Minimalismo y antitoreo

El minimalismo puede marchar del brazo de la esencia o ser un disfraz de la m¨¢s absoluta pobreza. Pobre de solemnidad fue la primera parte de la corrida y minimalista la oreja concedida a Jesul¨ªn: bast¨® que el toro, recortadito como un bonsai, no se cayera m¨¢s de una vez y que el diestro anduviera f¨¢cil con la capa y templado con la franela para ignorar que la res estaba en paro y el matador distante. Una serie de naturales, dejando v¨ªa libre al toro, al que s¨®lo en ¨²ltima instancia conduc¨ªa hacia adentro, tuvo un m¨ªnimo de calidad, mientras el resto del trabajo se escond¨ªa en la neblina de la memoria. El sexto, que hab¨ªa cojeado alternativamente, fue muy protestado, por s¨ª mismo y en representaci¨®n de los dem¨¢s. Jesul¨ªn le aplic¨® lo mejor de su t¨¦cnica imperecedera, con la clave de perder pasos y embarcar con la parte exterior de la muleta tirando l¨ªneas, descargando la suerte y destoreando lo m¨¢s posible muy pegadito a tablas. Dado que remat¨® de un bajonazo, el triunfo, como no pod¨ªa ser menos, fue rotundo.

Abri¨® plaza un casta?o chorreado, montado en delantero, estrecho de sienes y veleto, extra?a mezcla de Luzbel y vaca pre?ada, que apunt¨® hacia los adentros y, en cuanto pudo, se fug¨® a chiqueros y se repuch¨® en tablas, de tal manera que Juan Mora hubo de citarlo a matar con la totalidad del costillar pegado a la madera. El cuarto permiti¨® que se abrieran los vuelos del capote, sin que ello quisiera decir que se cumplieran las m¨ªnimas condiciones que exige la ver¨®nica. Mientras el toro estuvo en los medios, punte¨® por el derecho y se qued¨® corto por el izquierdo, defectos contra los que no tuvo remedios la muleta retrasada de Mora. Cuando se raj¨® en tablas, acompa?¨® el viaje m¨¢s bonancible y a gusto en la querencia.

Enrique Ponce y el segundo toro se citaron en el ruedo y tal vez no se reunieron jam¨¢s. El toro, flojo y descastado, aport¨® poco al palmares de la caba?a brava; la faena tuvo como objetivo dar descanso al animal y lo consigui¨® plenamente. El quinto era un manso que sali¨® pegando coces y fue picado invirtiendo terrenos. Le fastidi¨® el quite al maestro al caerse cuando lo cerraba con media ver¨®nica; en la muleta se hizo m¨¢rmol; por m¨¢s que Ponce empez¨® cruz¨¢ndose por ambos lados e insisti¨® de todas las maneras posibles, la piedra no se volvi¨® carne y ni siquiera amag¨® la embestida; la media lagartijera fue superior, pero demasiado poco para una tarde llena de nostalgia por el triunfo conseguido en la anterior actuaci¨®n de Ponce en esta plaza.

Para la pr¨®xima temporada no estar¨ªa de m¨¢s buscar un nuevo presidente, siempre que no fuera peor que el actual.