A vueltas con Arqu¨ªloco
S¨¦ que me presto a una tarea inadecuada, como es la de hablar en pocas l¨ªneas sin caer en simplezas de un libro complejo e inmenso. El escudo de Arqu¨ªloco de Juan Aranzadi ha levantado entre nosotros una polvareda similar a la provocada por Milenarismo vasco del mismo autor. Dif¨ªcil de clasificar gen¨¦ricamente, el libro de Aranzadi se inscribe en una tradici¨®n ensay¨ªstica, de hecho fundacional del g¨¦nero, que no escinde reflexi¨®n y vida, aunque en su caso lo haga de una forma muy particular. El excurso autobiogr¨¢fico del libro emplaza al autor para restar fundamento a ciertas cr¨ªticas ad hominem a su libro anterior -como que su nombre fuera un seud¨®nimo par¨®dico contra la antropolog¨ªa vasca-, y sobre todo es un ajuste de cuentas con su pasado para desembarazarse de toda m¨¢scara heroica, subrayar su deriva y hasta su cobard¨ªa y fundar en su propia y desnuda fragilidad humana los fundamentos de la ¨¦tica del abandono que nos promete. Este tono autodesmitificador, que se hace provocadoramente extensivo a sus compa?eros de viaje e incluso a toda su generaci¨®n, me parece que ordena, si no como motor s¨ª como tensor, todo el libro, que se ofrece como una gu¨ªa de espejismos varios para quienes ya antes ca¨ªmos en otros espejismos. En este sentido, no creo que el libro de Aranzadi forme parte de operaci¨®n ninguna, como creo que injustamente se le ha achacado, sino que es fruto de una sincera reflexi¨®n en la que son sus coordenadas personales las que entran en juego: defensa de su libro anterior frente a ciertas cr¨ªticas, autocr¨ªtica de algunos aspectos de su libro, debate con determinadas opciones que no har¨ªan sino recaer en viejos errores con disfraz nuevo y, en su opini¨®n te¨®ricamente inconsistente. La tentaci¨®n martiriol¨®gica no le parece que tenga soporte en el que sustentarse. A Arzalluz y a Anasagasti s¨ª, y esa es la gran diferencia.
Y la reflexi¨®n es ambiciosa, como siempre en ¨¦l. Ah¨ª radica la grandeza del libro y tambi¨¦n su debilidad. Hemos dicho antes que pod¨ªamos entroncar el libro en una tradici¨®n que a¨²na reflexi¨®n y vida, pero en este caso la palabra reflexi¨®n se nos queda corta y habr¨ªa que sustituirla por teor¨ªa. El escudo de Arqu¨ªloco trata de demostrar el fundamento religioso de toda etnog¨¦nesis y, por lo mismo, del origen de toda naci¨®n occidental y, tambi¨¦n, de la democracia moderna. Sus argumentos y testimonios son a veces fascinantes y suscribibles al cien por cien por este lector, pero la fuerza de la tesis resulta en ocasiones reductiva y deja cabos sueltos y falsos paralelismos que aqu¨ª mismo ser¨ªa imposible comentar. S¨ª quiero destacar que el empe?o te¨®rico parece tener un foco referencial: la cuesti¨®n vasca, a la que se vuelve una y otra vez. Desde esta perspectiva, la neutralidad del an¨¢lisis no parece desprenderse con facilidad de una toma de postura con respecto a nuestra situaci¨®n. Y voy a ver si me explico.
No me cabe duda de que a Juan Aranzadi todo nacionalismo le repele, y eso desde que lo conozco, hace ya much¨ªsimos a?os. Pero me bastar¨ªa con leer este libro, sin necesidad de m¨¢s, para llegar a esa misma conclusi¨®n. Y el nacionalismo vasco le parece tan despreciable como los dem¨¢s. Ahora bien, si es tan despreciable no es m¨¢s despreciable, porque, al fin y al cabo, no pretende otra cosa que aquello mismo desde donde se le combate. La naci¨®n vasca que se constituir¨ªa con una forma democr¨¢tica, no contradictoria con valores etnistas o fundamentalistas que acabar¨ªan domin¨¢ndola, y que permitir¨ªa en su caso hablar de democracia vasca, no ser¨ªa distinta a cualquier democracia que en el mundo es: v¨¦ase la democracia americana, o la jud¨ªa, o la espa?ola. Este es el gran tour de force del libro de Aranzadi, que a veces nos lleva a pensar en el 'tout comprendre, c?est tout pardonner'. ?Se puede invocar a los principios democr¨¢ticos, cuando se combate contra el nacionalismo vasco en nombre de una Constituci¨®n, la espa?ola, que ser¨ªa tan organicista y tradicionalista como aquel? La respuesta de Aranzadi es que desde los principios democr¨¢ticos habr¨ªa que ir tambi¨¦n contra esa Constituci¨®n, suprimiendo, entre otras cosas, la famosa disposici¨®n adicional primera, que tanto les gusta a los nacionalistas... vascos. Ahora bien,?es tan conculcadora de los derechos de 'su ciudadan¨ªa' la democracia espa?ola, como lo ser¨ªa -lo es ya de forma dram¨¢tica- esa democracia vasca que se pretender¨ªa implantar? Amigo Juan, v¨ªvalo, v¨ªvalo.
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