Novo Ogoriovo donde Yeltsin, el l¨ªder de Kazajst¨¢n, Nursult¨¢n Nazarb¨¢iev, y Gorbachov fueron escuchados por Kriuchkov mientras hablaban sobre los relevos de altos cargos que, de haberse llevado a cabo, hubieran dejado sin trabajo a la mayor¨ªa de los conspiradores. Cabe preguntarse c¨®mo con tanta preparaci¨®n psicol¨®gica, ambiental y t¨¦cnica, el golpe se desmoron¨® con tanta facilidad. Los golpistas esperaban un l¨ªder y confiaban en que ese l¨ªder fuera Gorbachov. Ten¨ªan tambi¨¦n la esperanza de llegar a un acuerdo con Yeltsin, posiblemente utilizando la animadversi¨®n del l¨ªder ruso por el presidente sovi¨¦tico, pero les fallaron ambas cosas.
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