Las perversas vacaciones del doctor Jekyll y 'mister' Hyde
Los cazadores de sexo en busca de una presa infantil en sus viajes al extranjero ya no lo tienen tan f¨¢cil: la justicia ha empezado a ajustarles las cuentas
El anuncio presenta la imagen de una joven de rasgos delicados. Un rostro oriental que hace evocar de inmediato el misterio de un viaje a Tailandia. Nada hay en esa imagen que evidencie un reclamo sexual, pero la imaginaci¨®n del viajero que asocia exotismo con sexo puede dispararse: misterio, encanto, ?tal vez masajes? ?O algo m¨¢s? Los cazadores de sexo, esos que raramente se preguntan qu¨¦ a?os tienen las chicas que se cruzan con ellos en el pa¨ªs de destino, ya no lo tienen tan f¨¢cil. Las agencias de viajes ya no ofrecen estos servicios.
Tras el Congreso Mundial de Estocolmo de 1966, la Federaci¨®n Universal de Asociaciones de Agentes de Viajes (FUAAV) ha asumido un c¨®digo ¨¦tico contra el turismo sexual infantil, y algunos mayoristas insertan ya en sus folletos sus consecuencias legales. Las leyes contra el vampirismo sexual han empezado a funcionar. Hace unos d¨ªas, el presunto pederasta estadounidense Eric Franklin Rosser fue detenido por el FBI (Oficina Federal de Investigaci¨®n) en Tailandia. Rosser, en paradero desconocido desde abril 2000, figuraba en la lista de los diez fugitivos m¨¢s buscados por la polic¨ªa federal, acusado de producir y distribuir material pornogr¨¢fico con menores.
Pero el negocio contin¨²a: dos millones de ni?os de 8 a 15 a?os, seg¨²n Unicef, son obligados a prostituirse por sus familias o por organizaciones mafiosas para complacer a los turistas ricos y llenar de paso las arcas de los pa¨ªses pobres. La explotaci¨®n sexual infantil dentro del turismo representa el 10% de esta oscura y ramificada industria, pero la Organizaci¨®n Mundial de Turismo (OMT) est¨¢ decidida a combatirla. Del 1 al 2 de julio se celebr¨® en Bangkok un encuentro regional promovido por la OMT y varias ONG, entre ellas la activa Epact (End child prostitution, pornography and trafficking of children for sexual purposes) para unir estrategias contra el comercio sexual infantil. La pr¨®xima cita ser¨¢ el Congreso Mundial de diciembre de 2001 en Yokohama (Jap¨®n).
Al igual que muchos de los pa¨ªses occidentales que exportan turistas, los pa¨ªses implicados en el fen¨®meno, como Tailandia y Camboya, han endurecido su legislaci¨®n. En Tailandia, adem¨¢s, la polic¨ªa ha acordado con diversas ONG que los ni?os afectados sean tratados como v¨ªctimas y testigos, y no como delincuentes.
El mercado se ha desplazado a Vietnan y se mantiene en Filipinas, Sri Lanka, Nepal, e India. En Latinoam¨¦rica, la oferta se reproduce en M¨¦xico, Brasil, Colombia, Per¨², Rep¨²blica Dominicana, Costa Rica y Caribe. En ?frica el turismo sexual fluye hacia Sur¨¢frica, Kenya y Zambia: con la excusa de que los adultos pueden contagiar el Sida, los cazadores del sexo convierten a los ni?os en objetos listos para ser sacrificados. Y en Europa orientan su br¨²jula hacia Polonia, Rumania, Rusia y Rep¨²blica checa, pa¨ªses de econom¨ªa vulnerable donde el ped¨®filo o el lig¨®n sin escr¨²pulos buscan sexo barato.
Los turistas proceden de Jap¨®n, Australia, Estados Unidos y Canad¨¢, Austria, B¨¦lgica, Reino Unido, Suiza, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Pa¨ªses n¨®rdicos y Espa?a. Al comprar su billete, cualquiera puede tener presente la opci¨®n del sexo, ya que uno de cada cinco turistas suele mantener relaciones con nativos del pa¨ªs que visitan. Pero ?qui¨¦nes son los que se saltan la barrera de la edad? Turistas u hombres de negocios (personal militar, ejecutivos, jubilados, marineros...) permisivos, fr¨ªvolos o depravados, seg¨²n Epact Espa?a. 'Adem¨¢s de ped¨®filos y de turistas que buscan preferentemente menores, existe el abusador ocasional que relaja sus normas conforme se aleja de casa. Algunos sufren un desdoblamiento de personalidad tan notable como el de doctor Jeckyll y mister Hyde', afirma Perla Goseco, coordinadora de la campa?a internacional contra la explotaci¨®n sexual de ni?os en el turismo. 'La mayor¨ªa de los implicados tiene entre 40 y 50 a?os, pero aumenta el n¨²mero de j¨®venes entre 22 y 26 a?os que, ampardos en el anonimato o en el viaje en grupo', sigue Goseco, 'llevan a cabo sus fantas¨ªas sexuales sin importarles si la chica que les sale al encuentro en la populosa playa de Boca Chica, en la Rep¨²blica Dominicana, en un colmado de Cuba, en una oscura calle brasile?a o a la puerta de un mercado de Vietnan tiene 13 o 15 a?os y no los 18 que aparenta. Que acepten el intercambio por un plato de comida o por un simple video y que conozcan ciertas t¨¦cnicas no presupone experiencia. Sencillamente, son menores.
El n¨²mero de ni?os atrapados en esta industria sumergida es tan escalofriante como escurridizo. La desigualdad, la falta de oportunidades debidas a las carencias educativas y la diversificaci¨®n de los conflictos, multiplican el n¨²mero de v¨ªctimas. Para tener datos fiables, la OMT ha encargado estudios sobre el terreno, con fondos de la CE, en Indonesia, Tailandia y Camboya.
Cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil que los hoteles faciliten contactos, y algunos especifican su rechazo para disuadir al ped¨®filo en potencia. Otra forma de agurejear esta tupida red es que las agencias cancelen su relaci¨®n comercial con sus proveedores locales y los denuncien a la polic¨ªa, si son c¨®mplices de esta actividad. Pese a todo, el ¨²ltimo eslab¨®n, el de los gu¨ªas locales, puede abrir puertas ilegales a golpe de d¨®lares. Y no se necesitan muchos. En sus manos est¨¢ frenar el fen¨®meno o extenderlo, al orientar o no a los turistas hacia los barrios calientes, sobre todo si sospechan que alguno busca menores.
Por veinte d¨®lares se puede vender un ni?o. Y comprarlo. A veces la explotaci¨®n empieza en la familia. Pero existe una industria sexual global infiltrada en el turismo y alimentada de t¨®picos: desde que las caribe?as s¨®lo piensan en el sexo, hasta que ciertas tradiciones asi¨¢ticas favorecen la prostituci¨®n. Falsos mitos que llevan a afirmar a clientes e intermediarios que el abuso no traumatiza a los ni?os educados en estas culturas, o incluso que su sacrificio garantiza su futuro y el de su familia, olvidando que los que obtienen ganancias son los proxenetas. La realidad es m¨¢s honda y m¨¢s brumosa: miles de ni?as latinoamericanas crecidas en la calle y decenas de miles de ni?os y ni?as asi¨¢ticos y africanos, pobres y sin escolarizar, son los nuevos esclavos de un colonianismo disfrazado de ocio.
Prueba de ello es que en el congreso de Estocolmo de 1996, 122 pa¨ªses reprobaron esta pr¨¢ctica. 'No forma parte de ninguna identidad cultural, sino de la subcultura de la pobreza. ?Hay alguien que piense que los tailandeses ricos venden o explotan a sus hijos?', pregunta Perla Goseco. 'En las primeras campa?as de Ecpat, en el 91, el lenguaje era directo: 'acabemos con el turismo sexual. Ahora los esl¨®ganes se han suavizado y se habla de proteger a los ni?os de la explotaci¨®n sexual en el turismo', a?ade.
El II Congreso de Yokohama, organizado por Jap¨®n, Epact y Unicef, evaluar¨¢ lo conseguido desde el de Estocolmo e impulsar¨¢ nuevos objetivos. Antes, en septiembre de 2001, durante el periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea general de Naciones Unidas, se renovar¨¢ el programa de la Cumbre Mundial a favor de la Infancia de 1990.
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