Erich Rohmer fabrica el Par¨ªs de la guillotina para buscar la verdad de un pasado cruel
El realizador franc¨¦s de 81 a?os presentar¨¢ en la Mostra de Venecia su ¨²ltima pel¨ªcula, filmada con una nueva t¨¦cnica. 'L'anglaise et le duc' es un pol¨¦mico trabajo que reconstruye el periodo m¨¢s violento de la Revoluci¨®n
A Eric Rohmer, nacido Maurice Sch¨¦rer hace ya 81 a?os, la Mostra de Venecia va a otorgarle este a?o un Le¨®n de Oro honor¨ªfico, como reconocimiento a una carrera cinematogr¨¢fica empezada en 1962 y que se ha traducido en 22 filmes, la mayor¨ªa de ellos atentos a la evoluci¨®n del sentimentalismo contempor¨¢neo. En Venecia presentar¨¢ L'anglaise et le duc, una obra pol¨ªtica, hist¨®rica y t¨¦cnicamente innovadora, tres caracter¨ªsticas poco frecuentes en su cine.
'Era un proyecto que ten¨ªa desde hace m¨¢s de diez a?os pero entonces los resultados de pasar de v¨ªdeo a cine no eran satisfactorios. Ha habido que esperar a que la t¨¦cnica progresase', explica Rohmer sentado tras la mesa de su despacho. 'Otras pel¨ªculas las he llevado dentro de m¨ª durante m¨¢s de treinta a?os, como es el caso de La mujer del aviador. Hay que dejar que maduren, como un fruto'.
En esta ocasi¨®n, como en La marquesa de O y en Perceval le Gallois, sus otras obras de ¨¦poca, se ha basado en un texto ajeno para escribir el gui¨®n. 'Durante unas vacaciones, le¨ª en una revista de historia un resumen de las memorias de Grace Elliott, una inglesa que fue amante del duque de Orl¨¦ans, el hermano de Luis XVI. En el art¨ªculo contaban que a¨²n estaba en pie la mansi¨®n en la que Grace vivi¨®, en la rue Miromesnil, en Par¨ªs. Quise ir a visitar el lugar y leer las memorias de esta mujer que, en plena tormenta revolucionaria, sigue viviendo discretamente en su casa. De alguna manera puede decirse que el motor del filme son las ganas de mostrar Par¨ªs y de hacerlo de verdad, es decir, sin recurrir a unos rincones o unas calles de una ciudad de provincias que ha conservado sus edificios medievales. Pero, claro, ese Par¨ªs de la Revoluci¨®n no existe. Hab¨ªa que fabricarlo y de ah¨ª que contactase al pintor Jean Baptiste Marot para reconstruir un Par¨ªs aut¨¦ntico. Se trataba de que la realidad se convirtiese en cuadro. Presento la Revoluci¨®n Francesa tal como la vivieron sus protagonistas, le pongo animaci¨®n o vida a las pinturas del Museo Carnavalet o a los viejos grabados'.
Esas ganas de sumergirse en el Par¨ªs de 1791, de poner movimiento a las telas del museo de la ciudad, se completa con otro motivo. 'Las memorias de Grace Elliott son magn¨ªficas, est¨¢n muy bien escritas y tienen una construcci¨®n que se dir¨ªa pensada para el cine. Y ella es un personaje muy interesante, siempre en equilibrio inestable, entre la Corte y la Revoluci¨®n, entre Francia e Inglaterra, entre las Luces y una concepci¨®n aristocr¨¢tica, entre su amor por el duque de Orl¨¦ans y su asco ante los excesos revolucionarios'. Hay que decir que Rohmer habla del periodo conocido como el del Terror, cuando la guillotina es el s¨ªmbolo de la voluntad de cortar con el pasado. 'He tomado como modelos dos pel¨ªculas. La de Griffith -se refiere a Las dos huerfanitas- y la brit¨¢nica Historia de dos ciudades -o Dickens visto por Jack Conway-'. 'No tienen nada que ver con La Marsellesa, de Jean Renoir, que presenta el lado bueno de la Revoluci¨®n, el que habitualmente ha mostrado el cine franc¨¦s'. Otro t¨ªtulo al que Rohmer se refiere es al de Napol¨¦on de Abel Gance. Sus decisiones formales son las de un cin¨¦filo esteta, una persona con una amplia cultura cinematogr¨¢fica pero tambi¨¦n pict¨®rica y, sobre todo, literaria. 'He procurado conservar el idioma de la ¨¦poca. El relato de Grace Elliott y las memorias del duque de Orl¨¦ans me han suministrado todo lo que necesitaba. De haber utilizado mi estilo para escribir una historia que transcurre dos siglos atr¨¢s el resultado hubiera sido un pastiche'.
El pueblo de Rohmer es inculto, cruel y vengativo. 'No hago pol¨ªtica en el cine. Como ciudadano tengo mis opiniones y voto, pero como cineasta me olvido de ellas. Lo que me interesa es la historia, no el ser mon¨¢rquico o no. Que la monarqu¨ªa sea una cosa del pasado no significa que en ese pasado no hubiese cosas buenas. En la Edad Media las mujeres gozaban de una libertad que tardaron siglos en reencontrar. En Francia, si trabajas en el mundo de la cultura, te exigen que seas de izquierda. En L'anglaise et le duc trato de una fase de la Revoluci¨®n en la que ya no quedan ideas, s¨®lo la violencia. Robespierre no ten¨ªa otro programa que el de ser incorruptible. Puede que Dant¨®n fuese corrupto pero es mucho mejor vivir bajo las corruptelas de Danton que ser guillotinado por la pureza de Robespierre'.
Habla con entusiasmo de su hero¨ªna al mismo tiempo que admite que se sabe realmente poco de ella. 'Sus memorias las escribi¨® tiempo despu¨¦s y me parece que se hace pasar por mucho m¨¢s mon¨¢rquica de lo que nunca fue. Tampoco explica si fue o no esp¨ªa. Yo sospecho que se trata de una agente doble. Tampoco cuenta qui¨¦n era entonces su amante, qui¨¦n hab¨ªa sustituido al duque, aunque parece que se trataba de un general al servicio de la Revoluci¨®n. Es m¨¢s que probable que fuese eso lo que la salv¨® de morir guillotinada'.A Eric Rohmer, nacido Maurice Sch¨¦rer hace ya 81 a?os, la Mostra de Venecia va a otorgarle este a?o un Le¨®n de Oro honor¨ªfico, como reconocimiento a una carrera cinematogr¨¢fica empezada en 1962 y que se ha traducido en 22 filmes, la mayor¨ªa de ellos atentos a la evoluci¨®n del sentimentalismo contempor¨¢neo. En Venecia presentar¨¢ L'anglaise et le duc, una obra pol¨ªtica, hist¨®rica y t¨¦cnicamente innovadora, tres caracter¨ªsticas poco frecuentes en su cine.
'Era un proyecto que ten¨ªa desde hace m¨¢s de diez a?os pero entonces los resultados de pasar de v¨ªdeo a cine no eran satisfactorios. Ha habido que esperar a que la t¨¦cnica progresase', explica Rohmer sentado tras la mesa de su despacho. 'Otras pel¨ªculas las he llevado dentro de m¨ª durante m¨¢s de treinta a?os, como es el caso de La mujer del aviador. Hay que dejar que maduren, como un fruto'.
En esta ocasi¨®n, como en La marquesa de O y en Perceval le Gallois, sus otras obras de ¨¦poca, se ha basado en un texto ajeno para escribir el gui¨®n. 'Durante unas vacaciones, le¨ª en una revista de historia un resumen de las memorias de Grace Elliott, una inglesa que fue amante del duque de Orl¨¦ans, el hermano de Luis XVI. En el art¨ªculo contaban que a¨²n estaba en pie la mansi¨®n en la que Grace vivi¨®, en la rue Miromesnil, en Par¨ªs. Quise ir a visitar el lugar y leer las memorias de esta mujer que, en plena tormenta revolucionaria, sigue viviendo discretamente en su casa. De alguna manera puede decirse que el motor del filme son las ganas de mostrar Par¨ªs y de hacerlo de verdad, es decir, sin recurrir a unos rincones o unas calles de una ciudad de provincias que ha conservado sus edificios medievales. Pero, claro, ese Par¨ªs de la Revoluci¨®n no existe. Hab¨ªa que fabricarlo y de ah¨ª que contactase al pintor Jean Baptiste Marot para reconstruir un Par¨ªs aut¨¦ntico. Se trataba de que la realidad se convirtiese en cuadro. Presento la Revoluci¨®n Francesa tal como la vivieron sus protagonistas, le pongo animaci¨®n o vida a las pinturas del Museo Carnavalet o a los viejos grabados'.
Esas ganas de sumergirse en el Par¨ªs de 1791, de poner movimiento a las telas del museo de la ciudad, se completa con otro motivo. 'Las memorias de Grace Elliott son magn¨ªficas, est¨¢n muy bien escritas y tienen una construcci¨®n que se dir¨ªa pensada para el cine. Y ella es un personaje muy interesante, siempre en equilibrio inestable, entre la Corte y la Revoluci¨®n, entre Francia e Inglaterra, entre las Luces y una concepci¨®n aristocr¨¢tica, entre su amor por el duque de Orl¨¦ans y su asco ante los excesos revolucionarios'. Hay que decir que Rohmer habla del periodo conocido como el del Terror, cuando la guillotina es el s¨ªmbolo de la voluntad de cortar con el pasado. 'He tomado como modelos dos pel¨ªculas. La de Griffith -se refiere a Las dos huerfanitas- y la brit¨¢nica Historia de dos ciudades -o Dickens visto por Jack Conway-'. 'No tienen nada que ver con La Marsellesa, de Jean Renoir, que presenta el lado bueno de la Revoluci¨®n, el que habitualmente ha mostrado el cine franc¨¦s'. Otro t¨ªtulo al que Rohmer se refiere es al de Napol¨¦on de Abel Gance. Sus decisiones formales son las de un cin¨¦filo esteta, una persona con una amplia cultura cinematogr¨¢fica pero tambi¨¦n pict¨®rica y, sobre todo, literaria. 'He procurado conservar el idioma de la ¨¦poca. El relato de Grace Elliott y las memorias del duque de Orl¨¦ans me han suministrado todo lo que necesitaba. De haber utilizado mi estilo para escribir una historia que transcurre dos siglos atr¨¢s el resultado hubiera sido un pastiche'.
El pueblo de Rohmer es inculto, cruel y vengativo. 'No hago pol¨ªtica en el cine. Como ciudadano tengo mis opiniones y voto, pero como cineasta me olvido de ellas. Lo que me interesa es la historia, no el ser mon¨¢rquico o no. Que la monarqu¨ªa sea una cosa del pasado no significa que en ese pasado no hubiese cosas buenas. En la Edad Media las mujeres gozaban de una libertad que tardaron siglos en reencontrar. En Francia, si trabajas en el mundo de la cultura, te exigen que seas de izquierda. En L'anglaise et le duc trato de una fase de la Revoluci¨®n en la que ya no quedan ideas, s¨®lo la violencia. Robespierre no ten¨ªa otro programa que el de ser incorruptible. Puede que Dant¨®n fuese corrupto pero es mucho mejor vivir bajo las corruptelas de Danton que ser guillotinado por la pureza de Robespierre'.
Habla con entusiasmo de su hero¨ªna al mismo tiempo que admite que se sabe realmente poco de ella. 'Sus memorias las escribi¨® tiempo despu¨¦s y me parece que se hace pasar por mucho m¨¢s mon¨¢rquica de lo que nunca fue. Tampoco explica si fue o no esp¨ªa. Yo sospecho que se trata de una agente doble. Tampoco cuenta qui¨¦n era entonces su amante, qui¨¦n hab¨ªa sustituido al duque, aunque parece que se trataba de un general al servicio de la Revoluci¨®n. Es m¨¢s que probable que fuese eso lo que la salv¨® de morir guillotinada'.
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