Rabieta de Ortega Cano
Ortega Cano cogi¨® una rabieta. Ocurri¨® durante el brindis del quinto de la tarde al periodista Paco Aguado, que ocupaba un burladero del callej¨®n. Aguado debi¨® responder con alguna frase que desagrad¨® al torero, porque Ortega cambi¨® el gesto y se fue al toro lleno de coraje.
El morlaco ten¨ªa mucho que torear y para hacerle faena hab¨ªa que echar ciencia y arrestos. Ese quinto fue un toro que ya le hab¨ªa dado un susto, cuando lo recibi¨® de capa. Apretaba el toro hacia los tableros y Ortega intent¨® salirse con ¨¦l a las afueras. Entonces, el toro le cort¨® el camino y se fue directo al pecho del torero, que s¨®lo sufri¨® un topetazo.
Despu¨¦s, tras un aparatoso derribo, en un quite por ver¨®nicas, Ortega se emple¨® s¨®lo por el pit¨®n izquierdo, porque el toro segu¨ªa acost¨¢ndose por el derecho, de modo amenazador.
Rom¨¢n / V¨¢zquez, Ortega, L¨¢zaro
Toros de Manuel San Rom¨¢n (uno rechazado en el reconocimiento), terciados y flojos. 1?, 2? y 3?, mansos; 4?, de Aldeanueva, bien presentado, flojo y soso. Curro V¨¢zquez: pitos; silencio. Ortega Cano: vuelta; dos orejas. Pedro L¨¢zaro, que tom¨® la alternativa: palmas y algunos pitos al saludar; silencio. Ortega Cano sali¨® a hombros. Plaza de Colmenar Viejo, 26 de agosto. Segunda de Fiera. Tres cuartos de entrada.
Ortega Cano se fue a por ¨¦l con la rabieta a cuestas y le sali¨® la casta y verg¨¹enza torera, dispuesto a comerse al burel. En su labor hubo torer¨ªa y hubo t¨¦cnica y, gracias a ambas, consigui¨® torearlo con mando, temple y largura por ese pit¨®n derecho. El toro embest¨ªa con casta y fiereza y el cartagenero acab¨® domin¨¢ndolo. Al final, al recoger la montera, periodista y torero se abrazaron con afecto y cordialidad, en un gesto reconciliador, que el p¨²blico aplaudi¨® largamente.
Con el tercer toro, Ortega sac¨® dos o tres redondos muy buenos a un animal que ten¨ªa una embestida un pel¨ªn molesta. Pidi¨® el p¨²blico la oreja para el torero y el presidente, con acierto, no la concedi¨®.
Curro V¨¢zquez no encontr¨® ocasi¨®n para exhibir esa torer¨ªa que todos le reconocen. Tuvo un primer toro descompuesto que se frenaba por el pit¨®n izquierdo y le rebrincaba por el derecho. Con su segundo, estuvo voluntarioso y decidido, con algunas gotas de su arte y maestr¨ªa. El toro, muy soso, humillaba poco y levantaba con brusquedad la cabeza en el remate de los muletazos.
Tom¨® la alternativa Pedro L¨¢zaro, torero con arraigo local. A pesar de su voluntad y algunos detalles de clase y personalidad, sobre todo con el capote, a todos nos pareci¨® que el doctorado ha sido muy prematuro.
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