Marruecos
Abderrahman Youssoufi, primer ministro de Marruecos, explicaba en un art¨ªculo, publicado el lunes 13 de agosto en EL PA?S, los elementos fundamentales de la transici¨®n que vive su pa¨ªs en los ¨²ltimos tres a?os. Se aproximaba a la sociedad espa?ola, sin advertir cu¨¢n olvidadizos somos, para recordar las semejanzas con nuestra propia experiencia de transici¨®n de la dictadura de Franco a la Monarqu¨ªa democr¨¢tica.
Marruecos est¨¢ cambiando y a m¨ª s¨ª me recuerda ¨¦pocas que he vivido. Ese cambio est¨¢ m¨¢s all¨¢, o m¨¢s ac¨¢, de la correcta explicaci¨®n sobre el proceso que puede verse en ese an¨¢lisis del jefe del Gobierno marroqu¨ª. Es un cambio de estado de ¨¢nimo. Algo que se respira en la calle y que marca la diferencia con el pasado. Un aire m¨¢s ligero, una actitud m¨¢s suelta y m¨¢s libre en la gente con la que he hablado, paseando por T¨¢nger o comiendo en el restaurante de la familia Garc¨ªa, en Arcila, o en las reuniones con la creciente sociedad civil, de escritores, creadores cinematogr¨¢ficos, asociaciones c¨ªvicas o humanitarias.
En mis conversaciones con Fernando Flores, citando a su vez a un gran cient¨ªfico chileno, hemos bromeado sobre la sensibilidad ante el estado de ¨¢nimo del otro, como elemento distintivo del primate superior. Por eso me preocupa que no estemos captando este cambio, sutil pero determinante, que se est¨¢ produciendo en Marruecos.
No se trata de cambios legislativos -que est¨¢n en curso en diversas materias-, ni siquiera de cambios socioecon¨®micos de dif¨ªcil realizaci¨®n. Se trata de algo previo y que condiciona todo lo dem¨¢s. Las mayor¨ªas sociales de este joven y viejo pa¨ªs est¨¢n en una posici¨®n diferente de la que he conocido hace unos a?os. Esta nueva posici¨®n, esta actitud, forzar¨¢ las barreras de resistencia l¨®gica del Marruecos de los privilegios.
He cruzado cuatro veces durante este mes de agosto, para realizar la estancia m¨¢s prolongada de mi vida en la otra orilla. El AVE del Estrecho, como llama Carmen Romero al barco que nos lleva y nos trae en 35 minutos de Tarifa a T¨¢nger, nos muestra la proximidad de ese mundo lejano que es Marruecos, porque nuestra mirada se ha dirigido hist¨®ricamente al norte y aunque el sur te ara?e la espalda te parece distante.
En el amanecer del martes 14 de agosto vi una patera varada en la arena de la playa, con un grupo de gente joven en tierra. Estaba en la terraza de la habitaci¨®n de Le Mirage, justo encima de las Grutas de H¨¦rcules, a poca distancia de Cabo Espartel, que conocen tan bien nuestros frustrados pescadores. Enfrente, la l¨ªnea de la costa gaditana se dibuja tenuemente -?Barbate?, ?Vejer?- pugnando por definirse en la bruma ligera.
?sta, como otras veces, el viaje de la peque?a embarcaci¨®n ha terminado en la misma costa marroqu¨ª, a pocas millas del punto de partida. Con cierto orgullo por el origen de su apellido, Quintero me comenta mientras me pone el primer caf¨¦ del d¨ªa: 'Han salido en la noche. Los han tra¨ªdo hasta aqu¨ª y les han dicho que est¨¢n en Marbella'. Pero el enga?o y la frustraci¨®n, pienso, no es la peor de las tragedias que pod¨ªan haber conocido esta madrugada de agosto. Nos estamos acostumbrando a las v¨ªctimas que se cobra el R¨ªo Grande de nuestra frontera africana, m¨¢s numerosas que las que se conocen, con gran esc¨¢ndalo, en la frontera mexicana con Estados Unidos.
En el catamar¨¢n T¨¢nger-Tarifa de la tarde del s¨¢bado 18, inexorablemente, los 35 minutos de traves¨ªa est¨¢n repletos de comentarios sobre el medio millar de inmigrantes localizados y arrestados en la madrugada. La conversaci¨®n en el barco contiene de todo, en una r¨¢pida sucesi¨®n que pasa de la broma a lo serio, a lo dram¨¢tico. Siguen sin autorizar a otro tipo de pasajeros que los del espacio Schengen, lo que crea problemas incomprensibles y limita las posibilidades de la compa?¨ªa, adem¨¢s de las de Tarifa como puerto.
'Hace 30 a?os que estoy pasando', comenta uno de los acompa?antes, responsable de esta compa?¨ªa, pidiendo alguna respuesta al problema de las pateras. 'Si siguen intent¨¢ndolo es porque la mayor¨ªa pasa, porque si los detectaran a todos, se desanimar¨ªan'. Y a?ade, mirando a la fila de inmensos cargueros de contenedores o petroleros que atraviesan cada noche las aguas del Estrecho: 'Lo que no sabemos es el n¨²mero de `criaturas? que mueren en el intento. A una lanchilla de esas, sin luces, cargada con 40 o 50 personas, le pasa por encima el carguero y ni se entera, ni la rozadura en el casco se nota'.
Desde el catamar¨¢n el contraste con la patera se agiganta. Y a pesar del inter¨¦s de los responsables de la compa?¨ªa por explicarme la absurda situaci¨®n de limitaciones de uso de esta l¨ªnea inmejorable para la traves¨ªa, domina el problema humano. 'Esto tiene que tener un arreglo'. 'Pero en Marruecos las cosas est¨¢n mejor que antes', a?aden, como si hubieran o¨ªdo mis pensamientos sobre el cambio de estado de ¨¢nimo en la poblaci¨®n.
En septiembre del a?o 1999, en esta misma tribuna, hice una apuesta por el nuevo periodo hist¨®rico que se abr¨ªa en Marruecos con la llegada del Rey Mohamed VI. La consolidaci¨®n de una Monarqu¨ªa democr¨¢tica y los pasos necesarios hacia una modernizaci¨®n coherente, no digo ya compatible, con las pautas culturales m¨¢s profundas de esta naci¨®n. Como recuerda el primer ministro, se hab¨ªa iniciado un a?o antes, mediante un consenso pol¨ªtico que facilit¨® la alternancia e hizo posible que, a la muerte del Rey Hassan II, el cambio se hiciera sin turbulencia alguna y cargado de esperanzas.
Es un proceso hist¨®rico lleno de complejidad pol¨ªtica, econ¨®mica y sociocultural, pero un observador objetivo tiene que reconocer el avance. He dicho que se respira una aire de libertad que era desconocido antes, pero eso no oculta a mis ojos los impresionantes desaf¨ªos que enfrenta esta sociedad. Comento esta nueva realidad con Tahar Ben Jelloun, cuya ausencia en las tribunas del peri¨®dico me hacen sentir el vac¨ªo de la opini¨®n del otro.
Para empezar, un Monarca muy joven que no ha llegado a los cuarenta reina sobre una sociedad que en su ochenta por ciento est¨¢ por debajo de su edad. Una pir¨¢mide demogr¨¢fica que contrasta con la nuestra como espa?oles y como europeos. Contraste que se agudiza cuando se compara la renta de la orilla norte y la pobreza del sur. La globalizaci¨®n de la informaci¨®n hace el resto. En cualquier bar de Marruecos se puede ver la televisi¨®n espa?ola, francesa o italiana, reflejando un espacio de oportunidad que est¨¢ al alcance de la mano de millones de j¨®venes.
Es imposible eludir o retrasar la responsabilidad de un entendimiento que nos permita
ordenar el flujo humano hacia Espa?a y hacia el resto de la Uni¨®n Europea. Pasadas las pol¨¦micas sobre el efecto llamada de la non nata Ley de Emigraci¨®n, sustituida por otra que parece hecha de grandes altavoces, y pasadas las comparaciones inconsistentes con la legislaci¨®n de 1985, el pacto que reclama Rodr¨ªguez Zapatero es una prioridad entre las prioridades de una pol¨ªtica de Estado.
Veo la mesura de las reflexiones de Youssoufi en su propuesta de intensificaci¨®n de las relaciones hispano-marroqu¨ªes, o euro-marroqu¨ªes y vuelvo a sentir la misma impaciencia de los momentos en los que debat¨ªamos en Cannes los programas euromediterr¨¢neos. Pero han pasado m¨¢s de cinco a?os y las cosas van desesperantemente lentas.
No hemos llegado a acuerdos en materia pesquera; sentimos el flujo migratorio desordenado e inhumano como una necesidad y una amenaza; tenemos m¨¢s de 800 empresas espa?olas instaladas en Marruecos y seguir¨¢n aumentando, etc¨¦tera. Es una mezcla intens¨ªsima de elementos dif¨ªciles de combinar, sobre todo cuando ellos est¨¢n atentos a todo lo que pasa aqu¨ª y nosotros no conocemos ni su cine ni su literatura.
Y, en medio de todo esto, que reclama di¨¢logo, es decir, conocimiento del otro, no s¨®lo explicaci¨®n unilateral de nuestras razones: llevamos dos a?os sin celebrar el encuentro bilateral previsto en el Tratado. Le dije al primer ministro marroqu¨ª lo que ahora digo en p¨²blico para las autoridades de mi pa¨ªs. Los encuentros bilaterales anuales estaban previstos justamente para dar permanencia al di¨¢logo fueran cuales fueran las dificultades de recorrido.
?Resulta tan extra?o que Francia, Italia o Portugal realicen con regularidad los encuentros bilaterales con Marruecos y nosotros llevemos m¨¢s de dos a?os sin hacerlo! Somos nosotros, los espa?oles, los que m¨¢s necesitamos el desarrollo y la modernizaci¨®n de Marruecos. Deber¨ªamos ser los m¨¢s dispuestos al entendimiento y a la cooperaci¨®n. Parte de los problemas que se est¨¢n produciendo, incluido el de la pesca, tendr¨ªan otra cara si se comprendiera lo que digo.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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