YESA Y CEMENTO
Tras la huella de Nooteboom y Benet, el viajero se mete en pol¨¦micas: el pantano y el Plan Hidrol¨®gico
El viajero se ha levantado muy temprano y esa circunstancia siempre le produce una gran estupefacci¨®n. La noche anterior la pas¨® en Sos del Rey Cat¨®lico, impulsado por la inercia patri¨®tica que le hace rodar el esp¨ªritu desde hace unos d¨ªas. Aunque ya era tarde y estaba cansado, todav¨ªa aprovech¨® una grieta de luz para ver la casa donde naci¨® el Rey Fernando. Luego de comprar garbanzos de la Tierra de Saso cen¨® en el parador. Cees Nooteboom hablaba de ¨¦l en su libro El desv¨ªo de Santiago. All¨ª pas¨® varias noches de invierno como ¨²nico se?or del castillo. Otra noche se cruz¨® con un ingl¨¦s que tambi¨¦n le¨ªa y escrib¨ªa: 'Nuestras miradas se evitan mutuamente, como perros que saben que tienen la misma enfermedad'. Cen¨® de una manera sorprendente, cardos, borrajas y un bacalao estimabil¨ªsimo, y cuando quiso que felicitaran de su parte al cocinero le dijeron que aquella noche estaba al mando su segundo. Durmi¨®. Se levant¨®. Comi¨® otra vez. Uno de los escasos inconvenientes del viaje es que la fisiolog¨ªa pierde su inconsciente automatismo y se percibe demasiado.
Va camino del pantano de Yesa, en la frontera pirenaica entre Navarra y Arag¨®n. Ha dejado moment¨¢neamente el r¨ªo y sus valles para poder explicar mejor algunas cuestiones claves que le afectan. No tardar¨¢ en hacerlo. Pasado Sang¨¹esa unas pintadas en la carretera advierten: '?Pantanero, no eres bienvenido!'. El pantano de Yesa fue construido a finales de los a?os cincuenta. Pero ese grito es moderno, de hoy mismo: est¨¢ dedicado a los que ahora planean su recrecimiento. Para la opini¨®n ecologista, la ampliaci¨®n de Yesa es la piedra angular del trasvase del Ebro: sin esa capacidad de almacenaje, el trasvase es una ilusi¨®n. Para los ingenieros de la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica, el agua de Yesa s¨®lo ha de servir -y as¨ª lo dice la ley- para satisfacer las necesidades de Arag¨®n, previstas en el Pacto del Agua. Si las obras acaban ejecut¨¢ndose, tres municipios pirenaicos ver¨¢n parte de su territorio inundado. El viajero va en busca del alcalde de uno de esos pueblos, Luis Solana, de Artieda. As¨ª lo dice su cuaderno de ruta. Pero, en realidad, rumia, va al pantano en busca del ingeniero desaparecido.
Nadie, en su viaje, le ha hablado de los ingenieros sin proferir insultos. Tal vez se trate de una oscura venganza: lo m¨¢s importante, el sue?o inalcanzable de muchas generaciones de espa?oles, era que sus hijos fuesen ingenieros. Hoy se les arrastra por el valle, acus¨¢ndolos de corruptos, de arrogantes cementeros. Antes se les llamaba para gestionar la vida y hoy se les acusa de diseminar la muerte. Una tarde, en la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica, el viajero le pregunt¨® al ingeniero Antoni Coch el porqu¨¦ de que hubiesen perdido la batalla y ¨¦l le respondi¨® que c¨®mo iba a reaccionar la gente cuando le dec¨ªan que se llevar¨ªan su agua. Coch es el cerebro del Plan Hidrol¨®gico. Un tipo de una gran inteligencia que sostiene que el trasvase del Ebro producir¨¢ pocos da?os -y muy localizados: s¨®lo en el delta- y grandes beneficios. El viajero conduce, y piensa en Coch y en Juan Benet y en Jos¨¦ Antonio Fern¨¢ndez Ord¨®?ez. Los dos ¨²ltimos, con sus muertes prematuras, anunciaron el exterminio medi¨¢tico de la profesi¨®n. Ellos estaban en los diarios, y respond¨ªan, e incluso eran temibles. El viajero conduce y escribe, que para eso tiene dos manos. Escribe lo que escribi¨® Benet en enero de 1981: 'A m¨ª no me cabe la menor duda de que un d¨ªa -de imposible fijaci¨®n en el calendario- los espa?oles celebrar¨¢n la noche de fin de a?o con uvas recogidas en Almer¨ªa regadas con agua del noreste. Nuestros sucesores, sin duda muy lejanos, o comer¨¢n esas uvas o no comer¨¢n ninguna, y qui¨¦n sabe si esa misma agua, corriendo por la privilegiada diagonal y saltando por los escalones descendentes de las tres mesetas, no vendr¨¢ tambi¨¦n a alumbrar la misma fiesta'.
?Qui¨¦n defiende hoy, con esa prosa feliz, iluminada, en efecto; optimista, prof¨¦tica y creadora los planes de regulaci¨®n hidrol¨®gica? Hoy los planes se defienden por huevos. Estil¨ªstica aparte, el problema de los huevos es que son muy fr¨¢giles. En cuanto a la alegr¨ªa, est¨¢ en el otro lado de la calle, en las charangas que anuncian la liberaci¨®n del r¨ªo, en la po¨¦tica, de calidad diversa, que ha logrado convertirlo en un tierno ser vivo amenazado despu¨¦s de siglos de tratarlo como a un maldito brib¨®n que era preciso meter en cintura.
El viajero llega a Artieda. En verano, la vida pirenaica tiene una finura y un frescor envidiables. El invierno, largu¨ªsimo y oscuro, debe de ser la pura estaci¨®n del horror: nieve sucia y vida embotada en las casas; pero ahora ser¨ªa dif¨ªcil elegir un lugar mejor para pasar la ma?ana.
Luis Solana tiene 41 a?os y est¨¢ seguro de que el recrecimiento de Yesa no se har¨¢ nunca. Que la Uni¨®n Europea acudir¨¢ en ayuda de la raz¨®n y que sus m¨²ltiples directivas invalidar¨¢n el plan hidrol¨®gico por todas sus costuras. Luis Solana est¨¢ animado y evoca con sorna el 18 de mayo cuando el ministro Matas vino aqu¨ª a poner la primera piedra del recrecimiento y c¨®mo despu¨¦s de ese acto no han aparecido ni hombres ni m¨¢quinas. Luis Solana asegura que dentro de muy pocos a?os las grandes obras hidr¨¢ulicas nos causar¨¢n a todos una verg¨¹enza similar a cualquier otro anacronismo. Y Luis Solana cree, finalmente, que las consecuencias de regular el r¨ªo van a ser peores y que la naturaleza, hay que convencerse, hace las cosas mejor.
El viajero cree que un hombre al que van a inundarle su casa siempre tiene raz¨®n.
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