Olor a esperanza
La mulita... No hab¨ªa una sola, pero yo dec¨ªa... 'Mira mi mulita, suelta por el campo, ?libre! ?Qu¨¦ bonita es!' Com¨ªa hierba, se paseaba pacientemente, y supongo que en algo la har¨ªan trabajar para ganarse esa hierba, pero no s¨¦ en qu¨¦... Yo la ve¨ªa desde un cuarto piso, con una profundidad de campo espl¨¦ndida, campo visual y campo real... Al fondo, la arena y el mar... ?El Mediterr¨¢neo! El de Serrat y el m¨ªo... y el de mi mulita.
?bamos en coche desde Madrid, unas catorce horas. Catorce para ir y otras catorce para regresar, por una carretera muy peligrosa, sobre todo en Despe?aperros. Al pasar por la Cuesta de la Reina, desnuda y peligrosa, roz¨¢bamos los salientes de la monta?a o los abismos que de vez en cuando serv¨ªan de lecho a alg¨²n imprudente conductor. En caravana, much¨ªsimos coches para entonces, pero lo venc¨ªamos; extenuados, eso s¨ª. Con ni?os, perros, familia... Pero enfilar la llegada por Antequera y el cambio a esa luz, me provocaba una alegr¨ªa fuerte, fuerte. Y todos los d¨ªas, playa, paseos, descubrir huertas... Aquellas en las que se arrancaban de la tierra, delante de t¨ª, las verduras que quer¨ªas llevarte; sosiego, sencillez, paz y sabores naturales, muy ricos al hervirlos y comerlos. Y sabores de charlas sencillas y ricas, tambi¨¦n, con las familias huertanas.
Ahora, llego en cinco horas, cuatro y media, o seis, seg¨²n... Muy r¨¢pido. Ya no paso por un peligroso Despe?aperros ni por las traidoras y feroces curvas de la Cuesta de la Reina. Ahora, en ciertos pueblos, para atravesarlos, mi coche se adosa a 2.000 m¨¢s, todos avanzando muy despacio, al ritmo de una batuta imaginaria, ca¨®tica. Al llegar a Marbella, desde mi cuarto piso, busco y busco con ansia a mi mulita... Qu¨¦ desasosiego me entra, qu¨¦ temor de no verla... Voy a perder sin ella la paz, el campo, el sosiego, mi l¨ªnea privada con la naturaleza. Me ayudo con los prism¨¢ticos y entre tanta y tanta casa nueva, sigo sin verla. Alejo la mirada, est¨¢ muy claro el d¨ªa y digo: 'Mira, mira, se ve Marruecos, la costa... Qu¨¦ bien se ve', y el eco me responde: 'Mira, se ve Espa?a, qu¨¦ cerca se ve'.
Adosada la mulita al olor del miedo, al olor de esperanza y desesperaci¨®n de esos seres que creen que aquella est¨¢ muy cerca de ser alcanzada, m¨¢s cerca, mucho m¨¢s, de lo que en realidad est¨¢. Vislumbro sus orejas, inquietas, tristes, asomando con gran esfuerzo, entre los travertinos, los estucados, los ratanes, y sus due?os. Est¨¢ acosada, adosada, desconcertada... No s¨¦... Que elija ella el verbo. Que haga un esfuerzo en aclararlo, el primero para poder sobrevivir.
Gemma Cuervo Igartua es actriz y naci¨® en Barcelona en 1934.
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