LA ISLA DEL EXILIO DE BERGMAN
Junto a Gotland, la isla m¨¢s grande de Suecia, se encuentra otra isla diminuta pero llena de misterio: Far?. Aqu¨ª vive retirado, en una granja de D?mba, uno de los creadores legendarios del cine y el teatro: Ingmar Bergman.
Suecia ha sido para muchos de nosotros modelo de pa¨ªs a seguir. La liberaci¨®n sexual de la mujer, el ejemplar asentamiento de la socialdemocracia y la estela propulsora de premios Nobel constituyen s¨ªmbolos m¨¢s que suficientes para envidiar a los suecos. 'Pueblo especialmente l¨ªrico, callado, introvertido, nost¨¢lgico y so?ador, pese a la existencia de elementos contrarios de energ¨ªa y sentido pr¨¢ctico', seg¨²n palabras del poeta y cr¨ªtico literario Artur Lundkvist, m¨¢s conocido en el mundo hispano por haber sido en la Academia Sueca miembro fundamental en la adjudicaci¨®n del Premio Nobel a escritores de nuestra lengua. Junto con otros pa¨ªses europeos de tradici¨®n cultural elevada, s¨®lidos principios luteranos y reducido espacio geogr¨¢fico los suecos suelen ser contradictorios. En Suecia confluye lo antiguo y lo revolucionariamente moderno, lo conservador y lo altamente desenfadado, la libertad sexual y el conformismo dom¨¦stico, la afici¨®n por el bien p¨²blico y un acentuado individualismo.
Es el lugar indicado para aquellas personas que deseando vivir en soledad y con la compa?¨ªa exclusiva de sus particulares demonios se instalan a ser posible en el campo o bien en la isla de Far?, donde, de hacer caso a Ingmar Bergman, hay seguridad, colores, horizontes, sonidos, silencios, formas y proporciones suficientes como para que la vida de uno transpire eternidad completa. En este rinc¨®n del mundo, relativamente resguardado de poluci¨®n tur¨ªstica, el director sueco ha escrito y filmado algunas de sus mejores pel¨ªculas y sigue viviendo en la soledad m¨¢s absoluta. Pese a los cambios de estaciones tan marcados, templada y especialmente luminosa en verano, Suecia es oscura y terriblemente g¨¦lida en invierno, donde incluso el mar puede llegar a congelarse.
Antes de tomar el avi¨®n hacia Gotland, Marika Gedin, traductora de Lorca e hija del editor sueco Per I. Gedin, me llev¨® a dar un paseo por la ciudad vieja de Estocolmo. La luz primaveral ca¨ªa de lleno sobre el ocre de las casas antiguas. Un poco m¨¢s abajo, el mar B¨¢ltico cruzaba sus aguas con las del lago M?laren. Salpicada de pinos, la estatua de Strindberg nos observaba desde su azotea literaria. Apoyadas en esta terraza, inmortalizada por el autor sueco en su novela La habitaci¨®n roja, pudimos disfrutar de la mejor panor¨¢mica de la ciudad. Me coment¨® mi amiga que el mismo Bergman hab¨ªa tenido sus propias razones para ausentarse de la capital y vivir en esta especie de exilio voluntario. Harto de la burocratizaci¨®n cultural y del mercado salvaje que agota y devora cualquier idea creadora, el director de teatro decidi¨® optar por la vida retirada. 'Pero eso no es todo', sigui¨® Marika. 'Lo m¨¢s triste es que nuestro apartado paisaje literario tambi¨¦n est¨¢ da?ado por la especulaci¨®n y la frivolidad editora. Las novelas m¨¢s banales son las que priman ahora. Es una l¨¢stima'.
El aire todav¨ªa fr¨ªo nos golpeaba el rostro. Camin¨¢bamos lige-ras en direcci¨®n a la Plaza Grande hasta llegar frente a una enorme puerta de madera en cuyo frontispicio unas letras doradas rezaban el nombre de la Academia. Coment¨® Marika que esta instituci¨®n segu¨ªa manteniendo las mismas pretensiones y rituales de anta?o. Todos los jueves los miembros de la Academia se re¨²nen para cenar en un restaurante cercano llamado La paz dorada pero desde que muri¨® Artur Lundkvist ya no hay ning¨²n miembro de la Academia Sueca que pueda leer en castellano, dijo de pasada. S¨®lo por curiosear, fuimos a la librer¨ªa Hedengrens y echamos un vistazo a la secci¨®n dedicada a literatura hispana. Al librero que ten¨ªa m¨¢s a mano le pregunt¨¦ si exist¨ªa alguna edici¨®n en sueco de la novela Pedro P¨¢ramo de Juan Rulfo. El librero consult¨® su maquina para responderme que en efecto no estaba traducido.
Segu¨ªa Marika en su papel de anfitriona cultural y sugiri¨® lle-varme a un lugar 'muy especial' donde los mejores escritores de Suecia se prestan a leer fragmentos de sus obras alternando su lectura con actuaciones musicales. Me previno de que el lugar llamado Forum era en realidad un s¨®tano de reducido espacio. El programa de hoy contaba con la presencia del gran Roland P?ntinen que interpretar¨ªa a Chopin. Como prefacio, dos escritores iban a leer algunas p¨¢ginas de En busca del tiempo perdido. Al s¨®tano cultural se acced¨ªa por escaleras desiguales y paredes desconchadas. La humedad impregnaba el ambiente de esta sala alternativa. Unas cuarenta personas aguardaban el inicio del concierto. Jean Claude Arnaud, director de Forum, y la poeta Katarina Frostenson se acercaron a saludarnos. P?ntinen, sentado ahora entre el p¨²blico, esperaba el momento de acercarse al piano una vez los escritores hubiesen terminado su lectura. La semana anterior el int¨¦rprete hab¨ªa sido Staffan Scheja. 'Desde que el arte y la literatura se han transformado en un parque tem¨¢tico los mejores artistas pelean por venir a Forum', dijo Marika. Salimos de all¨ª con la seguridad de que la verdadera cultura trata de resistir y mantenerse en oscuros subterr¨¢neos.
El fr¨ªo segu¨ªa acompa?¨¢ndonos a la ma?ana siguiente cuando volamos en avioneta hacia Gotland. En Visby alquilamos un coche y nos dirigimos a Far?. El trayecto no es largo e incluye la llegada a un muelle en el que un peque?o transbordador se ocupa de hacer la traves¨ªa a la isla. Una vez hemos desembarcado en Far? conducimos por carreteras estrechas que bordean la costa y en las que apenas hay espacio para un coche. Desperdigados por el paisaje resplandecen algunos restos de nieve sucia. De vez en cuando, un molino o un reba?o de corderos sale a saludarnos. El silencio circundante es espectacular. Convertida en ¨¢rea militar, la isla tiene vedada la entrada a extranjeros. Casas aisladas de techos puntiagudos parecen esconderse del visitante ajeno. No hay asomo de posada o servicio hotelero similar. Playas pedregosas que recuerdan el paisaje vikingo surgen a cada rato a brindarnos su saludo. Mi gu¨ªa comenta que Far? es el lugar de veraneo elegido por artistas e intelectuales. Bergman fue el primero y esta isla ha sido el ¨²nico amor al que el director sueco ha permanecido fiel.
Un decorado escueto
Nos hemos detenido en un decorado escueto de casas de pescadores y barcas apostadas en la arena. Proseguimos nuestro paseo junto al mar cuando una vez alcanzado el norte de la isla las famosas raukas, originales formaciones rocosas colocadas como titanes a pie del oleaje, se levantan ante nuestra vista. Esta aparici¨®n fue la misma que hizo exclamar a Bergman: 'All¨ª estuvimos inclinados contra la tempestad, con los ojos clavados hasta las l¨¢grimas en esos misteriosos ¨ªdolos que levantaban sus pesadas frentes hacia las olas y el horizonte que iba oscureci¨¦ndose'.
Nadie vino a interrumpir nuestro paseo en solitario. Los esp¨ªritus de la isla alejan a turistas invasores. Al poco de llegar a ella, al viajero no le queda m¨¢s opci¨®n que la de salir de este para¨ªso de anacoretas y arque¨®logos. Cuando estamos a punto de finalizar nuestro trayecto nos acercamos a D?mba. Paramos el motor del coche frente a una construcci¨®n sencilla cuya arquitectura sigue el estilo de las granjas vecinas. Lo bastante apartadas unas de otras como para creerse ¨²nicas. En esta casa vive Ingmar Bergman sin otra compa?¨ªa que su sala de cine particular en la que se cierra a ver sus pel¨ªculas favoritas. Algunas ventanas de la casa permanecen abiertas. Se encienden algunas luces. Nadie se asoma por la puerta. Antes de abandonar la magia del lugar me vienen a la memoria unas palabras. 'Los suecos necesitamos la soledad no tanto para tratar de ser felices como para recordar que alguna vez lo fuimos'.
Nuria Amat es autora de la novela El pa¨ªs del alma (Seix Barral)
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