La muerte les sienta bien
Estos ¨¢rboles t¨®xicos, misteriosos y cada vez m¨¢s escasos se esconden en las cercan¨ªas del puerto de Navafr¨ªa
Cativolvo, rey de los eburones, prefiri¨® beber zumo de tejo antes de caer en manos de Julio C¨¦sar, seg¨²n cuenta ¨¦ste en el libro sexto de La guerra de las Galias. Lo mismo, dice Floro, que hac¨ªan los c¨¢ntabros y los astures para fastidiar a Augusto. Y es que desde siempre se ha sabido que el tejo contiene un veneno que paraliza el coraz¨®n. La ¨²nica parte del ¨¢rbol que est¨¢ libre del mort¨ªfero alcaloide llamado taxina es el arilo o falso fruto rojo que envuelve las semillas -tambi¨¦n ponzo?osas- de los tejos hembra, con el cual se prepara un jarabe pectoral, pero a nosotros nos parece que para tomarlo hay que tener, adem¨¢s, de mucha tos, un par de... eburones.
Aparte de para suicidarse, los tejos se han aprovechado para beneficiar su excelente madera, que es muy el¨¢stica, ideal para arcos -como los que usaban los sagitarios griegos para lanzar su sactas impregnadas con veneno de tejo- y muy resistente, m¨¢s que el acero, de ah¨ª que algunos faraones la eligieran para sus sarc¨®fagos. Pero su relaci¨®n con el m¨¢s all¨¢ no acaba ah¨ª: su oscuro follaje compite con la luctuosa sombra del cipr¨¦s en los cementerios; y el camino del infierno, al decir de Ovidio, est¨¢ 'agradablemente' (sic) bordeado de tejos. La muerte, no hay duda, les sienta bien. Sobre todo, la muerte ajena, porque ellos pueden vivir m¨¢s de mil a?os.
Desde siempre se ha sabido que el tejo contiene un veneno que paraliza el coraz¨®n
La muerte, sin embargo, tambi¨¦n acecha al tejo, el cual paga su longevidad con un ritmo de crecimiento tan lento que choca con los intereses a corto plazo del hombre. A?¨¢dase que el clima peninsular ya no es tan h¨²medo y neblinoso como apetece esta con¨ªfera, y se entender¨¢ por qu¨¦ en Espa?a hay tanta sierra Tejeda, fuente de los Tejos y Tejera a secas en lugares donde hace a?os, si no siglos, que no se ha visto un tejo. Felic¨ªsimo milagro es que top¨®nimo y ¨¢rbol coincidan en un paraje de la civilizada Sierra de Guadarrama: el arroyo de los Tejos, en pleno pinar de Navafr¨ªa, a medio camino entre el pueblo segoviano y el puerto del mismo nombre.
Para conocerlo, deberemos subir en coche desde el pueblo de Navafr¨ªa por la carretera del puerto y, a los dos kil¨®metros, tomar a la izquierda por un desv¨ªo se?alizado hacia el paraje de las Majarganillas. Al poco nos toparemos con una barrera que impide el paso de veh¨ªculos, junto a una antigua piscifactor¨ªa, lugar en el que comenzaremos nuestra andadura siguiendo la prolongaci¨®n de la carretera, que enseguida cruza el r¨ªo de las Pozas y a¨²n conserva su firme hasta llegar a la altura del aula de naturaleza de las Majarganillas.
En la bifurcaci¨®n que se presenta al final del asfalto, nos decantaremos por la pista de tierra que sale a la izquierda y subiremos trazando largos zigzags por el vallejo del arroyo de los Tejos -afluente del r¨ªo de las Pozas-, curso que llevaremos largo rato a nuestra derecha. Las curvas donde la pista se acerca m¨¢s al regato nos permitir¨¢n tomarnos un respiro y admirar uno de los pinares m¨¢s bellos de Espa?a, en el que el risue?o pino albar se codea con el arisco acebo y el l¨¢nguido sauce, siempre enamorado del agua.
Como a una hora del inicio, no m¨¢s cruzar la pista el arroyo, descubriremos docenas de tejos desperdigados a ambas manos por la empinada ladera, ocupando grandes claros del pinar. Su escasa talla -no m¨¢s de tres metros- pudiera hacernos confundirlos con pimpollos de pino albar, pero los distinguiremos, entre otras cosas, por su follaje m¨¢s oscuro, casi negruzco, y por sus hojas dispuestas a lo largo de las ramillas en dos hileras opuestas. De ah¨ª le vino al tejo, seg¨²n unos, su nombre latino, Taxus: del griego taxis, hilera. Si bien otros apuntan -como los dardos de los griegos- al mismo origen de la voz t¨®xico: toxik¨®n ph¨¢rmakon, veneno para flechas.
Si continuamos avanzando por la pista, gozaremos de un panorama casi a¨¦reo del pinar de Navafr¨ªa hasta que, transcurrida una hora m¨¢s, nos desviemos a la derecha por otra pista que lleva de nuevo al fondo del valle del r¨ªo de las Pozas y al punto de partida.
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