'Cyborg'
Aqu¨ª estoy, con un transistor del coraz¨®n puesto sobre mi pecho, midiendo mis latidos. Se trata de un aparatito parecido a una radio que llevo ajustado a la cintura. Sobre mi pecho hay pegadas unas cuantas ventosas. El aparato est¨¢ grabando mis emociones. Me lo han puesto porque tengo arritmias. Porque a veces, mi coraz¨®n va a trompicones. Pero me lo quitar¨¢n ma?ana. El cardiograma se chivar¨¢ de mis sobresaltos, y me dir¨¢ si mis latidos, perfectamente reconocibles en una l¨ªnea que dibuja una cordillera de picos, siguen un ritmo normal. La banda magn¨¦tica tendr¨¢ muy en cuenta los acelerones, los sustos, los tumbos del coraz¨®n, algo que, en definitiva, me dir¨¢ si estoy preparado para viajar a de turista a la luna.
Hoy se lo he dicho a ella. Esta noche haremos la catedral. Construiremos nuestra iglesia con las l¨ªneas card¨ªacas de mi coraz¨®n. Siempre quise dibujar un paisaje as¨ª.
- '?Seguro que sale?', me ha preguntado.
- 'Claro que saldr¨¢. Nuestro coito quedar¨¢ inmortalizado'.
As¨ª que intentamos hacer el amor. Yo estoy sobre ella, cargando mi aparato, con mis ventosas sobre mi pecho rasurado. La verdad es que es un tanto inc¨®modo. El aparato no me deja moverme a gusto y a ella le entra la risa:
- 'Qu¨¦ raro', musita. 'Me parece que estoy haciendo el amor con un cyborg'.
Yo me detengo. Bien, de acuerdo. Soy un cyborg. No haremos el amor. Me levanto de la cama y me pongo la bata. Me disculpo, le deseo buenas noches, le digo que no tengo sue?o, y me voy un rato a la sala.
All¨ª, me asomo al mirador. Sobre la ciudad hay un manto de estrellas. Bilbao est¨¢ callada. Es una noche de verano l¨¢nguida y solitaria. Supongo que mi aparato est¨¢ registr¨¢ndolo todo. Mi decepci¨®n, mi frustraci¨®n y mi aislamiento. La humedad del ambiente, el calor y el ladrido de ese perro lejano.
El caso es que con el holter, que as¨ª es como se llama en ingl¨¦s la maquinita, te dan una especie de cuaderno de bit¨¢cora para que anotes los sucesos que han podido alterar tu ritmo cardiaco. Mitad m¨¢quina y mitad hombre, en el cuaderno del holter escribo: '2:20 AM. Lectura del peri¨®dico atrasado', y comienzo a leer las noticias viejas del d¨ªa que ha transcurrido. Eso no me altera el ritmo cardiaco. Me he acostumbrado a ver el mundo en la cuerda floja. Las noticias se suceden, siniestras, y eso no me produce ni un ligero sobresalto cardiaco. Digiero el peri¨®dico con calma, como un rumiante, y eso queda registrado tambi¨¦n en mi holter, en una sucesi¨®n de bandas que son monta?as de tranquilidad.
Claro que es un peri¨®dico atrasado. Claro que esas noticias han sucedido ya y tienen el aspecto de estar un poco muertas. Claro que yo tengo un holter conectado al coraz¨®n y todo lo dem¨¢s parece importarme poco. Porque lo del aceite de orujo no me afecta. La peste porcina me la trae floja. De la encefalopat¨ªa espongiforme puedo llegar a pasar. En fin, que todo me deja indiferente aparte de mi propia salud f¨ªsica. De ah¨ª viene mi poca solidaridad. Mientras yo est¨¦ bien, lo dem¨¢s me da lo mismo.
- '?No te vas a acostar?', dice su voz desde el dormitorio.
- 'Estoy leyendo el peri¨®dico', me justifico.
Mientras leo, pienso que mi insomnio responde a que soy un cyborg viejo, una criatura h¨ªbrida que quiere sobrevivir, perpetuarse, existir mil a?os. Mi ansia de inmortalidad es comprensible, es simplemente el puro instinto de conservaci¨®n de la especie. Mi cerebro tambi¨¦n es, en cierto modo, una m¨¢quina, y sabe que emocionarse demasiado no es aconsejable, sobre todo si uno quiere ser feliz. S¨¦ que hay muchos como yo, muchos otros cyborgs que hoy apagan sus luces y se disponen a dormir. Mitad seres humanos, mitad m¨¢quinas, est¨¢n recargando sus pilas. Yo, que deber¨ªa hacer lo mismo, no puedo conciliar el sue?o a causa de la preocupaci¨®n que me produce el tr¨¦mulo zumbido de mi holter. Pero me han dicho que, sobre todo, no me lleve disgustos. As¨ª que el sexo lo dejaremos para ma?ana.
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